22 de diciembre de 2023, Jeddah. El Manchester City se cita en la final del Mundial de Clubes, su primera participación en esta competición, contra el Fluminense. El equipo brasileño, aunque va a comenzar el ocaso del proyecto de Fernando Diniz (poco después sería despedido tras estar en posición de descenso en el Brasileirao), viene de alcanzar la gloria conquistando la Copa Libertadores y, principalmente, con unas ideas reaccionarias, vanguardistas y atemporales. A partir de la movilidad que otorgan viejas leyendas como Marcelo o Paulo Henrique Ganso, el conjunto de Río de Janeiro despliega un fútbol libertario, donde los jugadores abandonan su posición de origen para acercarse al balón, formar superioridades y entregarse al talento y la improvisación.
Una forma de jugar que, cabe puntualizar, se está desarrollando, y con notable éxito, también en Europa, especialmente en la zona central en países como Alemania, Países Bajos o Bélgica. Pero Brasil, con todo lo que implica emocional y racionalmente para un aficionado al fútbol, con sus ecos del pasado, es la cuna ideológica de esta manera que, más de jugar, es de pensar y actuar. Una unión de sangre con las playas, la fiesta, Copacabana y claqué.
El Manchester City vence ese partido, incluso, para alguien ajeno al visionado, se podría decir que aplastó. 4-0 como resultado final, un gol en el primer minuto y una ventaja cómoda que rubricaron en trofeo. Pero Pep Guardiola, desde su banquillo blando y pagano, visualiza a un equipo que le juega de tú a tú, que les gira las presiones como si no costase y que le plantea retos que el futurismo de la Premier League no le pone en el camino. El técnico catalán celebra y festeja, pero también apunta y aprende.
11 de agosto de 2023, Burnley. El Manchester City inicia el curso de la Premier League apenas dos meses después de haber inmortalizado, al fin, su obra. La inclusión de Erling Haaland y la exuberancia física de Kevin de Bruyne, unidos a la mente maestra de Guardiola, les ha catapultado a una cima solitaria de donde solo se tienen que mantener. Pero aquel día, en la gris ciudad del condado de Lancashire, el jugador belga, que edificó su reinado en un perfil físico imposible de igualar para el resto de centrocampistas, se rompe. Una lesión en el muslo le iba a tener más de cuatro meses apartado de los terrenos de juego. No es, de ninguna manera, la primera lesión seria de su carrera, pero, superada ya la treintena, las recuperaciones no son las de antaño.
24 de octubre de 2022, Birmingham. Con el proyecto en punto muerto tras la destitución de Steven Gerrard, con el descenso acechando, el Aston Villa hace oficial la contratación de Unai Emery, procedente de un Villarreal al que, apenas meses antes, les llevó hasta las semifinales de la Champions. Menos de dos años después, el conjunto inglés ha iniciado con goleada su participación en la Champions League, una utopía meses atrás. Más allá de este indudable éxito deportivo, el técnico vasco lo ha construido gracias a una identidad clara y pionera. A partir de su bloque en 4-4-2, sin presionar, pero con la última línea muy adelantada, muy comprimidos en carril central para tapar cualquier recepción, los de Birmingham crean tendencia en la Premier League y ponen en apuros a los mejores equipos del mundo, como en esa semana de diciembre de 2023 donde encadenaron victorias ante el Manchester City y el Arsenal.
13 de enero de 2024, Newcastle upon Tyne. Apenas dos semanas después de proclamarse campeones del mundo, el Manchester City visita a un Newcastle que, si bien no está logrando replicar el éxito de la temporada anterior, con una plaga de lesiones que asola su parcela defensiva, se caracteriza por ser uno de los bloques zonales presionantes más engrasados del panorama europeo. Su templo, St. James Park, una tortura para el rival. De Bruyne, que había regresado de su larga lesión la semana anterior con unos minutos ante el Huddersfield en competición copera, entra al campo en el minuto 69´ con los suyos perdiendo 2-1 en plena pelea por la liga.
Cinco minutos después marca el tanto del empate y, en el tiempo de descuento, se inventa un pase de fantasía para que Oscar Bobb culminase la remontada.
Más allá del resultado, una importante victoria, y del protagonista, un De Bruyne regresando cual Gandalf en el Abismo de Helm, lo importante fueron las firmas. Dos semanas después de ese encuentro ante el Fluminense, el Manchester City desarrolla ideas nuevas y conectadas con el fútbol brasileño. Guardiola, siempre malinterpretado en la opinión pública como un técnico de una única idea, se adapta a esas maneras de jugar, como previamente hizo con la salida de balón del Brighton de Roberto De Zerbi, para mejorar a sus equipos.
Guardiola, otrora adalid de la ocupación de todos los espacios en zona de tres cuartos, con posiciones fijas y jugadores esperando a que les llegue el balón, se entrega a las sobrecargas de jugadores en un mismo sector como método para superar al equipo de Eddie Howe. Con los dos interiores jugando en pocos metros, juntándose para crear juego y generar superioridades ante la propuesta zonal rival, con mucha libertad de movimientos para Phil Foden y, posteriormente, De Bruyne, el Manchester City logra generar ventajas y superar a su rival, hasta lograr la victoria.
Como decía Stephen Hawking, «la inteligencia es la capacidad de adaptarse al cambio».
El City, que fue combinando estas nuevas ideas (en la jornada siguiente a la del Newcastle, ante otra propuesta zonal como la del Tottenham de Postecoglou, repite patrones similares) con lo viejo conocido, se encontró dos principales problemas en los meses que les restaban de temporada. En primer lugar, los bloques estrechos, patentados por el éxito de Emery, dificultan la jugada predilecta de los mancunianos: la ruptura de interior en intervalo central-lateral tras haber atraído fuera. Con los rivales saltando menos a esas recepciones exteriores, y protegiendo mejor esos carriles interiores, la jugada se convierte en, como mínimo, más difícil de ejecutar.
Segundo problema: no es que ese regreso glorioso de De Bruyne en Newcastle fuese un trampantojo, porque sigue siendo de los mejores, pero la lesión le ha restado toneladas de explosividad. No encadena esfuerzos con el ritmo vertiginoso de antaño y sus arrancadas marcan menos diferencias. El equipo sigue funcionando como un tiro, vencen la Premier League y se quedan a una tanda de penaltis, en una eliminatoria donde fueron superiores, de seguramente también revalidar victoria en la Champions League. Pero Guardiola se marcha pensativo al verano.
18 de agosto de 2024, Londres. El Manchester City debuta en la Premier League visitando Stamford Bridge ante un Chelsea de Enzo Maresca, antiguo alumno de Pep, que le plantea un bloque estrecho y sin espacios por dentro. Guardiola, de cara a superar esto, plantea una solución a los dos problemas previamente comentados.
Partiendo de su habitual 3+2 en construcción, con el lateral derecho, Rico Lewis, apareciendo en la base, los interiores tienen la capacidad de ganar altura. Pero De Bruyne, en lugar de encadenar esfuerzos rompiendo en intervalos como hacía antaño, ha desbloqueado un nuevo movimiento abriéndose a la banda izquierda (o a la derecha también, dependiendo de la situación del partido) del campo, pisando en muchas ocasiones la línea de banda.
Esto tiene una doble lectura. Sin la capacidad física que le demandaba su juego de antaño, el belga se está reinventando para, sin tantos esfuerzos y movimientos, aprovechar su maravilloso pase, creatividad y golpeo en largo. Abriéndose a banda, ante esta corriente de colapsar el carril central, obliga al rival, si no quiere dejarle libre (lo cual nunca es buen negocio) a saltar fuera. Con un extremo que estira por dentro, ya sea Doku, Grealish o incluso Savinho, más la permanente amenaza de Haaland que fija a los centrales y capta su atención, este movimiento ensancha intervalos en el rival y le obliga a querer cubrir más campo del que su sistema está preparado.
Con 33 años cumplidos este verano, tras un largo historial de lesiones y después de haberlo ganado todo, Kevin de Bruyne está desarrollando esta nueva versión de la mano de un técnico que, aupado por un periodismo que no le entiende, esconde la verdad. Nunca nadie estudió tanto el juego para cambiarlo. Nunca nadie estuvo tan abierto a incorporar otras propuestas a la suya. Nunca nadie se esforzó tanto para cubrir esa obsesión latente que, en su caso, lleva el nombre de victoria.