Sirva de ejemplo una simple estrategia, una táctica militar, promulgada hace eones, que va desde Sun Tzu hasta Napoleón Bonaparte, conocida por todos, aplicada por los mejores, que enuncia el siguiente dogma: divide y vencerás.
Este simple enunciado, que anida en la mente de cada uno, sirve para ejemplificar los nuevos derroteros del fútbol actual, las relaciones que se han ido llevando a cabo y los artífices de las mismas. Para mejor entenderlo, conviene recordar lo ocurrido en el fútbol en los últimos años.
Como juego centenario que es, el fútbol está en constante evolución, volviendo sobre sus pasos una y otra vez. Lo que ahora nos parece novedad, seguramente ya fue utilizado hace décadas por algún equipo. No se trata de inventar nada, sino de recoger del pasado los valores esenciales necesarios para hacer funcionar a un equipo. En la década pasada, la presión alta ganó popularidad, se venció con ella y, como todo lo que gana tiraniza, se hizo tendencia.
Presionar la salida de balón del contrario fue, pues, el dogma dominante del juego durante varios años. Los equipos que querían construir juego desde abajo se encontraban con problemas para girar presiones altas y agresivas, dificultando su avance. Se necesitaba una ayuda para el equipo poseedor del balón, una ventaja estratégica. Y esa ventaja llegó en forma de una nueva norma vigente desde el 1 de junio de 2019.
Conscientes de lo atractivo que es el duelo entre un equipo que sale jugando desde atrás, y otro equipo que presiona esa salida muy arriba, los mandos organizadores intervinieron y añadieron una nueva regla al juego. La norma dicta lo siguiente: «Saques de puerta: el balón estará en juego una vez haya sido tocado y se mueva con claridad, sin que sea necesario que salga del área penal.”
La última frase es lo que lo cambia todo. Sin que sea necesario que salga del área penal. Es decir, el equipo que saca podía tener gente dentro del área recibiendo el pase, obteniendo esa ventaja ante un equipo presionante que no puede invadir esa zona en primera instancia. Se abría una nueva era y, como consecuencia, iba a ser necesarios nuevos prototipos de jugadores.
Con el choque entre presión y construcción desde el portero (el jugador al que más afecta esta norma), la búsqueda por atraer desde atrás, las trampas que se utilizan para hacer al rival caer en el anzuelo, los acosos al hombre o las presiones en intermedias, etc, han provocado que, los ataques posicionales, hayan cambiado drásticamente su ubicación en el campo. Ahora, si se da ese contexto de partido, los ataques posicionales, donde está la acumulación de jugadores, se dan en campo propio. En campo rival, correr aprovechando las ventajas.
Si el fútbol de Pep Guardiola fue una respuesta a cómo salir jugando desde atrás, la filosofía de Roberto De Zerbi representa esta nueva era. Los equipos del italiano juegan lento en primeros instantes de construcción, repiten pases multitud de veces, buscan controlar y, sin embargo, están verticalizando en todo momento aunque no lo parezca, con el trabajo indirecto de los hombres de arriba que sujetan y estiran última línea.
El esquema 4-2-4 se está poniendo de moda. Entrenadores como los propios Guardiola y De Zerbi, Mauricio Pochettino o Luis Enrique lo están utilizando, y su uso no es ninguna coincidencia. Es una formación que va como anillo al dedo con esta nueva forma de jugar.
Básicamente, lo que se busca, y aquí se relaciona con el inicio de este texto, es partir al bloque rival en dos. Si te van a presionar arriba, que no lo hagan en bloque, como una manada de lobos hambrientos buscando el balón, sino separarlos para vencerlos. Construyendo con siete jugadores, el portero incluido, y dejando situaciones de 4vs4 a campo abierto, con la defensa rival girada y teniendo que defender mucho espacio a su espalda, con medio equipo ya girado, defendiendo en inferioridad ante el suplemento del portero.
La utilización y el trabajo de los alejados es fundamental para que esto resulte. Llevándose a última línea, fijándoles, estirándoles con rupturas indirectas que buscan hundirles…el propósito es separarles de las primeras fases de la jugada, que entren solo en juego cuando ya se encuentran con una situación desfavorable.
Dentro de esta corriente, podríamos separar dos formas de utilizar el 4-2-4. Los que, con su última línea, buscan vaciar referencias, o los que buscan estirar y hundir.
Primera corriente. Vaciar referencias
Dos ejemplos de partidos concretos. El 26 de febrero de 2020, el Manchester City visita el Santiago Bernabéu en la ida de los octavos de final de la Champions League. Guardiola, en su obsesión por el control, y más en la Champions, en un partido de eliminatorias, fuera de casa y en el estadio más temible de todos, opta por un 4-2-4 que se estructura de la siguiente manera: un doble pivote formado por Rodri Hernández y Gundogan, como extremos, fijando abiertos y arriba, Riyad Mahrez y Gabriel Jesús, y una doble punta formada por Kevin de Bruyne y Bernardo Silva.
21 de octubre de 2023. El Chelsea de Mauricio Pochettino recibe en Premier League al Arsenal de Mikel Arteta. Derbi londinense ante unos vecinos que son mejores y vienen mejor. El 4-2-4 del entrenador argentino se estructuró de la siguiente manera: doble pivote con Enzo Fernández y Moisés Caicedo, extremos Raheem Sterling y Mykhailo Mudryk, y arriba Conor Gallagher y Cole Palmer.
Los paralelismos en la elección de perfiles no son, de ninguna manera, coincidencia. Un doble pivote formado por gente que aguanta el balón (Gundogan, Caicedo), que resiste y progresa ante presión, y con un buen desplazamiento largo (Rodri, Enzo) para activar a alejados. Como extremos, perfiles que hacen ancho el campo, que estiran y atraen atenciones fuera, con regateadores (Mahrez, Sterling) y velocistas (Gabriel Jesús, Mudryk). ¿Y arriba? Dos centrocampistas.
Un doble falso 9, que combina descensos y ruptura, desestabilizando a la última línea rival que no sabe si saltarles o quedarse. Pueden bajar hasta mediocampo para crear superioridad en esa zona, creando incertidumbre en los jugadores rivales por si saltarles o no, a costa de desproteger el espacio a la espalda, ofreciéndose como hombres libres, con recursos asociativos para abrir a la ventaja por fuera. Al final se trata de dominar los dos recursos más importantes: tiempo y espacio.
No se puede estar en dos sitios a la vez, por lo que el rival debe elegir espacio a cubrir, a costa de dejar tiempo para pensar si recula o espacio atrás si achica. Además, los perfiles, con jugadores que suman protegiendo el balón y con largas conducciones transportando ataques (Bernardo, Gallagher), más la amenaza en el golpeo para abrir fuera, lanzar o probar disparo (De Bruyne, Palmer) les convierten en una pareja difícil de defender. No hay una forma perfecta de defenderles, sino una en la que regalas un atributo que consideras menos perjudicial.
Segunda corriente. Estirar, fijar y hundir
2 de septiembre de 2023. El Brighton de Roberto De Zerbi recibe por Premier League a uno de los mejores equipos presionando arriba del panorama mundial, el Newcastle. Para enfrentarles, habitual 4-2-4 del italiano, con un doble pivote Billy Gilmour y Pascal Gross, Solly March y Kaoru Mitoma por fuera, con Joao Pedro y Evan Ferguson como referencias.
Poco más de un mes después, el 4 de octubre, por Champions League, el Paris Saint Germain visita a ese mismo equipo, el Newcastle de Eddie Howe. Lo hacen con su habitual 4-2-4 que están utilizando bajo el asturiano, pero sin la presencia de un mediocampista escorado a izquierda (Vitinha) para juntar a cuatro delanteros: Ousmane Dembélé y Randal Kolo Muani por fuera, Gonçalo Ramos y Kylian Mbappé en punta.
Los riesgos de jugar ante una presión como la del Newcastle con este esquema son claros. Las recompensas, también. Estos ejemplos sirven para ver como en un caso funcionó (victoria Brighton, 3-1) y en otro claudicó (derrota PSG, 4-1), pero la idea matriz era la misma en ambas situaciones. En esta ocasión, en vez de querer meter un doble falso 9, las intenciones son tener una doble punta con al menos un jugador dominante en balones largos, para descargar y dejar de cara (Ferguson, Joao Pedro, Ramos y la presencia de Kolo Muani por fuera), y desborde por fuera más amenaza al espacio (Mitoma, Dembélé, Mbappé).
En el partido del Brighton, por ejemplo y retomando con la idea del cambio de norma en el saque de puerta, se pudo visualizar en varias ocasiones la siguiente dinámica: es Gilmour, el mediocentro, quien pone el balón en juego desde el área pequeña, conectando con el portero, centrales y laterales están bajos y abiertos, atrayendo a sus pares. El mediocampo, con el descenso de Gilmour, se ha vaciado. Hay línea de pase desde el portero hasta el descenso del delantero, que conecta, aguanta de espaldas y abre para un compañero, teniendo clara situación de 4vs4 a campo abierto ante defensa girada, con extremos abriendo campo y amenazando al espacio.
Seguro Luis Enrique pensó en esa misma fórmula para batir a los del norte de Inglaterra, pero la falta de calidad pasadora en primeros pases (Donnarumma, Marquinhos, Skriniar), unido a los ajustes de Howe en presión, derivaron en pérdidas en salida en vez de ventajas en campo rival.
Nada crea más tendencia que aquello que gana, por lo que no sería extraño ver esta fórmula como habitual en los años venideros, dado el buen fútbol que practican quienes lo utilizan, acercándose a los trofeos. El juego, en su constante cambio, en su eterno retorno particular, ha encontrado un nuevo cambio, una nueva fórmula para adaptarse a los tiempos presentes y convertir lo que otrora fueron ventajas en desventajas. El futuro.