Liverpool 1-1 Manchester City: alegato por la rivalidad eterna y el defensa imposible

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Antes que todo, gracias. A Jürgen Klopp y Pep Guardiola, quienes, con su Liverpool y Manchester City respectivamente, nos han dejado una rivalidad para la historia y para contar con los ojos llorosos a generaciones venideras. Su último capítulo se sintió como la película de una vida y el epítome de los últimos ocho años. Incluso, para dejarlo todo mejor, no ganó nadie. Porque el verdadero vencedor de esta rivalidad hemos sido nosotros, los espectadores.

Ante un Liverpool muy mermado y teniendo que utilizar a jugadores jovencísimos, poco acostumbrados a partidos de esta enjundia, fue el Manchester City quien salió al césped de Anfield dispuesto a dar un golpe sobre la mesa en esta apasionante pelea por la Premier League. No fue nada que los citizens no hagan con normalidad, pero se apuntaron el primer asalto del choque.

Alineaciones al comienzo del partido

Con los interiores llegando y doblando por fuera, generando superioridades a la espalda de los laterales, los de Guardiola encontraron su ventaja. Y aunque parece que el preparador catalán buscó concentrar sus esfuerzos en la banda izquierda, atacando el lado de los, de nuevo cabe recalcarlo, jovencísmos Bradley y Quansah, fue realmente por el otro costado donde hicieron daño. Se puede explicar esto a través del devenir de dos duelos individuales, y es que, si el lateral norirlandés controló a las mil maravillas a Julián Álvarez, por el otro lado Phil Foden, que llegaba en un estado de forma deslumbrante, superaba una y otra vez a Joe Gomez. La titularidad de este último, teniendo Klopp en el banquillo a Robertson y Tsimikas, se puede explicar por la mayor fiabilidad defensiva que aporta el inglés y, en especial, su mayor contundencia defendiendo cambios de orientación, jugada marca de la casa del Manchester City con Rodri lanzando al desmarque entrante por la banda derecha. Pese a ello, pese a esa preparación del entrenador local, Phil hizo de las suyas.

Pasado un cuarto de hora, con el Liverpool habiendo resistido el vendaval, el choque cambió. El equipo mancuniano, uno que presume de tener una de las mejores estructuras de presión del mundo, se vio sorprendentemente superado y descoordinado en esa faceta. Cabe explicar el porqué:

Construía el Liverpool con tres jugadores en su primera línea, utilizando a Joe Gomez, lateral, como un central más. Respondían los de Guardiola igualando con Haaland y los extremos, lo que provocaba que Julián Álvarez le saltaba a Jarell Quansah. Con Bradley muy profundo en la banda, Harvey Elliott metiéndose dentro para crear la superioridad, y el City defendiendo en inferioridad a causa de la explicada ausencia del argentino en esas facetas, el desajuste estaba hecho. Pero una cosa es lo que cuenta la pizarra y otra la que pasa en el campo, y ahí cabe mencionar el mérito, un día más, de Alexis Mac Allister. Muy, muy pocos jugadores en el mundo están a su nivel en los últimos meses. El ex del Brighton daba fluidez a las posesiones, giraba líneas y conectaba con los jugadores de ataque, buscando mucho las fijaciones y los desmarques sobre última línea del delantero Darwin Núñez. Echaron quizás un pelín en falta los de Klopp una versión algo más resolutiva de Dominik Szoboszlai, aunque el húngaro acababa de salir de lesión.

Cambió la presión Guardiola, consciente de su inferioridad en ese apartado, pasando a soltar a Bernardo Silva sobre primera línea y permitiendo a Julián Álvarez trabajar más sobre Bradley en su costado. Entró entonces el choque en un escenario abierto donde De Bruyne conducía transiciones y permitía salidas a los suyos, Wataru Endo era un pulpo cerrando las caídas y permitiendo a los suyos volver a atacar y donde Virgil van Dijk y Erling Haaland tuvieron su esperado duelo. El que cualquier guionista de la Premier League habría firmado. Noruego y neerlandés se batieron en una situación a campo abierto donde eran ellos dos ante el mundo, como dos gigantes cuyas pisadas resonaban y eran un sonido atronador. Allí, Virgil se volvió a imponer. Fueron varios pasos con la mayor de sus determinaciones obligando al delantero al que todos temen a encerrarse a sí mismo y acabar con un tiro forzadísimo. Increíble. El mejor defensor del mundo años atrás ha vuelto a ocupar, en solitario, ese trono. Uno de los mejores que ha conocido la voluminosa historia de este deporte.

Con el partido igualado, llegó el gol visitante. Fue una acción a balón parado diseñada a las mil maravillas, de esas que son capaces de desnivelar encuentros de este calibre. De Bruyne centró muy cerrado, Aké bloqueó, Stones llegó antes que todos y el balón entró en la portería de Kelleher. Lograda la superioridad en el marcador, Guardiola fue conservador y mandó a su equipo un poco atrás, protegiéndose cerca del área y buscando oportunidades en transición con esa pareja mortífera que forman belga y noruego. Así nos fuimos al descanso.

Y nada más comenzar el segundo acto, un error de Aké en su cesión a Ederson, sumada a la creencia intacta en sus posibilidades que tiene Darwin Núñez, acabó con el uruguayo derribado en un penalti que transformó Alexis Mac Allister. Los siguientes 20 minutos fueron el perfecto ejemplo de que el factor ambiental, constantemente denostado y olvidado en el fútbol moderno, sigue teniendo obvios y amplios márgenes para influir en los partidos. Y no hay mejor ejemplo de esto que el mayor exponente del control que haya conocido este juego en sus últimos años, Pep Guardiola, volvió a sucumbir ante ese enemigo invisible que, cuando prende, no se puede rebajar. El City se volvió a empequeñecer ante un Anfield encendido.

Endo, Quansah y Van dijk convirtieron el campo en unidireccional. Los golpes del Liverpool llegaban por todas partes, el ritmo era infernal y hasta Guardiola tuvo que prescindir de De Bruyne, absorbido por el mediocentro japonés en esa segunda parte, para intentar recuperar el control. Tan solo tres fallos clarísimos de Luis Díaz provocaron que la sangría no pasara a mayores y el encuentro siguiera vivo.

Una pérdida de Mac Allister en mediocampo y un larguero de Foden volvieron a meter a los visitantes en el partido. Sus cambios, tanto los obvios como las entradas de Kovacic y Doku, como el cambio de roles entre Foden y Bernardo, aportaron la pausa perdida. Pasaron los de Manchester a buscar ataques posicionales larguísimos, juntando pases no tanto con la intención de dañar sino con el deseo de que no le corrieran y le metieran en su área. Estaba el partido muerto, encaminándose hacia un final tranquilo, cuando Luis Díaz, inmune a los fallos, invulnerable al ambiente, se inventó una jugada verdaderamente maradoniana que volvió a modificar el moméntum emocional del choque e impulso al Liverpool, ante su gente, en el tramo final.

Alineaciones al final del partido

No lograron culminar los de Klopp y la sensación es que, pese a sus numerosas bajas, dejaron salir vivo a su rival. También las tuvo el City, pero se chocaron una y otra vez contra ese muro llamado Virgil van Dijk. Los seguidores del Liverpool cantan cada semana en los aledaños de Anfield eso de «creían que nuestros días habían terminado, que ya no éramos famosos, pero volvemos a dominar el país», algo que se relaciona perfectamente con su nuevo capitán, quien ha vuelto a unos niveles sencillamente imposibles para el resto de los mortales. Un jugador histórico al que la historia, valga la redundancia, tratará como tal.

Se acabaron los Guardiola vs Klopp. Sus relatos de gloria y tragedia pasan ahora a formar un capítulo más, de la interminable lista, que englosar bajo ese título de que cualquier tiempo pasado fue mejor.

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Hugo Marugan
Fútbol. Para disfrutarlo, para aprender y para contarlo.

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