Seguramente el fichaje de Samuel Eto’o resuene en la historia del Barcelona para siempre de forma merecida. Como el tótem de Origen, el camerunés dispuso su inconfundible energía para ser la sangre del proyecto y despertar al Barcelona de un momento de duda, diciéndole en todo momento que el equipo estaría vivo para conectar con su gente y con la realidad. Aquel fue un movimiento ganador de Jan Laporta y con un significado similar llega Robert Lewandowski: recuperar el lugar perdido y hacerlo desde el gol, el grito más importante de entre todos los que hacen despertar a un club del letargo.
Siendo muy diferentes, entre las similitudes están que son delanteros centro fijadores, que atacan los espacios y las zonas, en el momento y con el instinto precisos, que atacan los verdaderos especialistas, los que se dedican por encima de todo a rematar situaciones más o menos claras. No son ninguno de ellos delanteros evolucionados en su relación con el juego, no exploran zonas lejanas ni sobetean el balón o lo piden y lo manipulan para inventar desde las ideas o la técnica jugadas nuevas. Las pueden mejorar con su primer toque o con sus fantásticos movimientos pero, como en el caso de Romario o Luis Suárez, ellos llegaron para que el resto esté tranquilo y garantizar el gol de una forma directa que respete la ortodoxia de su alrededor. Perfiles que, interrumpidos por fenómenos como Ronaldo Nazario o Leo Messi, suelen casar de manera perfecta con el Barça a pesar de que el ‘9’ siempre tenga cosas que aportar en los procesos de creación del equipo.
Ocurre en el caso de Lewandowski una transformación no demasiado habitual en su relación con el gol, creciendo hasta el punto de dominar el área sin posibilidad de hacerle ningún reproche como delantero centro. Su caso, además, está potenciado como pocas veces ha potenciado un club a su delantero, hasta el punto de que incluso con Pep Guardiola pero sobre todo desde la dirección deportiva, el Bayern ha construido todo su modelo deportivo en torno a él, hasta el punto de monopolizar la creación de ventajas para convertirlas en el ‘modelo Lewandowski’, que en modo parecido el Barcelona está replicando de manera evidente en los últimos 30 metros del campo.
El Bayern, desde la llegada de Robben y Ribery, ha poblado sus bandas de extremos de uno contra uno y de línea de fondo con los que girar al rival y también al propio Robert de cara a portería, siendo los jugadores más importantes sobre el campo y muchos de los grandes desembolsos económicos del club bávaro. Esta idea rompe con la de los laterales largos y los extremos que van para dentro en diagonal, idea que logró el sorpasso sobre los extremos puros. El Barça de Xavi va por el mismo camino, bajando e interiorizando a sus laterales para generar superioridad abajo ante presiones altas; otra superioridad en zonas de elaboración para lograr controlar la pérdida ante los robos y salidas del rival y un aclarado claro para los extremos como únicos hombres abiertos y profundos, concepto que busca hacer cima con la llegada de Lewandowski.
No en vano, los dos últimos mercados del Fútbol Club Barcelona se han enfocado en una misma idea con dos caras. La primera, ya descrita, hacer del equipo uno de extremos, invirtiendo mucho dinero, casi de forma exclusiva, en jugadores de ataque y de la última línea -Ferran, Aubameyang, Raphinha, Lewandowski- y buscando fórmulas de traspaso libre u oportunidades de mercado en mediocampo y defensa -Kessié, Christensen, posiblemente Azpilicueta-, sabiendo que Araujo, Eric, Gavi, Pedri o Nico necesitan partidos y confianza que no trastoquen llegadas de relevancia y mucho impacto económico. La segunda cara de este ‘modelo Lewandowski’, que avala la diestra mano de Mateu Alemany, es tratar de suavizar y hacer más fácil la vida a los canteranos -motores de identidad y relato- que acaban de llegar para rodearse de presión. Echarles al ruedo sin calidad ni pegada arriba tras la salida de Messi es complicar su crecimiento y sobrecargar su talento, personalidad y competitividad.
Conseguir que los jugadores más especiales, por identificación y pertenencia, puedan dedicarse a jugar y desarrollarse, sin pesos excesivos que cargar, mientras arriba se puede traducir todo en victorias, es asegurarles recompensa sin peajes, sobreesfuerzos ni frustraciones. Al fin y al cabo, Xavi va a encargarse de enriquecer desde la pizarra lo que va de Ter Stegen a Pedri, porque además ya no parte desde cero, sino con bastantes meses de trabajo y tutelaje. Desde Pedri hasta el final, el Barça ha apostado por construir un nuevo modelo Lewandowski que le acerque a los títulos, resultando cierta paradoja en la ecuación final: un verdadero ejecutor, frío como los mejores francotiradores, llega para que el club y su aficionado conecte con la esencia y vuelva a recordar.