92 años y 22 ediciones después desde la primera Copa del Mundo, por fin habrá un representante africano en las semifinales de la competición. Lo ha logrado la Marruecos de Walid Regragui, después de dejar por el camino a, nada más y nada menos, que Bélgica, España o Portugal. Lo rozó Camerún en 1990, Senegal en 2002 y Ghana en 2010, pero finalmente ha sido Marruecos quien ha roto la barrera y ha logrado un histórico resultado para el continente africano. Y lo ha logrado en base a una solidez envidiable (1 gol recibido en 5 partidos), gracias a un trabajo colectivo que roza la perfección. Regragui apenas cogió el liderato de la selección en el pasado mes de agosto, y solo había tenido unos pocos amistosos para preparar la Copa del Mundo, pero ha sido más que suficiente. Lo que se vivió en el césped de Doha en la tarde del 10 de diciembre fue historia de los Mundiales. Sin más.
Marruecos contaba con las sensibles bajas de Nayef Aguerd y Noussair Mazraoui en la zaga, mientras que Fernando Santos tan solo modificó respecto al partido ante Suiza (6-1), con la entrada de Rubén Neves en lugar de William Carvalho. Es decir, Cristiano Ronaldo seguía en el banquillo en detrimento de Gonçalo Ramos.
De entrada, Portugal quiso evitar todo aquello que condenó a España. Es decir, exceso de horizontalidad, poca amenaza al espacio e infinidad de pases sin intención de amenaza. Los lusos, en los primeros minutos, lograron dañar buscando balones largos a la espalda de la última línea rival, lanzando desde abajo (de ahí la presencia de Neves, de gran desplazamiento largo), y buscando las incorporaciones de Dalot y Guerreiro por fuera. Logró generar amenaza Portugal gracias a que no se precipitaban buscando esos pases. Movían de lado a lado buscando atraer bloque rival, y había mucho movimiento sin balón para sacar rivales de zona y habilitar a un compañero entrando en ventaja. El partido había empezado bien para ellos, pero duraría poco.
Marruecos se hizo fuerte defensivamente gracias a varias individualidades clave, con Achraf Hakimi demostrando explosividad cerrando su espalda, Bono transmitiendo seguridad bajo palos, Saïss y El Yamiq defendiendo el área, y Amrabat ganando segundas jugadas cerrando carril central. Portugal se empezó a poner nerviosa y dejó de hacer todo lo bueno que estaban realizando previamente. Siguieron buscando balones largos hacia última línea, pero sin haber movido al rival previamente. Como consecuencia, los europeos eran un equipo larguísimo que no lograba imponerse en las caídas, y Marruecos aprovechó eso para inclinar la balanza a su favor.
A través de ese triángulo por derecha formado por Hakimi, Azzedine Ounahi y Hakim Ziyech, los africanos lograban salir de situaciones de presión, girar al rival y poner a Boufal o En-Nesyri a correr a campo abierto. El encuentro era de un escenario abierto, con ambos equipos teniendo sus oportunidades, y finalmente fue Marruecos quien se adelantó. En un gran centro desde la izquierda de Yahia Attiyat Allah (lateral izquierdo suplente, titular por la baja de Mazraoui y de gran actuación), En-Nesyri aprovechó las dudas de Rubén Dias y Diogo Costa para anotar un gol histórico. Portugal tenía toda la segunda parte para buscar el empate, pero Marruecos no iba a dejar que se les escapase esto.
A los cinco minutos de arrancar ese segundo acto, Fernando Santos no quiso esperar más y dio entrada a sus dos suplencias más discutidas, Joao Cancelo y Cristiano Ronaldo. Por parte marroquí, la lesión de Saïss debilitó aúm más la defensa, con tres de los cuatro titulares estando fuera del terreno de juego, y finalmente en el 65 Regragui optó por cerrar con línea de cinco atrás.
Apenas contó con un 18% de posesión Marruecos en la segunda parte, pero tampoco necesitó más. Portugal quiso cargar mucho el área y fijar con mucha gente arriba, pero salvo Bruno Fernandes, nadie se mostró con clarividencia para filtrar buenos pases y no precipitarse ante la agonía del escenario. Leao aportó desborde en sus intervenciones, y el doble pivote formado por Vitinha y Bernardo Silva no podía imaginarse más dinámico, pero Portugal se atascó. Los minutos pasaban y tanto Amrabat bloqueando carril central, Jawad El Yamiq protegiendo el área, y Bono en última instancia manteniendo el cero en la portería, eran los héroes de la función.
Tuvo una última ocasión Cristiano Ronaldo, ya en el tiempo de descuento, pero sin la explosividad de antaño llegó a posición de remate muy forzado y Bono atrapó sin problemas. Las lágrimas finales de Ronaldo simbolizan más que nada lo que significa una derrota en un Mundial. La agonizante espera de cuatro años y saber que, si fallas, no tendrás más oportunidades. Que las opciones son muy limitadas y no hay margen para el error. Fernando Santos, con la generación de oro portuguesa, se ha vuelto a quedar corto. Seguramente este haya sido el torneo, tras la victoria en la Eurocopa de 2016, donde mejor fútbol han desplegado, pero no ha sido suficiente. Los Joao Félix, Leao, Vitinha y compañía tendrán más oportunidades. Cristiano Ronaldo y Pepe, no. El fin de una generación que ha llevado a Portugal a escenarios inimaginables hasta que ellos llegaron. A su vez, una derrota que abre una nueva era para el fútbol africano. Marruecos 2022 ya es el mejor equipo africano en la historia de los Mundiales. Cayó una barrera y ahora se abre un abanico infinito de posibilidades.