Hallo, wie geht’s? Espero que estés muy bien hoy, con ganas de ver partidos de la Eurocopa y con ganas de tomar un café para aprender con varios textos que hablan de historias alternativas del futbol de Alemania. Veremos una historia por cada ciudad, con temas de geografía, historia, cultura, sociedad y más. Partimos ahora desde la capital, y aprovechamos que estamos en año olímpico para sumergirnos en su torneo de futbol.
Recomendación musical
Los primeros pasos del cine en Alemania no se pueden entender sin la participación de Marlene Dietrich. Nacida en Berlín en 1901, para la década de los años 20 había alcanzado cierta fama en su natal Alemania con papeles protagónicos en teatro y cine, pero todo explotaría gracias a la película El ángel azul dirigida por Josef von Sternberg. A partir de ahí aterrizaría en Hollywood para brillar por luz propia, siendo musa de directores como Alfred Hitchcock y Orson Welles. Ella usó su posición para salvar a gente durante la II Guerra Mundial. En 1999, el American Film Institute la colocó en novena posición de un listado de mujeres íconos del cine. Esta es una canción de 1933, Allein in einer großen stadt (Sola en una gran ciudad).
Qué nos ofrecía la década de los 30
1936 lucía como un año alejado por fin del terror de la Gran Guerra. El mundo parecía encaminado después haber sido tumbado por el crack de la bolsa de Nueva York en 1929, Estados Unidos. El mundo parecía ahora concentrado en saber qué teoría económica conduciría sus destinos: si el capitalismo o el socialismo. La tecnología empezaba a acercar el mundo, aportando barcos para surcar los océanos; la gente se podía conectar con ciudades en otros continentes con el telégrafo y el teléfono, y los habitantes de cada vez más casas tenían una radio, por lo que podían escuchar música favorita y podían escuchar las noticias en tiempo real. El art déco tenía su cenit en esta década, Charles Chaplin era el icono cinematográfico.
En el aspecto ideológico, estos eran tiempos bastante interesantes, por decirlo de manera amable. El socialismo a rajatabla aplicado desde Moscú terminó matando de hambre a los habitantes de su granero, Ucrania. Este episodio, conocido como el Holodomor (Голодомор), aún despierta dolor al ser recordado, más con el conflicto entre Rusia y Ucrania. El imperialismo japonés comenzaba a poner nervioso a medio continente asiático. Los coreanos trataban de advertir, pero nadie los escuchaba. Las potencias coloniales, como Inglaterra y Francia, mal que bien mantenían sus posesiones; esa llama de la libertad intentaba inflamar los movimientos independentistas (como India, Canadá, Australia y Nueva Zelanda), pero aún no era lo suficientemente fuerte como para alumbrar al mundo.
Pero lo más candente estaba en Europa. Benito Mussolini llevaba ya una década imponiendo su voluntad a través del fascismo y ya tenía a Etiopía en la mira para cobrarse la revancha de finales del siglo pasado. España había pasado de la dictadura del general Primo de Rivera a la Segunda República. Francia caminaba sobre cascarones de huevo y no lograba saber qué gobierno quería. Y en Alemania el Partido Nacionalsocialista estaba al mando desde 1933, y al poder como canciller estaba un aspirante a pintor venido desde Austria: Adolfo Hitler.
Unas olimpiadas con propaganda recargada
El Führer Hitler de pronto se encontró con que en 1936 había que organizar los Juegos Olímpicos. Dos años antes de su ascensión al poder, mientras estaba la República de Weimar, Berlín le había ganado a Barcelona la carrera por esta justa olímpica con justicia. Esta ciudad condal a la postre intentaría ganar la carrera por las malas anteponiendo la Olimpiada Obrera ese mismo año, lo cual terminaría no llevándose a cabo. Resulta que el día anterior a su comienzo, se registró un alzamiento popular, que desembocaría en la Guerra Civil. Pero esa es otra historia.
Regresemos a nuestra historia. Para que Alemania renaciera, esos Juegos Olímpicos tenían que gritar su grandeza, y darle todo ese brillo al régimen nazi. Era la oportunidad perfecta para echar a andar la maquinaria de la propaganda que luego se perfeccionaría: Joseph Goebbels como cabeza, el futuro ministro de armamento Albert Speer y la controvertida directora de cine Leni Riefenstahl. Un cuadro de lujo que realizó su tarea con creces.
El 1° de agosto de 1936 fue el día marcado. El lugar, el majestuoso Olympiastadion. La inauguración tuvo a los atletas haciendo el saludo de origen romano en honor a Hitler. Antes de aparecer el Führer, el majestuoso dirigible Hindenburg hizo acto de presencia desde las alturas. Después de Hitler, llegó la llama olímpica venida desde Olimpia, Grecia. Cruzó este país, Bulgaria, Yugoslavia, Hungría, Austria, Checoslovaquia y finalmente Alemania. Fue la primera ocasión que la llama era traída por relevos dispuestos a lo largo de los 3.422 km que medía la ruta. El último relevo fue Fritz Schilgen, símbolo de la juventud deportiva alemana y poseedor de una beldad a la hora de correr. El grito de este mundial resonaba: “Ich rufe die Jugend der Welt” (Llamo a la juventud del mundo).
Para esta justa olímpica se dieron cita 3.964 atletas procedentes de 49 países. Todos ellos compitieron en 129 eventos de 19 deportes, albergados en su mayoría en el Reich Sportfeld. Fueron 16 días de arduas competencias.
Estos fueron los eventos más destacados de dichos Juegos Olímpicos:
Corea se hizo presente en el maratón. Sohn Kee-chung (손기정) y Nam Sung-yong (남승룡) hicieron el 1-3 en el maratón, pero dichas medallas fueron a parar a Japón por la ocupación de este imperio a la península.
En levantamiento de pesas, tuvimos una extraordinaria sorpresa. Desde Egipto llegó Khadr El-Touni (خضر التوني) que la rompió en el peso medio. Superó por 15 kg a su más cercano competidor, los favoritos Rudolf Ismayr y Alfred Wagner. Adolf Hitler quedó tan impresionado por su desempeño, que no solamente lo felicitó en persona, sino que le puso su nombre a una calle de la villa olímpica.
El relevo femenil 4×100 estuvo lleno de emociones. Alemania era la favorita, pero soltó el relevo y Estados Unidos lo remontó para llevarse el oro. En ese equipo estaba Betty Robinson, oro en 100m planos de Amsterdam y sobreviviente a un accidente aéreo.
El estonio Kristjan Palusalu es hasta el momento el único que ha ganado ambas categorías de lucha, la grecorromana y la libre.
Como desde 1928 hasta 1956, India se llevó el oro en hockey sobre pasto. En unos juegos cargados de eugenesia y animadversión hacia los judíos, los indios recibieron felicitaciones de Alemania… simplemente porque en su concepción, son indoarios. Cosas de la ideología.
Con 13 años de edad, la estadounidense Marjorie Gestring ganó el oro en 3m de clavados.
De medallistas destacados, tenemos a la neerlandesa Rie Mastenbroek (tres oros y una plata en natación) y los alemanes Konrad Frey y Alfred Schwarzmann, ambos en gimnasia.
Definitivamente el héroe de esta justa olímpica, fue el estadounidense Jesse Owens, con cuatro oros en 100 metros planos, 200 m planos, relevos de 4×100 y salto de longitud. En esta última competencia recibió consejos del deportista consentido del régimen, Luz Long. Se dice que él solo tumbó el mito de la superioridad aria al ser un atleta afroamericano; sin embargo, hay que aclarar que en realidad sí recibió una felicitación del régimen nazi, a diferencia de su propio gobierno de la Casa Blanca. Recordemos que en ese entonces la segregación estaba a todo lo que daba en Estados Unidos.
Por esas victorias sonadas de Estados Unidos frente a Alemania, se cree que tuvieron un efecto negativo en la percepción de la superioridad que los nazi quisieron gritar a los cuatro vientos. La realidad es que el anfitrión sí ganó más medallas que nadie: 38 oros y 101 totales, por 24 de oro y 56 totales de Estados Unidos.
En cuanto a Latinoamérica, Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, México y Uruguay fueron las naciones que participaron. Mientras Bolivia y Costa Rica hicieron su debut, dos países fueron los que ganaron medalla: Argentina con 2 de oro, 2 de plata y 3 de bronce, y México, con tres bronces.
El torneo olímpico de futbol
El futbol regresó al programa olímpico, después de su ausencia en Los Ángeles 1932. Ahora había una diferencia. El futbol ya tenía su copa mundial y eso alteraba los criterios para participar ahí. Los países que quisieran participar tendrían que ser amateurs o que tuvieran apoyo del gobierno.
Para este torneo, Berlín dispuso cuatro canchas:
- El Mommsenstadion. De capacidad de 15.000 espectadores, era la casa del SCC Berlin. Era el estadio más pequeño.
- El Gesundbrunnenstadion. Con capacidad para 35.000 aficionados, era la primera casa del Hertha Berlin.
- El Poststadion. Aforo para 45.000 espectadores, era el estadio para el equipo del servicio de correos, Reichspost.
- El Olympiastadion. No necesita presentación, ya hablamos de él en el texto de la ciudad.
En este torneo, participaron 16 naciones:
- De Europa: Alemania, Austria, Finlandia, Gran Bretaña, Hungría, Italia, Luxemburgo, Polonia, Noruega, Suecia y Turquía.
- De África: Egipto.
- De Asia: China y Japón.
- De América: Estados Unidos y Perú.
El torneo tenía una mecánica simple: eliminación directa, tiempo extra en caso de empate y repetición al día siguiente de ser necesario.
Vayamos con las acciones del torneo:
Octavos de final
El 3 de agosto comenzaron las hostilidades con un Italia vs. Estados Unidos. El vigente campeón del mundo en casa se vio obligado a alinear un equipo con 10 cambios, dentro de los cuales tuvimos mundialistas en Francia 1938, como Alfredo Foni, Pietro Rava y Ugo Locatelli. Aun cuando eran favoritos, tuvieron un inicio en frío; cada jugador hacía prácticamente lo que hacía. Un solo gol de Annibale Frossi metió a gli azzurri a cuartos. Más tarde, Noruega se presentaba con un equipazo lleno de leyendas como Reidar Kvammen, primer noruego en llegar a las 50 convocatorias con la selección, y Jørgen Juve, hasta la fecha el máximo goleador también en selección. En frente estaban los turcos, con el futuro presidente del Beşiktaş, Hakkı Yeten; al crack de los años 30 del Fenerbahçe, Fikret Arıcan, y Sait Altınordu, que escogió su apellido por amor al único club en el que militó. Aun con ese equipo, Turquía no opuso resistencia y se marchó con un 4-0.
Al día siguiente, tuvimos la primera campanada del torneo. Suecia, bronce en París 1924, en el medio tiempo lo ganaba 2-0 frente a Japón, país que marcaba el debut asiático en el futbol olímpico, pero esta selección llena de estudiantes de la Universidad de Waseda entre otras, tuvo una reacción inspiradora que les llevó a ganar 3-2. Nadie lo podía creer.
Horas después, Alemania debutó en un día de campo a priori, porque le tocaba jugar contra sus vecinos de Luxemburgo. Esta selección alemana que alineaba a futuros hombres ilustres como Heinz Ditgens, Rudolf Grammlich y Fritz Buchloh hizo valedero el pronóstico y destrozó a los luxemburgueses 9-0.
El 5 de agosto, tuvimos un duelo fraternal entre Polonia y Hungría. Hay que decir que los magiares tuvieron que llevar una alineación alterna como una de las mejores escuadras de Europa central. Esto fue aprovechado por los polacos, que ganaron 3-0. Y después, los rudimentos del Wunderteam austriaco derrotaron a Egipto 3-1.
Finalmente el 6 de agosto se cerró la fase de octavos de final. Primero, venía Perú. En esos momentos era una de las mejores selecciones de Sudamérica, aunque no lo pareciera por la ausencia de los finalistas de Ámsterdam 1928, Argentina y Uruguay. La selección incaica tenía el temido rodillo negro conformado por José María Lavalle, Adelfo Magallanes, ‘Lolo’ Fernández, Alejandro Villanueva y José Morales. Y Lolo Fernández tuvo una tarde mágica al anotarle cinco tantos a los pobres finlandeses, que terminaron sucumbiendo 7-3.
Para finalizar, los británicos fueron los que más sufrieron con el criterio del amateurismo por lo organizado que estaba el futbol en las islas británicas. Por ello trabajaron un partido ante los chinos, y lo ganaron apenas 2-0.
Cuartos de final
No hubo tiempo de descanso para la pelota, porque el 7 de agosto comenzaron los cuartos de final.
El primer partido era entre Italia y Japón. Tras el partido relativamente estéril de los italianos, el míster Vittorio Pozzo tuvo que realizar modificaciones para jugar contra los nipones. Le dio entrada a Carlo Biagi del Pisa. Funcionó a la perfección. Se despachó con cinco goles, que contribuyeron a la humillada 9-0 a los japoneses. Por cierto, se dice que en Japón aún así estaban tan satisfechos por su participación, que decidieron que el color azul de su uniforme se quedaría desde entonces como su imagen.
Más tarde teníamos el plato fuerte. La selección alemana jugaría contra Noruega, con todo e invitado especial. El Führer vendría a atestiguar si su selección era tan fuerte como decían. Decían los que sabían que este era el primer partido de futbol que veía en su vida. Tenía la agenda tan apretada porque estaba entre ver pasar a esta selección o la competencia de canotaje en el Curso de Regata Berlin-Grünau en el lago Langer See y eran 64 km de distancia entre ambas. La cosa es que el partido no resultó como se esperaba. Un doblete de Magnar Isaksen (minutos 7’ y 83’) decidieron el partido. Hitler se tuvo que ir ni bien acababa el partido.
Al día siguiente, el partido de Polonia y Gran Bretaña apuntaba a ser un partido lleno de emociones y goles. No decepcionó. Polonia sacó su arsenal y de un descuido lo remontaron y antes del minuto 60’ ya lo ganaban 5-1. Gerard Wodarz estaba imparable con sus tres anotaciones en un lapso de 10 minutos. Los británicos sacaron su característico orgullo y con todo y la desventaja de jugar amateurs contra profesionales de facto anotaron tres goles. 5-4 y el juego estaba en el alambre. Lástima que a Gran Bretaña se le acabó el tiempo y quedó eliminado, pero al menos podían estar orgullosos de que el heroísmo casi les hacía lograr la épica.
Y para cerrar la jornada, el partido que sería recordado por generaciones. Perú se medía a Austria. En París y Ámsterdam los sudamericanos callaron bocas de manera magistral, pero el mundial en Italia salieron a las primeras de cambio. No era un equipo de la triada Argentina-Uruguay-Brasil, y encima Austria venía de las semifinales en Roma. No faltaban los que subestimaban a los peruanos; una cosa era vencer a una selección de tercer orden, y otra era enfrentar a una de las favoritas para subirse al podio. Tal parece que esas personas veían que sus pronósticos se estaban cumpliendo; para el medio tiempo ya lo ganaba Austria 2-0. Tan pronto nos acercábamos a los últimos 15 minutos, Perú reaccionó. Un gol de Jorge Alcalde y otro de Fernando Villanueva lograron la hazaña de empatar. Estaban mostrando pundonor y gallardía los sudamericanos, y daban atisbos del sensacional triunfo de la Copa América tres años después.
Por ahora regresemos al partido. Llegó el final del tiempo reglamentario, y con él llegaba el primer partido a definirse en tiempo extra. Los peruanos se dejaron venir con todo, Austria no veía la luz. Perú metió un gol… anulado por el réferi noruego Thoralf Kristiansen. Eso no los detuvo. En total, fueron tres las anotaciones invalidadas, pero el asedio fue tal que a punto de irnos a otro partido de desempate Teodoro Villanueva marcó el gol con todas las de la ley. Y por si no había quedado claro, Lolo Fernández contribuyó a remachar la victoria.
Perú había ganado 4-2, y los austriacos estaban fúricos por esa decepción. Ellos culpaban al pésimo Poststadion, que no era un estadio digno para unos Juegos Olímpicos, y luego la excusa perfecta: los aficionados peruanos invadieron la cancha para celebrar con sus muchachos al final del tiempo regular. En sus palabras, uno de ellos hasta tenía una pistola. Pedían que se repitiera el partido. La FIFA entonces decidió una junta para dirimir el asunto al día siguiente a las 10:30 de la mañana.
La delegación austriaca estuvo puntual y la FIFA comenzó su junta. Escucharon la versión de Austria. Esperaron y esperaron a los peruanos, pero no se presentaban. Lo que no sabían es que la delegación peruana estaba al tanto de la reunión, pero se estaban demorando porque casualmente ese día 9 de agosto había un desfile en las calles. Cuando al fin pudieron llegar a la junta, la FIFA ya había tomado una decisión: le había dado la razón a Austria, se repetiría el partido el 10 para obtener el rival de los polacos en semifinales.
Los peruanos habían tenido suficiente humillación. Se habían ganado el derecho de pelear por una medalla y por chismes de austriacos que no sabían perder no les validaban ese triunfo. Comenzaron a sospechar que quien estaba detrás de todo esto era Hitler, porque no podía aceptar que su país natal fuera echado de un torneo por un país visto por encima del hombro. No se quisieron prestar a ese juego y la FIFA le dio el pase a Austria. Al saber esta noticia, el presidente peruano Óscar Benavides Larrea retiró a toda la delegación que estaba representando a Perú. Los colombianos se solidarizaron y también se fueron. Argentina, Chile, México y Uruguay mandaron mensajes de solidaridad. Y no te cuento lo que sucedió en Perú: derribaron la bandera olímpica, apedrearon el consulado de Alemania, no permitieron que buques de ese país desencallaran en Callao (sí, el verbo es una ironía).
Semifinales
El 10 de agosto en el Olympiastadion lleno hasta las banderas Noruega se enfrentaba a Italia. Es cierto que Italia era la vigente campeona del mundo y Vittorio Pozzo ya tenía una huella de juego, pero este era un equipo poblado de universitarios que hasta hace un mes no se conocían y su rival era el que había sacado al anfitrión de manera inapelable.
Noruega tenía el talento y los nombres, por mucho. Italia a su vez tenía al DT campeón del mundo que sabía sacar agua de cualquier pozo. Fue un partido disputado que se saldó con un empate a un tanto, pero el quinto tanto de Frossi en la competencia durante el tiempo extra le dio a Italia el pretexto perfecto para emprender una defensa con uñas y dientes. Al fin, el silbatazo fue una válvula de escape. De alguna manera estaban en la final, algo que a mediados de julio era un sueño imposible.
Al día siguiente, Polonia se vio las caras con Austria. Había optimismo con el equipo eslavo: ya habían vencido dos veces a la versión amateur de los austriacos, pero ahora venían cambios. El que hasta la fecha se recuerda con cierto coraje es el de Fryderyk Scherfke, baja por tener costillas rotas durante su enfrentamiento contra los británicos. Cuando todos apuntaban a que sería Michał Matyas, el entrenador Józef Kałuża mandó al matadero al debutante Walentyn Musielak. Según reportes de periódicos polacos, el juego de Polonia no fue el que se mostró contra Hungría y Gran Bretaña. Polonia atacaba, pero con una tremenda desorganización, tanto que los austriacos aprovecharon las que tuvieron. Ese 3-1 los catapultó a la final.
El momento de la verdad
Tengo una máxima que dice que los partidos por el bronce suelen ser mejores que la final. En este caso, el partido entre los noruegos y los polacos fue el mejor del torneo. Fueron 25 minutos de frenesí puro que se tradujeron en un empate a dos tantos. Aunque no caían más anotaciones, nunca faltaron acciones de peligro en las áreas. Cuando todo parecía indicar el alargue, la suerte le sonrió a Noruega. Brustad, que ya llevaba un doblete, disparó, pegó en el travesaño, pero el balón rebotó en la espalda del arquero Albański.. y para dentro. Faltaban apenas cinco minutos para dar por finalizado el tiempo reglamentario. Así de aleatorio puede ser el futbol. Arne Brustad sería reconocido como el mejor futbolista de Berlín 1936.
Y al día siguiente, el magno partido para dirimir el recipiente de la medalla de oro. ¿Serían los chicos maravilla venidos de la bota itálica, o serían esos magníficos jugadores austriacos? Hay que decir que los alpinos ahora eran considerados favoritos para llevarse la gloria olímpica simplemente por química de juego, pasajes de partido y poderío al ataque. Sin embargo, los italianos emprenden una táctica defensiva que les lleva a ponerse a salvo nada más acabar el primer tiempo.
Cuando pintaba un 0-0, Frossi inauguraba el marcador al 70’. Y cuando Austria peor la pasaba, Kainberger empataba el partido ocho minutos después. Y dos minutos después de reanudar el partido para el tiempo extra, Frossi se hacía presente. Su nombre era Annibale, le decían “Annibale il Cannibale”; tendría seis años de vida como jugador en el Inter. Este jugador de pronto se encontró con el balón con su pierna izquierda. No era zurdo, pero en ese preciso instante ni lo pensó, y pateó con fuerza para el gol que otorgaba la victoria. Esa también era la anotación que lo distinguía como el máximo romperredes. Benito Mussolini volvía a sonreír; el fascismo tenía un megáfono en el futbol. Y por supuesto los universitarios recibían la gloria rodeados de 85.000 almas. Fue la mejor manera de celebrar el Ferragosto.
Legado de Berlín 1936 para el futbol
Los integrantes del podio futbolista olímpico fueron atípicos:
- La medalla de bronce es la única que han ganado los noruegos en su historia.
- La medalla de plata es la única en el palmarés del futbol austriaco.
- Después de haberse quedado a las puertas de la final en Amsterdam 1928, Italia ganaba por fin el oro. Para un país con tanta tradición en este deporte, sorprende que ese haya sido apenas su único metal dorado cosechado.
- Por cierto, tuvimos dos países que regresarían a Alemania por sus fueros.
- Polonia se regresó de Berlín con las manos vacías cuando marchaba como favorita para birlarse una medalla, pero pocos imaginarían que Polonia se bañaría en oro 36 años después, solamente que en Múnich. Y también fue la única presea dorada de su historia.
¡Y qué decir de los italianos! 70 años después y también en un Olympiastadion modernizado Italia volvería a acariciar la gloria, ahora como campeón mundial de la FIFA.
Berlín es la ciudad que te pone una piel de camaleón y te permite ser lo que tú quieres ser. Puedes adoptar el color de tu armadura para siempre, puedes marcharte con tu dignidad intacta aunque no seas reconocido por prejuicios, puedes marcharte con la satisfacción de casi haber conseguido una remontada a pesar de todo, puedes marcharte sin ningún premio no obstante marchar como favorito, puedes obtener la única medalla de tu historia, puedes salir con un cheque en blanco que años después cobrarás y puedes ganar un torneo con una cuadrilla de universitarios enfrentando a hombres experimentados.
Ese es el legado de la 10a edición de los Juegos Olímpicos celebrados en la capital alemana, ese es la versión futbolística del mayor aparato de propaganda. El mundo descendería a los infiernos tres años después, pero ¡a quién le importaba! Los Juegos Olímpicos acababan con un éxito deportivo sin precedentes y la humanidad podía competir en cualquier escenario.
Fuentes
La República. A 86 años de Berlín 1936: ¿es verdad que la Bicolor aplastó a Austria y Adolf Hitler anuló el partido? 8 de agosto de 2022
Spoden, Jeff. La historia global de años 30. World History Project. Fecha desconocida.
Mariottini, Diego. Berlino 1936, il Ferragosto d’oro del calcio italiano. Revista Contrasti. 15 de agosto de 2021
Dwernicki, Bartosz. Polska na igrzyskach #2: Pierwszy sukces. Retofutbol.pl. 2 de junio de 2017
Recapitulemos
El año 1936 marcó un hito en la historia del fútbol mundial, no solo por la disputa del torneo olímpico en Berlín, sino por el contexto político que lo rodeó. La Alemania nazi, bajo el liderazgo de Adolf Hitler, vio en los Juegos Olímpicos una oportunidad para mostrar al mundo su grandeza y la superioridad de la raza aria. El fútbol, como deporte popular y de masas, se convirtió en una herramienta clave para la propaganda nazi.
El torneo olímpico de fútbol contó con 16 naciones participantes. El equipo que más sorprendió fue Perú, que con un fútbol vistoso y combativo logró llegar a cuartos de final, donde protagonizó una polémica con Austria que lo dejó fuera del torneo.
La final del torneo enfrentó a Italia y Austria, dos equipos que habían mostrado un gran nivel durante todo el campeonato. En un partido intenso y disputado, Italia se impuso por 2-1, gracias a los goles de Annibale Frossi y Pietro Rava. La victoria italiana fue celebrada con fervor por el público nazi, que vio en ella la confirmación de su superioridad.
Nos vemos la siguiente. Auf wiedersehen!