Para algunos clubes vendedores, la gestión deportiva se ha convertido en su principal sustento competitivo. Y en la era de los petrodólares, aún más. Mientras el PSG ha desembolsado 755 millones de euros (cifras Transfermarkt) en el último lustro, la Ligue 1 francesa esconde un patrimonio para los otros 19 equipos de la tabla: el talento juvenil. Y para su captación, hay un director deportivo que sobresale por encima del resto. Su nombre es Luis Campos, un entrenador en sus orígenes que, tras dirigir sin éxito en la Primeira Liga portuguesa a clubes como Gil Vicente, Vitória Setúbal o Beira-Mar; encontró su sitio en los despachos. Concretamente fue Mourinho quien le hizo cambiar de función y de aires. Los tres equipos mencionados descendieron a la categoría de plata del fútbol luso en temporadas donde él fue el director técnico durante un tramo y, tras la debacle en la 04/05 con el Beira-Mar, Luis Campos desapareció del mapa. Pero el entonces instructor del Real Madrid decidió incorporarlo a su staff en la 12/13 –última temporada de Mou en España– y, aunque solo ejerció esos once meses como scout, aquello supuso el principio de su andadura como el gran cerebro de algunos clubes galos de puertas para adentro.
Campos dejó atrás la península ibérica y encontró su lugar en el norte, en Mónaco. Allí comenzó en su primera temporada como coordinador del área deportiva y, seguidamente, pasó a la dirección deportiva acometiendo fichajes como los de Martial, Bernardo Silva, Fabinho, Lemar o Bakayoko; cuando todos ellos no contaban con los reflectores que les acompañan en la actualidad. Y, además, convenció a James Rodríguez o Falcao para el proyecto de un equipo con una fuerte capacidad de inversión económica, pero que venía de la Ligue 2. Su estancia en el Principado concluyó justo antes de que comenzase la brillante 16/17, en la que el AS Monaco se corona contra todo pronóstico como campeón de Francia, logrando el segundo mejor puntaje (95) en la historia de la competición –uno menos que el PSG 15/16– y el récord de victorias (30) igualando a ese mismo plantel. Su legado habla por sí solo.
Hoy en día se estila decir eso de «puede funcionar, por lo enrevesado que resulta». Es el caso de la política de fichajes que está siguiendo el LOSC Lille a partir de su desembarco en el norte de Francia. Desde comienzos de la 17/18 hasta la actualidad, tras cuatro mercados estivales y tres invernales, Luis Campos ha incorporado un total de 42 jugadores procedentes de cinco confederaciones –todas excepto la oceánica– y 17 ligas diferentes sin contar cesiones, ni segundas categorías de esos mismos países. Una labor que prueba dos cuestiones principalmente: la necesidad por combatir constantemente el éxodo de algunas de sus piezas clave y la variedad de países que tiene controlada su red de scouts para reinventarse. Entre estos, llama la atención el caso de Marruecos, Angola, Costa de Marfil o Eslovaquia. Pero, sin duda, la palma de la lleva Turquía.
De la Süper Lig, e incluso 1. Lig (2ª división) en el caso de Zeki Çelik en 2018, vinieron procedentes tres jugadores vitales para el 4-2-3-1 o 4-2-2-2 característico de Christophe Galtier. Los otros dos futbolistas son Yusuf Yazıcı y Burak Yılmaz, incorporaciones antagónicas, pero con un denominador común más allá de su nacionalidad y país de procedencia. Ellos son los grandes nombres propios en lo que va de curso en Lille. El primero llegó en 2019 procedente del Trabzonspor Kulübü, a sus 22 años, como una gran promesa de futuro por la que el club desembolsó 17´5 millones. En el caso del mítico artillero turco de 35 años fue este último verano, a coste cero tras concluir el contrato que le vinculaba al Beşiktaş JK y con el cometido de hacer olvidar, junto a Jonathan David, la marcha de un Victor Osimhen fichado del Royal Charleroi SC por 22´5M y vendido un año después al Napoli por 70M. Algo que cada vez parece menos imposible, cuando en un principio parecía tener todos los ingredientes para salir mal. Y algo que se puede extrapolar, perfectamente, al caso de un Renato Sanches que también está aportando verticalidad desde el mediocampo o desde uno de los dos costados.
Tras una primera campaña con muchas más sombras que luces, algo que también le está pasando a David, Yazıcı se va asentando en la mediapunta. Sus números en Europa League, donde es pichichi después de anotar dos hat-tricks en Praga y Milán, reflejan fielmente lo que es este chico. Un jugador de inspiración, que muchas veces tiende a escoger la opción más difícil, pero que si está enchufado no conviene tener como enemigo porque huele la sangre como pocos. Y, en el caso de Yilmaz, no solo está manteniendo su promedio goleador en una liga más exigente, sino que también se ha convertido en un jugador-sistema. Válido para pelear balones largos, cargar el área gracias a su dominio del juego aéreo, liderar presiones repitiendo esfuerzos y trazar desmarques de ruptura –muchas veces hacia fuera– para activar a los extremos. Desde allí parten «los Jonathan clásicos», Ikoné y Bamba, que amenazan a banda cambiada. Con la alternativa, además, de un Luiz Araújo que también parece más enchufado que nunca, siempre incisivo y con malas intenciones para el rival.
De esta forma es como el LOSC Lille viene de vencer al propio AS Monaco en la 13ª fecha, de liderar su grupo en la Europa League estando ya clasificado para los dieciseisavos y de mantenerle el pulso en Ligue 1, junto al Olympique Lyonnais, a un PSG que tan solo aventaja a los de Galtier por dos puntos. Un equipo sólido, donde otra pareja compuesta por José Fonte (36) y Sven Botman (20) mezcla veteranía y juventud en el eje de la zaga. A estas alturas de campeonato es el plantel menos goleado (9) de la competición doméstica, hasta la octava jornada no supo lo que era comenzar perdiendo un encuentro y solo el Stade Brestois ha sido capaz de robarle su cualidad de invicto en la 20/21. Un equipo construido desde atrás hacia delante, o de dentro hacia fuera, porque el gran aventajado de la clase es un tipo que decidió sustituir el chándal por el esmoquin. Y vaya si acertó.