A partir de mañana pienso portarme bien. Quiero elegir mi reencarnación. Y ser futbolista croata. Ese país que desafía a la metafísica, no solo por la longevidad de algunos de los animales mitológicos que conforman su selección, sino precisamente porque son capaces de sobreponerse a cualquier adversidad. Respeto todas las opiniones, salvo las que traspasan ciertos límites, evidentemente, pero soy incapaz de comprender que haya personas que le deseen el mal a esta selección. Considero que no existen argumentos futbolísticos para ello. Porque lo de Croacia no es deporte, es un ejemplo de vida. Resiliencia. Humildad. Coraje. Rebeldía. Amor propio. Podríamos estar así toda la noche, pero el calendario aprieta. Hoy los de Zlatko Dalić, el padre de una generación inolvidable e irrepetible de esta forma, hicieron un partido casi perfecto dentro de sus limitaciones. Con una fe sobrehumana. Son competitivos hasta para prepararse el desayuno. Prácticamente nadie, y yo el primero, pensaba que pudieran pelear así en pleno 2024. Pero ellos sí, son únicos. Cuanto más tocados parecen, más vidas extra se sacan de la manga, cual felino. Y Luka Modrić, leyenda infravalorada en mi opinión, a sabiendas de que todos le rendimos pleitesía, personifica todo esto y mucho más. A pesar de que esta 2023/2024 le ha metido unos cuantos años encima.
Yo lo digo abiertamente. No vi tres jugadores que alcancen su dimensión. Incluso, cada día dudo más si la cosa queda en uno solo. Y subo la apuesta: no tuve el gusto de ver ninguno que me emocione más por lo que hace con una selección que también es la más emocionante, incluida la española. Es una opinión, de alguien que nació en 1997 y al fútbol en 2005, más o menos. Casi cuando Lukita comenzó a ser internacional por su país, vaya tela. Esa trayectoria, absurdamente exitosa hasta niveles inimaginables, merecía un final feliz. No este. Fallar otro penalti que supusiera la eliminación sería un castigo que nos haría plantearnos muchas cosas sobre la divinidad. Le pasa un poco lo que a Rafa Nadal ahora que lo pienso. Finales excesivamente crueles con los más luchadores y comprometidos con la causa. De los que crean escuela y cambian el deporte en su país. Pero él evitó que pensásemos en el más allá. Como siempre. Tras el penalti, mal lanzado, que atajó Donnarumma, invirtió 5 segundos en lamentarse, tirándose de los pantalones. Yo maldije mucho más que él. Millones de personas estoy seguro que también, no solo los casi 4M que conforman Croacia. Luka no. Luka se armó de valor. Y en esa misma jugada, terminó cazando un balón suelto en el área para fusilar a la media vuelta, con su pierna menos excelsa, y poner Europa patas arriba. Su celebración es indescriptible. Y no es un adjetivo cualquiera el que empleo. No se han inventado palabras que expliquen su desplome, así como el júbilo y el culto que le rendían sus paisanos. La heroicidad apenas duró media hora, porque Italia empató en la última jugada del choque. Pero esta hazaña incompleta no la olvidaremos jamás…
La historia acontecida hace cinco largos días para los balcánicos días se repetía. Y Modrić lucía una cara de circunstancia, propia de alguien que parecía tener tomada la decisión de dejar la selección tras esta maldita Eurocopa. Eso es lo que más duele, no la eliminación. Es la inevitable sensación de fin de ciclo. De uno que jamás olvidaremos. Solo les queda confiar en que Eslovenia sea goleada por Inglaterra, que Serbia caiga frente a Dinamarca y que República Checa y Georgia también sucumban el último día. Solo esa combinación mete a Croacia en octavos. Tocará hacer la maleta, aunque con ellos nunca, absolutamente nunca, se sabe qué pasará… Pero la realidad es que tampoco han salido de un precipicio como este a lo largo de la última gloriosa década. Un barranco por el que ya cayó Albania, y lo hizo de pie, nuevamente. Los de Silvinho fueron derrotados (1-0) por una España que ya sabía que pasaba como líder; mientras que Italia, que estuvo a punto de tener que esperar a ser una de las mejores terceras en otro día gris, celebra una carambola y se clasifica como segunda. Ya les tocaba a los de la bota un final así. Aunque tampoco tengan muchos argumentos, como Croacia, para defender su pase a la ronda de eliminatorias.
🥇🇭🇷 JOSKO GVARDIOL
El partido de Croacia bien merece ser resaltado. El resultado, si caes así, es casi lo de menos. A la larga valorarán esta forma de perder como la más digna posible. Y en el caso de su jerarca, aún más. Porque no se retiró del terreno de juego, pero yo vi claros síntomas de lesión, aparentemente muscular, desde antes del minuto 65. Se levantó antes de caerse. Nada podía derribar a este muro, el que ya nos dejó perplejos en el último Mundial y que ha terminado la temporada de forma sobresaliente con el Manchester City. Hoy tenía que sacar matrícula de honor, y hacerlo con una receta diferente. Sí como protagonista con pelota en la selección de los centrocampistas, muy venidos a menos. Y eso que Brozović se marcó un final de encuentro absurdo viendo su Eurocopa hasta ese momento. Marcelo resucitó al tercer día. Pero, sobre todo, Gvardiol lo hizo siendo una piedra defensiva en todas las direcciones. Solo le faltó llegar a cortar la última conducción de Calafiori, del que ahora hablaremos, para haberse consagrado. Y le pasa exactamente lo mismo a Josip Šutalo, que no está en lo más alto del podio por culpa de su compañero. O gracias a su compañero, vaya. Infranqueables los dos.
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Josko y Josip rozaron la perfección, como Akanji en la segunda y tercera jornada. Cuidado las exhibiciones defensivas que estamos viendo este mes… No fueron girados ni en los sueños de los delanteros de la Azzurra. Croacia salió a morder por muchos tramos y lo hizo con emparejamientos individuales. Cosa de por sí peligrosa por el posible efecto dominó si se elimina una marca. Pero, además, lo hizo después de que Spalletti sorprendiera con tres centrales puros y carrileros. Sin asimetrías, como en días anteriores. Por tanto, Gvardiol tenía que sobrevivir a ese hándicap. Le tocaba saltar a ahogar a Di Lorenzo, lateral/carrilero rival, muy lejos de Livaković, que también paró unas cuantas, por cierto, pese a que pudo hacer algo más en el gol de Zaccagni. Y el futuro capitán de Croacia se salió en esos acosos y anticipos. Recuperó un saco de balones para que después los suyos atacasen en tromba. Fue el mejor mediapunta, como dice Klopp. Por si fuera poco, regresaba para corregir algunas acciones en campo propio. Y cuando no llegaba, Pongračić lo limpiaba todo. Rápido al corte, la otra revelación del día; mientras que Šutalo, también criticadísimo, lo fue por imponerse en los duelos cuerpo a cuerpo con Retegui o Raspadori. A veces, incluso con Pellegrini. Los centrales se sobrepusieron a todo, incluidas muchas situaciones de mano a mano con los atacantes. Y, claro, a medida que pasaban los minutos, salían otros más frescos y acertados como Scamacca. Bien, pues en la banda de Gvardiol, el que entró fue Chiesa. Vaya revulsivo. Y Josko estaba roto, para más inri. Ningún problema tuvo para sobreponerse y triturar a Federico, no sin la ayuda de un Perišić irreconocible salvo por el pundonor. Una resistencia memorable y legendaria de ‘J.G.’ a título personal; y colectivo por parte de Doña Croacia. Este partido no hubiera existido sin su voracidad.
🥈🇮🇹 RICCARDO CALAFIORI
En Italia, para encontrar a los destacados también hay que mirar atrás. Empezando por Donnarumma, uno de esos jugadores que agradecerían que las Eurocopas fuesen eventos anuales, y que durasen 12 meses. Casi tanto como Bale o Shaqiri. El espigado cancerbero volvió a ser factor desde bien temprano, cuando Luka Sučić le probó desde lejos. Y hasta el gol del ’10’ del cuadro ajedrezado, sacó todo. Incluido el penalti. Riccardo Calafiori le quita el MVP, básicamente porque fue su mejor guardaespaldas. Y ante España también. Se acabó lo de posponer el hype a los jugadores del Bologna, no aguanto ni un minuto más. No como la alarma, les confieso que a ella sí me encanta retrasarla todo lo que puedo. Cuando de levantarse se trata, los minutos van a toda máquina. Soy mejor trasnochador para trabajar que para madrugar. Y aunque Calafiori también protagonizó una de las acciones más icónicas de esta Eurocopa sobre la bocina, con esa conducción eterna pero rauda y precisa, por encima del bien y del mal, su encuentro fue completísimo, de principio a fin. Spalletti y sus compatriotas le echarán de menos en unos octavos que se perderá por haber visto la segunda amarilla.
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Llegó al evento que alberga Alemania con el cartel de central blando. Y les puso una careta de joker a todos aquellos que lo pensaban. Yo no estaba en ese bando, pero sí muchísimo más cerca de él, que de otro que le situase como candidato a mejor defensor del torneo, pese a la ya mencionada competencia, a la que parece querer unirse también Peter Pan Pepe. Sin embargo, en la práctica, Calafiori es de todo menos blando. Concentradísimo y acertado en sus entradas. Y no por exceso de riesgo, ni suyo, ni de Spalletti, que le da un rol de lo más sacrificado. Porque si hay un mediapunta suelto entre líneas, un poquito acostado a la derecha como fue Pedri hace unos días o como hoy el propio Sučić, es Cala quien sale de zona para negarle la gloria. Y porque a falta de un centro del campo que genere ventajas con balón en la base de la jugada, salvo por los conatos de rebeldía de un Barella de más a menos en la ‘Euro’, también es Cala el que lo mejora desde el pase o el que arrasa con todo en conducción. La jugada del gol no puede ser más paradigmática de sus habilidades y funciones en esta Italia, así como a las órdenes de Thiago Motta en la Serie A. Es un generador de ventajas tremendo, aunque ni siquiera eso eclipse su carácter chiellinesco. Un bombero irremplazable para la selección más pirómana que se recuerda el último lustro en el Viejo Continente.
🥉🇪🇸 DANI OLMO
El España 0-1 Albania no tuvo demasiada miga, y sí un carro de rotaciones en ‘La Roja’. Los deberes estaban (muy) bien hechos y solo Laporte repitió en el once de De La Fuente. Sucedió por culpa de la lesión de Nacho Fernández, además. Los que más aprovecharon las rotaciones fueron los Danis. Tanto Vivian, en sus primeros minutos en el torneo como central, para comerle la tostada a Raj Manaj en los choques y no dejarle girar; como Olmo. Hay un dicho en España que recita lo siguiente: «No le pidas peras al olmo (un árbol que no da esas frutas)», para referirse a no reclamar a una persona algo que no está a su alcance. El tema es que al suyo, puede estar casi todo. El mediapunta del Leipzig es diferencial en muchas cuestiones: por visión de juego, para amenazar con su disparo, para inventar en la frontal con recursos técnicos, para cambiar la orientación, para conducir, posicionarse entre líneas, trazar pases filtrados y encontrar la puerta atrás del extremo inspirada en otros deportes como el baloncesto… Todo eso lo vimos hoy. Un poquito de cada. Y Ferran leyó esa última jugada de cine, además. Conexión ganadora la suya, no hay más que ver el gol, con nuestro protagonista como asistente.
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Dani Olmo estuvo, sobre todo, predispuesto a correr tras robo en todo momento. Fue el más incisivo. Opción de pase permanente por delante de la línea de la pelota, a la espalda de los centrocampistas rivales. No siempre tomó las mejores decisiones, por ponerle un pero; aunque dada su verticalidad, determinación y el colmillo afilado que lució, debemos perdonarle. Eso, por no hablar del trabajo defensivo, ya que empezaba arriba, cerca de Joselu en la presión, y regaló retornos y algún corte en la frontal que son para quitarse el sombrero. Todo esto, como mediapunta o, para ser más precisos, interior derecho de tercera altura de la sala de máquinas que compartió con Zubimendi y Merino. Sin el sancionado Rodri y brindándole un descanso al inspirado Fabián Ruiz. Olmo jugó donde Pedri, para entendernos, aunque hasta ahora en la selección haya sido más un falso extremo izquierdo. Donde Nico Williams, para seguir entendiéndonos; muy diferentes, eso sí. La cuestión está en que ambos, visto lo visto, parecen intocables. De ahí que Olmo jugase a sabiendas de que no tenía nada que perder y sí mucho que demostrar. Ahora la pelota está en el tejado de Luis De La Fuente. Y lo lógico es que Olmo sea el jugador número ’12’, bastante menos prota de lo que imaginábamos hace apenas un mes. Dani, puntual de ti, has llegado a tiempo, aunque no lo parezca. Haces mucha falta para darle alegrías a España. Ese país que dejaste siendo un adolescente para crecer en Zagreb, precisamente. Y al que debes representar como lo estás haciendo. Así, terminarás de ganarte a una afición que te valora poco por tu trayectoria tan exótica, como atrevida y acertada hasta convertirte en el líder que ya eres.