El Liverpool de Jürgen Klopp es una máquina perfecta. Pocas veces un equipo había sido tan superior al Manchester City de Guardiola como en los primeros 45 minutos de las semifinales de la FA Cup disputadas ayer. En todo. Una primera parte que será recordada para siempre en el imaginario de esta rivalidad histórica, y que servirá para estudiar a fondo el colectivo tan completo que es el conjunto ‘red’. Bastó con jugar como los ángeles durante este tiempo para que el conjunto del Merseyside dejara en la cuneta a su máximo rival por uno de los tres títulos por los que pelean.
No había dado tiempo a digerir el partidazo que estos dos conjuntos protagonizaron hace una semana y ya teníamos el segundo asalto delante nuestro. Esta vez en las semifinales de la FA Cup. Hacía una semana, ser superiores no le había bastado al Manchester City para derrotar al conjunto ‘red’ y ayer, en cambio, no tener el día les supuso irse perdiendo 0-3 al descanso, siendo inferiores a su rival como en muy pocas veces desde que Pep Guardiola es su entrenador.
Después de realizar rotaciones entre semana, Klopp sacó uno de sus 11 más competitivos, con la única novedad de Konaté en el lugar de Joël Matip, y juntando en la delantera a Mohamed Salah, Sadio Mané y Luis Díaz. Por el contrario, Guardiola realizó muchísimos cambios respecto al partido de Champions League, solo repitiendo con cuatro hombres (Bernardo Silva, Stones, Sterling y Foden) e introduciendo a fichas con muy poco ritmo competitivo (Steffen, Zinchenko o Fernandinho) que a la postre acabaron siendo decisivas negativamente para su equipo. Pero más allá de eso, el Liverpool fue tremendamente superior en todas las áreas del juego.
Primero, saliendo desde atrás. Y es que Liverpool pudo superar la presión del City sin complicaciones durante toda la primera parte. Al contrario que en el partido de hace una semana, Guardiola presionó prácticamente mano a mano la salida ‘red’, dejando libre a Alisson y asignando vigilancias a cada jugador de primera y segunda línea. Grealish y Sterling sobre centrales, Foden y Gabriel Jesús sobre laterales, Bernardo Silva sobre Fabinho y Fernandinho sobre Thiago, pero en ningún momento estuvo cerca de orientar bien la salida del Liverpool (y aun menos de robar). Los del Merseyside salieron como quisieron todo el tiempo. Uno de los motivos de esto fue la exhibición de Thiago Alcantara, que al igual que su equipo, ha llegado al tramo decisivo del año en el mejor momento. Con él de director, Sadio Mané -que cada vez mejor adaptado a la posición de 9- atacando los costados de un Fernandinho muy superado, y el desborde de Luis Díaz como atajo a todo, el Liverpool inclinó el campo a su favor desde muy pronto.
Asentado en campo rival, dominando las segundas jugadas a través de Thiago y Naby Keita (sumado a una gran versión de Fabinho), el Liverpool rompió a jugar y pudo ahogar al City desde la presión. Por su parte, los ‘citizens’ se organizaron en una especie de 4-2-2-2 con balón, repitiendo la fórmula de Bernardo en el doble pivote (esta vez con Fernandinho), Phil Foden y Gabriel Jesús en las bandas, y Sterling y Grealish por dentro. Pero no fue solo que el equipo no tuviera vías claras de salida, sino que encima cometió muchísimas pérdidas en inicios. Esta vez los de Klopp volvieron a presionar como están acostumbrados, con los extremos saltando de fuera hacia dentro sobre centrales, forzando así un sinfín de errores del City en salida (como el 0-2 de Mané, que sonrojó la lentitud de Zack Steffen sacando el balón jugado) y obligando al City a probar alternativas, como incrustar a Bernardo o Fernandinho entre centrales, que tampoco dieron sus frutos. Sin piezas claves como Ederson, Laporte, Walker o incluso Rodri, al City le costó horrores salir de su mitad de campo.
Al mismo tiempo, los de Klopp estuvieron excelsos replegando a máxima intensidad las pocas veces que el City pudo acelerar, obligando a los de Guardiola a detenerse y darle otra vuelta a sus ataques. En este sentido, todo el Liverpool rayó un gran nivel sin balón, destacando especialmente Trent Alexander-Arndold, que en el Etihad había sido la principal debilidad defensiva del equipo.
La segunda parte suponía un reto mayúsculo para Guardiola, no solo por el resultado (0-3), sino por tener que levantar a un equipo en KO como nunca antes en la temporada. Y podríamos decir que los primeros 10 minutos lo logró. Ajustando la presión, sin ir mano a mano a presionar (con la doble punta cerrando el carril central en “V” y Bernadrdo en la misma línea que Fernandinho) y el resto del bloque acompañando mejor la basculación, el City logró sumar robos en la mitad rival que le permitireron atacar la espalda de Van Dijk y Konaté con las rupturas de Gabirel Jesús. En una de estas, Fernandinho puso en ventaja al brasileño y este, con mucha sangre fría, cedió el balón a Grealish para que hiciera el 1-3. Además, pese a no realizar ninguna sustitución hasta los últimos minutos, Foden y Grealish intercambiaron posiciones y el City, sin ser un vendaval, lució de distinta forma. Así las cosas, presionando mejor, destacó una gran versión de Nathan Aké, que jugó una notable segunda mitad imponiéndose lejos del área y permitiendo a su equipo vivir en campo contrario.
De no ser por Alisson, que salvó a su equipo en un mano a mano decisivo contra Gabriel Jesús, la tarde podría haber tomado otros derroteros, pero al final, aun con el City anotando sobre la bocina el 2-3, la sensación fue de bastante control por parte del Liverpool. En parte, por la ventaja que le supone tener a un jugador como Virgil Van Dijk en su equipo. Alguien que solventa con una tranquilidad ilógica situaciones que a cualquier otro pondría el pulso a mil por hora. El holandés es simplemente inevitable.