¿Qué pasa cuando una fuerza imparable choca contra un objeto inamovible?
Ha llegado un punto en esta rivalidad que mide a dos equipos tan majestuosos, tan perfectos, que cada enfrentamiento entre ellos se recibe como un regalo que hay que cuidar y proteger, dejando que el paso del tiempo nos ponga en nuestro lugar respecto a la magnitud de lo que estamos viviendo. En el Etihad Stadium, en un soleado domingo primaveral y con la Premier League en juego, los de Pep Guardiola y Jürgen Klopp disputaron noventa minutos repletos de variantes tácticas, una precisión técnica salvaje, golpes de emoción y grandes jugadores en un estado de forma sublime. Es el mejor partido que se puede ver hoy en día en el panorama futbolístico. Y respondió a las expectativas.
Salió el Liverpool al partido con un plan de presión que, si bien no es del todo desconocido y ha tenido buenos resultados en partidos recientes, sí se aleja de la habitual forma de apretar arriba de los reds. En vez de presionar con lo habitual de extremos sobre centrales y Jota tapando el pase al mediocentro, con interiores llegando a la basculación por fuera, Klopp modificó y mandó a los interiores lanzar la presión, con extremos cerrando por fuera.
Guardiola, en su plan de partido, dibujó una salida de balón en «2+4», con los laterales abiertos, pero sin ganar mucha altura, Rodri y Bernardo Silva compartiendo la base de la jugada y De Bruyne fijando por delante. Lograban atraer en primeros pases, tenían una buena circulación lado a lado en los mismos, y lograban generar balón descubierto. Una vez logrado esto, dos opciones. Por una parte, la superioridad en carril central con tanto De Bruyne como Sterling atacando los costados de Fabinho y obligándole a multiplicarse. Por otra parte, las rupturas de los extremos a espalda de los laterales rivales fue siempre una vía de progresión y amenaza para los locales. Gabriel Jesús ante Robertson y, especialmente, Phil Foden ante Trent Alexander-Arnold. El joven canterano del City, falso 9 durante la mayor parte de la temporada, volvió a actuar en la posición donde siempre destroza al Liverpool, la de extremo izquierdo. La variedad en sus trayectorias de desmarque, atacando la espalda de Trent y Matip, ofreció líneas de pase y altura a las posesiones de los suyos. Cuesta encontrar en toda la era Klopp, ya casi seis años en Anfield, a un jugador que haya torturado de manera tan continuada a los reds, siendo Eden Hazard seguramente el único que se pueda comparar a Phil en ese sentido.
Lograron dominar los de Guardiola gracias a esas variantes comentadas, imponiéndose en las segundas jugadas gracias a haber logrado separar al rival previamente y castigándoles a la espalda. La zaga del Liverpool, absoluta referencia en términos de control de la profundidad defensiva y gestión del balón cubierto y descubierto durante el último lustro, sufrió como apenas se le recuerda durante esos primeros 45 minutos, necesitando de intervenciones de Alisson o de un Van Dijk, sereno ante el caos, para salvarles. Lo del neerlandés, por más que se nos haya hecho familiar durante los últimos años, no deja de ser impactante. Nunca nadie transmitió su tranquilidad y su seguridad en situaciones de caos. Nunca nadie defendió como él.
Con balón, empezaron extremadamente nerviosos los de Merseyside, cometiendo pérdidas en salida y no logrando juntar secuencias de pases. Thiago Alcántara, contagiando tranquilidad y poso, fue el único que transmitió capacidad para escapar de la presión rival, calmar el partido y poner a jugar a sus compañeros. También cabe destacar el enorme trabajo de Sadio Mané descargando balones larguísimos, realizando controles imposibles e instalando al equipo en campo rival. Tanto que en determinado momento incluso el equipo pasó a salir directo sobre él. Al Liverpool le costaba salir, pero cuando lo hacía era una avalancha sobre la portería rival. Con los tres de arriba jugando bien en espacios reducidos, los laterales empujando desde atrás y una buena presión tras pérdida, tuvieron sus tramos en el encuentro. Más especialmente, tras el primer gol rival y a la salida de los vestuarios tras el descanso.
Fue impoluta la reacción citizen a esos dos momentos del rival. Aguantaron, pasaron la tormenta (soberbia actuación de Aymeric Laporte anticipando y corrigiendo a campo abierto) y luego buscaron romper el moméntum rival a partir de juntar pases y dormir el partido, con un gran Rodri, para luego acelerar en campo rival con Foden y De Bruyne. Corrigió la presión Klopp en el descanso, calculando mejor los saltos de los interiores y empeorando la salida rival, que por tanto dejó de encontrar tantas situaciones de amenaza como en el primer tiempo. Ambos conjuntos buscaron dar energía desde el banquillo cuando las piernas empezaban a pesar, con Luis Díaz y Riyad Mahrez entrando a dejar su firma.
Lo pudo concretar el argelino hasta dos veces, primero con un disparo de falta que se estrelló en la barrera y luego con una transición muy clara ya en el tiempo de descuento, encontrando desnuda la contrapresión de un Liverpool que se había ido hacia arriba buscando ese gol que les diera la primera plaza del campeonato. Finalmente, empate y todo sigue en juego, con siete jornadas por delante donde cualquier fallo será penalizado con fuertes consecuencias.
A quien se haya quedado con ganas de más, en apenas seis días tenemos nueva cita. Hasta entonces, contemplando esta rivalidad moderna del fútbol inglés y europeo, disfrutemos del camino. Y como decían en Mad Max: Sed testigos.