La primera gran sorpresa del Mundial ocurrió en la sede de la final del torneo. En el Lusail Stadium, la Albiceleste cayó ante el combinado número 51 en el Ranking FIFA. Arabia Saudí remontó con dos goles en los primeros minutos del segundo tiempo un inicial penalti a favor de Argentina, que parecía tener controlado el encuentro al descanso. En un debut marcado por la altura del bloque defensivo de Arabia, Argentina quedó en fuera de juego.
Hasta en siete ocasiones en la primera parte, los atacantes argentinos quedaron en fuera de juego. En un par de ellas, la jugada acabó en gol. Quizás la de Lautaro, a pase filtrado del Papu tras una recuperación en medio campo, que fue picada de manera soberbia por el punta argentino, la más justa. Pero todas bien arbitradas y que dejaban en claro el punto clave del encuentro. El bloque de Arabia Saudí, en 1-4-4-2 sin balón, estaba muy arriba, sin casi espacio real entre la línea de medios y defensas, mezclándose a veces entre centrales y medios; y Argentina quiso aprovechar que el espacio estaba a la espalda de ese bloque. Pero acabó verticalizando de forma continua, casi obcecado. A veces precipitando la jugada. A veces sin leer bien el momento del pase y el desmarque. A veces sin saber que los que tienen que romper al espacio no son los que fijan a los defensas, sino los que aparecen desde segunda línea.
Pero de todos modos, al descanso parecía no importar demasiado. Ganando y sin sufrir en área propia (a pesar de la buena zurda de Al Faraj -interior derecho en ataque- y la capacidad de Kanno para esconder el balón) pero sin disfrutar. Argentina había conseguido profundizar casi siempre por banda, porque por dentro, por mucho que apareciesen Papu, Messi o De Paul (más en la base), era difícil. Pero con esos envíos largos desde la defensa hasta las fichas que hacían de extremos (fuesen los laterales, Papu -con más tendencia al centro- o Di María), sí que habían podido después enviar hacia dentro la pelota y más cerca del área. Así llegó el primer remate de Messi a los dos minutos, salvado por Al Owais, y poco después un córner que se transformaría en el penalti (agarrón a Paredes) de gol argentino. Posesión y dominio, pero más mitad de campo que cerca del área rival. Y eso era mérito de Arabia.
Con otro envío en largo hacia Di María arrancó la segunda parte. Y fuera de juego. Y de ese golpeo de la falta, el balón -cabeceado y ganado por unos y otros- se queda sin dueño, hasta que Al Tambakti anticipa a Messi en campo sudamericano y el mediocentro Al Malki verticaliza rápido hacia la pareja de puntas. Al Buraikan (defendía en banda derecha, pero era más delantero que extremo) no controlaba, pero sí frenaba el balón para que Al Shehri batiese en velocidad a Cristian Romero y cruzase ante Emiliano Martínez. Y cinco minutos después, un balón desde el portero al lado débil de ese momento; Tagliafico y Papu que no aciertan a cabecear ante Al Buraikan; carrera y centro raso del lateral derecho, despeje de Otamendi, zurdazo de Al Abid (ingresado por el lesionado Al Faraj), despeje de testa de Romero ante un balón que se colaba, Al Dawsari que controla con más esfuerzo del que necesita para recortar a De Paul y buscar el palo lejano de Martínez, cuya estirada no es suficiente.
Arabia aprovechó la ola y revolcó a la candidata. Después de eso, mucho más de media hora (con descuento incluido se jugó otros 45 minutos fácil) para que Argentina le diese la vuelta a la situación. Y sí es cierto que Di María encontró varias veces el centro con el exterior y que Al Owais con sus manos y Al Tambakti con sus largas piernas cortaron las situaciones de más peligro para Argentina, pero nunca dio la sensación de volver a meterse en el partido. Ni con los cambios en la parte ofensiva (Julián Álvarez, Enzo Fernández o Acuña), ni cuando Arabia Saudí, ya más allá del 80′, acabó por dejar de defender a la altura del círculo central. Con 10 fueras de juego acabó Argentina, y con los tres puntos y la sensación de haber hecho historia, la valiente selección de Hervé Renard.