«La verdad es rara. Puedes intentar suprimirla, pero siempre encontrará la manera de salir a la luz.»
Michael Kahnwald en Dark (2017).
Las narrativas que rodean a cosas de gran interés siempre son fáciles de moldear y reproducir. Hablamos de lo que nos gusta, pero, sobre todo, de lo que queremos ver. Y lo que queremos ver no siempre es lo que sucede. Con los más grandes de la historia del fútbol sucede todo el tiempo, y cuando se acerca el final de sus carreras, las filias y fobias inundan todo. Pero sucede una cosa: estos súper dotados que siempre deciden el curso del deporte, reescriben lo anterior y rompen los moldes. Por esa sola razón, que se dice fácil aunque sea de lo más compleja, es que alguien como Cristiano Ronaldo sigue rompiendo récords, hinchando sus registros e impactando donde quiera que va. Por eso, incluso a los 37 años, Cristiano es inevitable, como ha demostrado el pasado fin de semana con su histórico hat trick ante el Tottenham.
Cuando llegó al Manchester United el verano pasado, las dudas no giraban en torno a su capacidad para condicionar en grandes días, sino en cómo se adaptaría para conseguirlo. El destino siempre se tuvo claro, pero el camino era la gran incógnita. Las primeras pistas estuvieron en la Portugal de Fernando Santos, donde el ‘7’ ya fungía más como un punta con mucha movilidad y tendencia a caer sobre el lado izquierdo de un 4-3-3, aunque la Juventus 2020-21 de Andrea Pirlo ofreció los grandes avances de qué Cristiano se vería en Old Trafford.
En su regreso a casa, se ha convertido en su propia versión más cerebral y de intervención directa entre líneas, en un apoyo de espaldas al arco rival para un equipo que sigue teniendo muchos problemas para crear ocasiones con mucha posesión de balón. Ya son años desde que dejó de ser aquel extremo capaz de inclinar solo una cancha desde su potencia, regate e infinidad de registros para llegar al gol. Cristiano ha cambiado su juego porque entiende el tiempo como algo cambiante e implacable, que deja su huella y le obliga a adaptarse para seguir vigente y poder saciar su hambre de hacer historia.
«Lo que ha vivido alguna vez, vivirá por siempre en la eternidad del tiempo», dijo el padre del viejo profesor Tannhaus en la serie Dark. Y Cristiano Ronaldo, además de adaptar buena parte de su juego para seguir compitiendo y marcando diferencias, hace perfecto eco de esas palabras en su segunda etapa en Mánchester, con un bloque que le da muy poco y, a la vez, le pide hacer demasiadas cosas. Porque no sólo se ha reinventado rápido y bien en los últimos años, sino que ha conservado su más grande habilidad: aparecer en el momento clave para regalarle a su equipo el gol que no merece.
Tanto el 4-2-3-1 más usual de Ole Gunnar Solskjaer al inicio de curso como en el de Ralf Rangnick como interino, además de aportar comos segundo punta en esquemas con defensas de tres centrales, el Bicho no deja de ofrecer soluciones asociativas, de mostrarse y dar una mano a poseedores. Tampoco deja de hacer goles y conseguir que todo pase cuando su Manchester United le necesita. Lo trasciende y lo entiende todo, y ha maquillado muchas carencias de su equipo en cada momento en campo. Es así que, junto a Bruno Fernandes, es el hombre que más goles ha producido entre Premier League y Champions League para el equipo, con 21 goles más asistencias cada uno.
Por esto, cuando en las redes sociales se crean las narrativas sobre un Cristiano que es el causante de los problemas de los Red Devils, que está acabado o le resta al equipo en lo que intenta recuperar Ralf Rangnick, vale la pena detenerse a mirar más de dos veces su temporada. El peor contexto también impacta a los mejores del deporte, pero sólo ellos tienen la jerarquía para faltar a los momentos de la verdad. Ronaldo le sumó todo lo demás a ese gen de su juego, y ahora hace aquello con total soltura. Y su naturaleza de goleador sigue intacta, al grado de herir profundo al rival con la primera chance que tenga.
Todo cae por su veracidad, todo lo verdadero brota tarde o temprano. La realidad es que todos se mueven y él sigue aquí, cambiando para no ceder un palmo de nada a sus 37 años. Sigue agrandando su dominio, sigue sumando, y seguirá siendo el hombre que, por su sola presencia, ponga a competir a un equipo entero. Cristiano Ronaldo va a aparecer, y es tan inevitable como el paso del tiempo y la muerte misma.