Después de un empate y dos derrotas consecutivas en el Estadio Azteca, el Club América se enfundó el mono de trabajo y mostró la que hasta ahora, en Clausura 2022, ha sido su versión más mágica frente a Santos (2-3). Pese a los dos goles encajados, el elenco azulcrema supo reponerse a dos duros reveses (1-0 y 2-1). Solari, que secundó el todocampismo con la presencia de Santiago Naveda, Richard Sánchez, Álvaro Fidalgo y Diego Valdés, construyó un sistema de juego novedoso y flexible que facilitó la permuta de posiciones en prácticamente todas las zonas del terreno de juego, sobre todo en la medular, sin escalones definidos -algo que sí ocurría en el 4-3-3 con Aquino, Richard y Fidalgo- y con S. Naveda como mediocentro estático.
En la misma línea, Salvador Reyes se situó como carrilero derecho, siendo Mauro Lainez el único efectivo en la banda izquierda; este sistema, consecuentemente, potenció las virtudes del extremo mexicano, que dispuso de metros y espacios para maximizar sus recursos: incombustibilidad, sacrificio defensivo, llegada al área y timing. Escoltados por una línea de tres defensas centrales compuesta por Jordan Silva, Jorge Meré y Bruno Valdez -este último, con doble función: central externo derecho en algunos tramos, lateral diestro ocasional en otros, sobre todo en salida de balón-, el equipo desarrolló una mejoría defensiva que se tradujo en confianza y consistencia. No se coqueteó con la perfección, pero sí con un crecimiento generalizado y colectivo que determina cuál es el camino a seguir. La flexibilidad como alternativa, como baza y, por encima del resto de cosas, como herramienta para optimizar recursos.
Otra de las notas positivas de la victoria del Club América frente al Club Santos Laguna (2-3) reside en la convivencia y comunicación de dos de sus mejores centrocampistas: Diego Valdés y Álvaro Fidalgo. Ambos comparten una naturaleza innata y latente por influir en el desarrollo del juego desde el balón; les gusta sentirse protagonistas junto a la pelota, aunque también sin ella, fijando y arrastrando marcas. Dos versos libres destinados a entenderse y a escribir nuevas y gloriosas páginas de la historia americanista. Mientras el español retrasó su posición, se lateralizó (ocupar la posición del carrilero izq. para ayudar en salida de balón) y contribuyó a la hora de aportar clarividencia y fluidez, el chileno amplió su zona de influencia: frontal del área, área rival e incluso 3/4, cerca de Fidalgo, su nuevo socio, recibiendo, orientando el juego hacia el lado débil y generando situaciones favorables para los carrileros (M. Lainez y S. Reyes), con Henry Martín cargando el área, y dotando de sentido, coherencia y funcionalidad al 5-3-1-1 de Santiago Solari.
En fase defensiva, las dudas condicionaron la puesta en escena de un esquema de juego que, a priori, reniega del 4-3-3, pero que comparte algunas similitudes con él.
- Jordan Silva, que había emanado como la pieza más confiable de la defensa del Club América, se mostró dubitativo, aunque creció con el paso de los minutos: poderío aéreo, solidez defensiva y un entendimiento que ofrece un margen de mejora considerable.
- Jorge Meré, inmerso en su particular etapa de adaptación, lideró al equipo desde el vigor táctico: bloque medio, menos hundido que de costumbre, y con un nivel de concesiones inferior. Además, la presencia y la zancada de Santiago Naveda, descafeinado con balón, permitieron al equipo abarcar un mayor número de metros y espacios.
- Bruno Valdez desempeñó una función doble: cuando S. Reyes ocupaba espacios en ataque y aseguraba presencia en zonas de extremo derecho, el central guaraní se situaba como lateral derecho. En los repliegues o transiciones defensa-ataque, el DFC paraguayo centró su posición y supo deshacerse de las dudas iniciales pese a no atravesar su mejor momento futbolístico en Coapa.
El cambio de sistema (del 4-3-3 al 5-3-1-1), que parecía haberse producido por necesidad en forma de lesiones y sanciones en la demarcación de lateral derecho, supuso una inyección de moral y confianza para un Club América carente de estímulos. Sin Pedro Aquino, el conjunto azulcrema adoleció de una salida de balón más nítida, aunque Álvaro Fidalgo y Diego Valdés detectaron a la perfección las necesidades de un equipo más todocampista que nunca. Con tres centrales, con dos carrileros de ida y vuelta, con cuatro centrocampistas complementarios entre sí y con un único delantero nominal, el juego se topó con la que hasta ahora ha sido su vertiente más ganadora y resiliente; esa capaz de, primero, adaptarse a contextos y, segundo, de sobreponerse a ellos. Porque la flexibilidad es entereza y consistencia, y porque la entereza y consistencia facilitan el camino. Siempre.