El futbolista, desde los orígenes de este deporte, juega tal y como su experiencia le dicta. Al igual que cualquier persona, desde los orígenes de la vida, piensa y acciona según su interpretación de lo vivido. Tan básico como esto: jugar a fútbol es tan fácil como vivir. Tan solo hace falta tener fortuna y gozar de buenos facilitadores en etapa base, aquellos que solemos llamar “entrenadores”. Y entiéndase al buen “entrenador” no como una buena mente desde lo táctico, o desde lo técnico, o desde lo físico. Todo esto es parte del jugador. Entiéndase a esta figura como un buen gestor de emociones, de procesos, de habilidades. El resultado, bajo (o pese a) el cariño y amparo de esta referencia, son jugadores como los que aparecen en nuestra sección de El Telescopio.
Carney Chukwuemeka (2003), el protagonista de nuestro artículo, es hijo de su propio fútbol. Durante su etapa formativa, o en algún momento de esta, o incluso antes, o después; seguramente de forma inconsciente (no innata), aprendió o decidió que girando era inalcanzable por los rivales. Según su propia experiencia, girar le daba un sentido a su juego que no podía darle el no hacerlo. Sólo podía girar.
Partiendo de una excelsa base física (espigado, poderoso en cuerpo a cuerpo, con las piernas muy largas), entendió esto como una ventaja y no como algo que pudiera limitarle en el centro del campo. Por esto nunca habrá dos jugadores iguales: porque uno actúa y evoluciona según su experiencia, no por la del compañero. Por eso es tan importante atender a los procesos individuales de cada futbolista.
El caso es que Chukwuemeka ha irrumpido en la escena del fútbol europeo y pocos eran los que tenían alguna pista de él hace poco menos de un año. Debutó en Premier League el pasado 19 de mayo de 2021 con el primer equipo del Aston Villa, y en general siguió desarrollándose como una especie de mediapunta o interior de tercera altura muy relacionado con el giro. Porque, girando, pocos lo igualan.
Pero el giro ha de tener un dónde, un cuándo y un porqué que suele decidir el jugador. Y de este argumento nace su exhibición en el Europeo sub-19 como pivote izquierdo con vuelo. Fue imparable en los traslados de balón desde primera altura hasta área rival, con jugadas de carácter maradoniano una vez conseguía jugar, transformando cada recepción de espaldas en la base en ocasiones manifiestas de gol.
En general, Chukwuemeka es un futbolista imponente desde el plano físico, pero quedarse en esto sería injusto. Chukwuemeka es muchísimo más que su cuerpo. Es también la forma en que lo emplea, dejando a rival con las ganas de morder en acoso cuando el británico parece mal perfilado; es el para qué lo emplea, sabiéndose infinitamente superior en la recepción de espaldas y con la posibilidad de avanzar en conducción; es también el dónde lo emplea, siendo un futbolista muy valiente en el giro allá donde la mayoría lo son mucho menos. Es su habilidad con balón en espacios reducidos, en conducción, con oposición encima, de espaldas o de cara, con vuelo desde la base o esperando en tercera altura.
Chukwuemeka es, en definitiva, un futbolista con unas habilidades excelentes y una experiencia que lo consagra como otro talento con bárbaro potencial crecido (que no nacido o enteramente formado) en Inglaterra. El año que entra servirá para trazar realmente su impacto allá donde es llamado.
Si sigue en la Premier League… ¿cómo actuará según esta nueva experiencia? ¿Será tan valiente en el giro, o se cruzará una idea por delante que le haga cambiar? El fútbol se basa en procesos, cada cual goza del suyo y con él traza un sueño. El de Chukwuemeka, seguro, es que lo dejen fluir. Coartar las habilidades de tamaño talento sería un delito. Lo es en todos los casos, pero en este todavía más.