«Las personas tal vez consistimos, en suma, tanto en lo que somos como en lo que no hemos sido, tanto en lo comprobable y cuantificable como en lo más incierto, indeciso y difuminado, quizá estamos hechos en igual medida de lo que fue y de lo que pudo ser» Javier Marías
El fútbol no escapa de lo que contó Javier Marías durante la entrega del Premio Internacional Rómulo gallego. Es un deporte que registra las gestas, las enumera y clasifica de forma autoreferencial pero que, en verdad, se explica mucho más por lo que un partido, un equipo o un jugador no fueron. Hay tanta verdad en lo que no sucedió como en lo que la historia se encargó de hacer emerger a la superficie como el relato imperante. Cada equipo forjado en la victoria tuvo un momento en el que no fue, o pudo no haber sido. El Bayern de Munich de Hans – Dieter Flick es a día de hoy el equipo más poderoso del mundo, pero hace no tanto era algo incierto e indeciso. Sin embargo, ya nadie se acuerda.
Dijo Miguel Quintana hace no mucho que este Bayern se parece al FC Barcelona de Pep Guardiola de 2009. No en la forma, sino en el fondo. Ambos equipos comparten unos lazos invisibles que los unen en el curso evolutivo del fútbol, que se encargaron, de forma distinta, de trasladar el balompié a un sitio distinto. El Barça, sin dudas, trascendió de una forma mucho más profunda, pero este Bayern, club forjado en la grandeza, inconmensurable en todas sus formas, es ahora el equipo puntero de Europa y el que mejor juega de todo el continente. Nadie domina tantos registros como los alemanes, nadie es tan eficaz ni mantiene una relación tan estrecha con el gol como los bávaros. Flick agarró a un equipo hundido en sus propias heridas y las sanó, revertiendo una situación que apuntaba a desastre. El fútbol es infinito, y cada día nos lo recuerda.
Alemania lleva años caracterizándose por modelos de juego muy flexibles que tienen como puntos en común la verticalidad, la presión adelantada y una conducta ofensiva en todos sus movimientos. Amparados por una enorme ductilidad, la escuela alemana con Bayern, Leipzig, Gladbach o Hoffenheim en la cabeza, son ahora mismo el punto más creativo del fútbol europeo. Para empezar bastaría con señalar que el Bayern es un equipo que ha superado lo que podemos denominar «El Trauma de la Estrella», es decir, que se ha superpuesto a las individualidades. ¿Es el Bayern mejor equipo con Gnabry que sin él? Indudablemente. Pero el mérito de este Bayern es haber sido capaces de importar el ideario de Flick, de procesarlo e integrarlo. Las individualidades ayudan, pero no son dogmas. Es un conjunto hiperactivo en el que cada jugador parece multiplicarse, abrasar al oponente hasta que este duda de cuántos futbolistas hay realmente en el campo. Nadie compite en Europa como ellos.
Y es que este verbo es la clave de todo el meollo. Ningún equipo esdeviene un gran conjunto si antes no ha aprendido a competir. Con la jerarquía y la personalidad arrolladoras de leyendas como Neuer, Müller o Lewandowski, los alemanes crecen en la adversidad, convirtiendo las trabas en alimento para su ego. Mirar a Müller celebrar los goles es como ver a un burócrata, en el término más sádico posible. Nada de celebraciones aparatosas. Brazos en alto, mirada infernal. Detrás de sus ojos, el Allianz teñido en rojo. Pero, ¿Cómo juega este Bayern?
Primeros pases y Kimmich
El Bayern de Flick fue el equipo que practicó el juego más atractivo en las grandes Ligas. Para ello se construyó sobre un juego realmente flexible y vertical, muy agresivo en los primeros pases donde los centrales cobran una gran importancia (Alaba y Boateng tienen un desplazamiento el largo sublime) sobre todo por su capacidad de jugar en largo. Ambos promediaron 5 pases en largo por partido en la pasada Bundesliga por encima del 58% de acierto. El Bayern tiene en sus primeros pases una estructura muy poco invasiva, con predilección por verticalizar desde el primer envío y tratar, así, de girar al rival ya en primera línea. Kimmich es la quintaesencia de este equipo, un futbolista absolutamente impresionante en fondo y forma que a sus 25 años está a un nivel irreal. Joshua donde no llega nadie. El jugador total. No solo es dominante desde el golpeo de balón, sino que tiene una inteligencia muy por encima de la media en cuanto a ocupación de los espacios y detección de los intervalos en los que actuar. Su sola presencia provoca que la salida de balón sea fluida. Amenaza en largo con 6 envíos por partido, batiendo líneas con una conducción potente o generando con primeros toques a lo Kroos. No tiene techo.
La marcha de Thiago Alcántara, que se fue dominando una final de Liga de Campeones como poquísimos futbolistas lo han hecho a lo largo de la última década, abrió un debate y una herida que el propio Bayern acalló sin mayor trascendencia. Aceptaron su marcha y siguieron engrasando la máquina como si nada. Con un Leon Goretzka, que debo reconocer que me dejaba muchas dudas gestionando el primer pase, muy potenciado por tener a Kimmich en el primer escalón, el Bayern ha tenido que reajustar su salida de balón sin perder su esencia. Goretzka flota, baja para sumar un soporte, pero su principal función es la de ser un atacante más una vez el balón va hacia el costada, esa zona de «No-Retorno». Una vez el cuero llega ahí, el Bayern no deja a su víctima.
Poquísimos equipos serían capaces de reponerse de un golpe como la baja de Thiago sin cambiar un ápice su forma de entender el juego. El Bayern es ahora una estructura completísima por encima de nombres y roles; un equipo que juega y compite por encima de todo.
Extremos postizos
Una de las claves del Bayern, quizás la más importante, es el rol de sus atacantes. Estructurados en un 4-2-3-1, normalmente quienes ocupan teóricamente los costados (Gnabry, Coman, Sané), tienen comportamientos muy relacionados con el juego a la espalda de los centrocampistas rivales, moviéndose en intervalos muy difíciles de detectar para el rival.
Tan importante es la recepción en zonas intermedias de los extremos como asegurar la amplitud si el extremo abandona el costado. Para ello, Flick dispone de un sistema muy fluido y móvil en el que constantemente se suceden desmarques de ruptura (normalmente del lado débil), laterales ganando amplitud y una constante de intercambio de posiciones entre los cuatro atacantes. Müller y Lewandowski, con su soberbio juego de espaldas y capacidad para atraer y liberar, son dos figuras capitales para potenciar el juego dinámico del Bayern en tres cuartos de campo. Sobre todo la figura del rejuvenecido Müller, que envejece añadiendo matices a un juego entre líneas al alcance de poquísimos delanteros. Su sensibilidad para detectar el espacio adecuado y de jugar de primeras para dejar al compañero de cara han hecho del Bayern un equipo mucho más rico e irreductible una vez logra girar la primera línea de presión rival.
Así pues, el Bayern es un equipo que prefiere verticalizar a contemporizar, porque es consciente de que, en caso de pérdida, su voracidad hará el resto. No tiene miedo a encajar, porque sabe que siempre marcará ese gol más que necesitan. Jugar con la sensación de que no le temes al error ni al gol deja al rival en un plano psicológico de inferioridad. El Bayern te tritura. En cada pase existe una intencionalidad venenosa que desnuda a su adversario y los acerca al gol, cargando el área con hasta cinco o seis futbolistas. Les da igual el cinturón de seguridad, porque gravitan en torno una confianza irreal. Esto solo se da una vez en la vida y ellos saben que ahora es su momento.
Hace un año era un equipo empujado a una reconstrucción que apuntaba a sangrienta, larga y dolorosa. Obligado a mantener a futbolistas del antiguo ciclo que parecía que ya se les había pasado el arroz con jugadores jóvenes que parecían estar lejos del nivel de sus antecesores. Pero Flick lo cambió todo. Y dejó de importar lo que podría haber sido, todo aquello que apuntaba dejó de existir para quedar solo lo que, al final, fue. El mejor equipo de Europa, en fondo y forma, construido sobre los mismos pilares que antes parecían quedarse cortos. El fútbol, a veces, es cuestión de perspectiva. Y de fe.