«No, I get by with a little help from my friends
The Beatles
Mm, get high with a little help from my friends
Mm, gonna try with a little help from my friends»
No man is an island
Fiel servidor de la monarquía de Isabel I, John Donne escribió una metáfora (Ningún hombre es una isla entera por sí mismo) sobre sobre el hombre que forma parte de un ‘ser colectivo’ constituido por toda la humanidad. Nick Hornby lo llevó como mantra a su novela About a boy, adaptada al cine 2002, donde el personaje principal, Will Freeman, interpretado por Hugh Grant, sostenía una tesis contraria.
El fútbol es un microcosmos de la sociedad. En él es posible replicar situaciones por las que el ser humano transita en su camino de vida. El trabajo individual beneficiando la finalidad colectiva. El líder, el humilde, el villano. La felicidad y alegría completa, pero también la tristeza y el drama en un mismo escenario.
El reloj del estadio marca casi los 30 minutos del segundo tiempo. John Barnes, jugador del Watford, se prepara para ingresar al terreno de juego. Bobby Robson se muestra inquieto desde el banquillo, su equipo se encuentra al borde de la eliminación. Será el segundo y último cambio, tras el ingreso de Chris Waddle cinco minutos antes, busca una reacción dentro del tramo final del encuentro. El segundo gol argentino, una obra de arte por parte de Diego Maradona, dejó una losa en el estado anímico del cuadro de la rosa. De alguna forma el director técnico inglés busca sacudir el partido.
El impacto del jugador nacido en Jamaica es inmediato, seis minutos del ingreso, tras una marca deficiente tanto de Enrique, como de Giusti, logra sacar un centro que Lineker conectar para acortar la distancia a falta de cerca de 10 minutos por jugar más el agregado.
La tensión en el Azteca es máxima, un minuto después del tanto inglés, el recién ingresado Tapia, tiene la sentencia, tras un recorte al centro al borde del área patea al arco de Shilton pero la pelota da en la base del poste y recorre la línea de meta en forma desesperante sin que nadie la remate.
I’m bloody Ibiza!
La vida se define por momentos. Match Point (2005), largometraje del director estadounidense Woody Allen, lo plasma de manera muy gráfica en su primera secuencia. Es cuestión de centímetros o segundos. Nosotros lo llamamos suerte, destino o voluntad divina. Existen circunstancias que intervienen en esto; el 99% de ellas están fuera de nuestro control.
El final (el nuestro o cualquier final) puede estar sujeto a cualquier situación. Una mala decisión, un freno mal ensamblado, una mala pisada, un segundo antes o uno después.
El tiempo se consume, estamos llegando al minuto 42. Nuevamente, Barnes enfrenta a Héctor Enrique tras un amago sale hacia su perfil buscando la línea final. Cuelga un balón al área, Pumpido la ve pasar, Olarticoechea llega un segundo tarde y Lineker cierra en el segundo poste para llegar a su séptimo gol en el torneo y empatar de manera drámatica el partido.
Ali Bin Nasser, árbitro tunecino, decreta el final del tiempo reglamentario. Nos vamos al alargue. El cansancio, fruto del calor y la altitud de la capital mexicana, hace muy pesados los tiempos suplementarios. Batista que había sido amonestado a los 60’ de juego, llega tarde a una acción y se gana la segunda amarilla. Argentina se queda con diez jugadores. Bilardo mueve el banquillo ingresando a Trobbiani por Valdano, buscando llegar a la definición desde el punto de penalti.
Faltando 4 minutos del segundo tiempo extra, una pared en el límite del área entre Waddle y Beardsley deja al zurdo del Tottenham frente al arco, dispara, Pumpido no puede intervenir y liquida el partido. Ya no hay tiempo para una reacción albiceleste. Diego Armando Maradona, quien, tras un mundial en España con un final vergonzoso y a pesar de haber hecho un torneo sobresaliente, se queda corto por segundo mundial consecutivo. El trono de O’Rei sigue a la espera de sucesor. La gran promesa argentina no puede acceder aún al sitio del Olimpo. Habrá que esperar cuatro años más para buscar quien llene los zapatos de Pelé.
Al regresar a la competición doméstica, Maradona resiente el fracaso con su selección y, a pesar de su esfuerzo, el Napoli queda corto en la lucha del Scudetto, donde el Inter de Altobelli y Rummenigge superó por dos puntos al final del campeonato a la Juventus del ahora ex jugador, Michel Platini.
Some men are part of island chains
El futbol es, ante todo, un deporte de conjunto. Jugadores (as) que brillan con luz propia (con toda justicia) y quienes lo hacen desde la sombra. En el camino a la cima, Diego hizo su parte, se levantó de una lesión muy grave tras una entrada criminal, hepatitis, la presión (devoción) de una ciudad y un país entero, el fracaso en España ’82, su “mal paso” por el FC Barcelona, su redención en Italia. La pierna izquierda, su mentalidad y, sobre todo, la habilidad puesta al servicio de una causa.
Sin embargo, hubo otros que ayudaron a levantar esa leyenda. Aquellos que ayudar lo ayudaron a brillar. Entrenadores, preparadores, compañeros. Si hay una jugada que fue fundamental en el título de Argentina en 1986 (y probablemente en el destino de Maradona), fue esa que el Jorge “El Vasco” Olarticoechea saca casi con la nuca, corriendo rumbo a su arco un balón a medio metro de la línea de gol, anticipando a Gary Lineker, convirtiéndose así en el soldado desconocido, el último héroe de Malvinas. Ese partido contó con el mejor gol en los mundiales, pero se transformó en un hito por la victoria albiceleste.
Después de derrotar al local, Italia, en semifinales, sin la presencia de Caniggia, Argentina llega a la final. Alemania, vigente campeón del mundo, busca su cuarto título. El partido, a pesar de superioridad colectiva de los teutones, es controlado por el once de Bilardo. Solo Klinsmann fue capaz de zafarse de la marca de Serrizuela pero Goycochea atajó de forma milagrosa enviando el balón a tiro de esquina.
Cerca de los 78 minutos de juego, Diego envía un balón filtrado a Claudio Caniggia. El delantero del Atalanta se lleva por velocidad a Jürgen Köller y bombea el esférico a la salida de Illgner, abriendo el marcador a falta de 12 minutos.
A los 85, un balón de Matthaüs entre líneas a Vöeller, quien recibe dentro del área. Simón lo aprieta, el alemán cae y Edgardo Codesal marca un polémico penalti. Los argentinos están desquiciados, pues se sienten acuchillados con la marcación. Es muy cerrada la jugada, pero creo que no amerita la sanción. Sin embargo, el uruguayo naturalizado mexicano ya señaló y no hay vuelta atrás. Andreas Brehme será el encargado de tirarlo. Sergio Goycoechea también se prepara. El árbitro pita, el teutón le pega, el arquero vuela a su lado derecho y… lo desvía con la punta de los dedos. El balón sale rodando a un lado y Pedro Monzón la despeja. El Olímpico de Roma es la locura. Argentina se coronará campeón del mundo por segunda vez en su historia.
Al final, como apuntaba el personaje de Hugh Grant, “vi que con dos no bastaba. Se necesita apoyo. Si uno de los dos se desajusta, el otro se queda solo. Con dos no es suficiente. Se necesitan tres por lo menos.” Siempre será así. Aunque la historia no lo detalle.
Escrito por: Juan Pablo Martínez