Después de la modesta llegada del olimpismo al mundo occidental, en París 1900, Pierre de Coubertin y sus acólitos vivieron sus peores momentos al frente del COI con una de las citas más controversiales hasta la fecha: St. Louis 1904. Marcada otra vez por la sumisión del movimiento olímpico a una exposición universal, fue un verdadero desastre organizativo y remató con un ingrediente típico de los Estados Unidos: el racismo rampante. ¿Y el balompié? Mientras la pelota del futbol asociación conquistaba países de todo el orbe a mansalva, la élite pro amateur del olimpismo moderno trataba de mantenerse alejada de un deporte que veían demasiado cercano a las clases obreras y menesterosas. A pesar de los obstáculos, la pelota terminó por rodar en el “gigante del norte”, en un torneo atípico que es el primero en ser reconocido como oficial por el COI, una decisión que levanta cejas hasta la fecha.
Los Juegos Olímpicos: otra vez un espectáculo secundario
Una vez más los Juegos Olímpicos fueron el show secundario. Una vez más el culpable era una exposición universal. Pero en esta ocasión, los Olímpicos serían dependientes de un evento realizado en una ciudad con menos caché que París: St. Louis, Misuri; Ni siquiera lo era de los EEUU: Filadelfia, Chicago y la misma Nueva York eran urbes que eran más adecuadas en infraestructura y en tradición deportiva que la ciudad considerada “la puerta hacia el oeste” norteamericano. “Tengo un cierto presentimiento de que la Olimpiada va igualar la mediocridad de la ciudad.” Dijo Coubertin sobre unos Juegos Olímpicos que nunca quiso que se hicieran en aquella ciudad, la cual conocía personalmente desde 1893. Su visión terminaría siendo premonitoria.
Originalmente, como parte de un plan para que el movimiento olímpico no se hiciera una empresa completamente europea, los terceros Juegos Olímpicos de la era moderna fueron otorgados al país más desarrollado económicamente de América: los Estados Unidos. Coubertin, quien abogó para que Chicago, en la celebración de su centenario como ciudad, albergara los Juegos de 1904, quedaría decepcionado. Los organizadores de la Exposición Universal de 1904 convencieron al Amateur Athletic Union (AAU) para que albergara sus competiciones nacionales en St. Louis, en el marco de la exposición universal, con el fin de dejar a los Juegos Olímpicos de Chicago sin los mejores atletas amateurs estadounidenses de aquellos años.
Para Coubertin solo había dos opciones: hacer los JJOO en 1903 en Illinois o dar su aval para que se realizaran en Misuri en el año que estaba previamente estipulado por el COI. El barón tuvo que ceder: los primeros Juegos Olímpicos en la historia de Estados Unidos serían llevados a cabo en una ciudad que era considerada “de medio pelo” para la época.
El verdadero espectáculo: el racismo (pseudo )científico
Para St. Louis era una oportunidad para que la metrópoli se luciera como la urbe que podía ser más que la ciudad que realmente era. Hubo un evento en específico, realizado por los hombres de ciencia estadounidenses de la época, que fue central para esta exposición y que terminó relegando, incluso más, a los JJOO a un segundo plano: Los Anthropology Days (las jornadas antropológicas). 10000 seres humanos, provenientes de distintas partes del mundo, fueron exhibidos en lo que se considera el zoológico humano más grande de la historia. Ainus de Japón, indígenas de la Patagonia, Mbutis del Congo e indígenas norteamericanos de 51 etnias distintas fueron puestos en 47 hectáreas acondicionadas para que los “incivilizados” representaran su vida diaria ante el más de medio millón de personas que pagaron para ir a verlos.
Pero los Anthropology Days no se quedaron ahí. James Edward Sullivan, funcionario de la AAU y uno de los principales organizadores de los Juegos Olímpicos, tuvo la idea de hacer competir a los indígenas en distintas disciplinas deportivas e, incluso, en los mismos Juegos de 1904. Los llamados “salvajes” fueron puestos a correr, lanzar flechas y otra clase de eventos para medir sus capacidades atléticas. Sin entender bien las reglas, porque se las decían en inglés, y sin preparación previa para competir, el desempeño de estos atletas improvisados fue bastante malo.
“Es una pantomima escandalosa. Por supuesto que esto perderá su atractivo cuando hombres negros, rojos y amarillos aprendan a correr, saltar y tirar, y dejen al hombre blanco tras de sí.“ escribiría Coubertin sobre este espectáculo infame. El fundador del movimiento olímpico moderno, al igual que media Europa, decidió no asistir a St. Louis.
Los JJOO en sí fueron quizás los más desastrosos de todos los tiempos: duraron más de 140 días, tuvo un maratón lleno de vicisitudes y llevado a cabo bajo un calor infernal, hubo trampas en varios eventos y fueron un negocio prácticamente estadounidense (de los 678 atletas de esta justa olímpica, solo 152 eran extranjeros). Por ello, St. Louis 1904 es una perpetua piedra en el zapato para el COI cuando se habla de la historia de los olímpicos modernos.
¿Y las mujeres? En una época donde era mal visto que las mujeres practicaran atletismo o deportes de contacto como el futbol o el rugby, su participación en St. Louis se redujo al tiro con arco. Tan solo seis jóvenes que representaban a Cincinnati y Washington pudieron ser parte de los JJOO, siendo Matilda Howell la estrella al llevar a sus equipo a conquistar dos medallas de oro y establecer récords que durarían casi 30 años. Dada la naturaleza de los organizadores y deportistas amateurs de aquellos tiempos, no cabe duda que las participantes eran única y exclusivamente de clases altas. El sueño olímpico no era para todos.
Y no termina ahí si se tiene en cuenta que eran unos Juegos diminutos al compararlos con los de este siglo: Río 2016 tuvo más de 11,000 atletas que venían de 205 países y los cinco continentes; St. Louis solo recibió a los de 12 naciones que solo representaban a una fracción de Europa y Norteamérica. Bajo estas circunstancias, no es sorpresa que muchos historiadores afirmen que llamarle Juegos Olímpicos a este conjunto de competencias deportivas sea más un halago que otra cosa.
Futbol (norteamericano) en los Juegos Olímpicos
Ahora sí, el futbol. A los obstáculos anteriores se añadía que los boletos para los equipos europeos que quisieran asistir a los Juegos Olímpicos eran tremendamente costosos. En un mundo donde todavía no aparecían los automóviles y los aviones, la odisea para llegar a St. Louis no solo consistía en atravesar el océano, también había que hacer un largo viaje en el interior de EEUU: entre Nueva York y St. Louis hay una distancia de más de 1,500km (¡!) que dificultaba el viaje de los atletas europeos. El futbol sería un asunto acotado a la Norteamérica blanca y de países ricos: EEUU y Canadá.
El torneo en sí solo se diferenció en muy poco al de París 1900. Otra vez con clubes en vez de selecciones, y otra vez en una serie de partidos que eran más de exhibición que de una verdadera competición entre equipos de élite. El único detalle significativo fue que para el COI es el primer torneo oficial de futbol asociación en el marco de unos Juegos Olímpicos, a pesar de que su estatus como tales sean más que cuestionados. Lo más sorprendente de todo es que la primera medalla de oro en futbol se la haya llevado Canadá, un país que en el mundo deportivo es más conocido por haber creado el basquetbol, el lacrosse y el hockey sobre hielo; su tradición futbolística es más bien pobre: los canadienses solo han asistido a un Mundial (1986) y solo han ganado la Copa Oro de la CONCACAF en dos ocasiones (1985 y 2000).
Acompañados por el alcalde de Galt (hoy parte de Cambridge, Ontario) el equipo homónimo de su pueblo recorrió 1,100 km en tren para poder participar en los Juegos de la tercera Olimpiada. El viaje no los mermó porque tenían jugadores de talento. De entre ellos destacaban, según fuentes de la época, John Gourlay, defensa que era reconocido como el cerebro táctico y el motivador del equipo, Alexander Hall, el letal delantero, y Albert Linton, el habilidoso y confiable portero.
Los dos equipos de la ciudad sede, el Christian Brothers College y el St.Rose Parish , compitieron con el canadiense Galt F.C. para definir el medallero en el Francis Olympic Field, estadio de la Universidad Washington de St. Louis. Como decimos en México: “no había pierde.”, todos tenían el podio asegurado. El Galt consiguió la medalla de oro después de que, en dos juegos llevados a cabo entre el 16 y 17 de noviembre de 1904, metiera 11 goles y no recibiera ninguno. El Christian Brothers College cayó 7-0 en el primero y el St. Rose Parish 4-0 en el segundo, dejando pocas dudas de qué equipo merecía llevarse las preseas doradas.
Sobre qué sucedió en específico en cada partido se sabe realmente poco. Más allá del empate sin goles del primer tiempo contra el St. Rose Parish, el Galt FC parece no haber sufrido tanto a pesar de haber jugado ambos partidos en días consecutivos. Días después de que los canadienses derrotaron a sus similares estadounidenses, los dos equipos de St. Louis jugaron un par de partidos que finalizaron la composición del podio. Tras un empate a ceros, el Christian Brothers College se llevó la plata al vencer 2-0 en el partido de desempate. Solo eso, cuatro juegos bastaron para definir el podio del futbol en su primer torneo oficial avalado por el COI. Sin finales emotivos ni clausuras suntuosas, dio la casualidad de que el balompié fue el último evento deportivo de los Olímpicos de 1904.
Que los canadienses hayan ganado con total claridad el torneo olímpico no habría sorprendido a quienes conocían a fondo la situación del futbol en la Norteamérica de esos años. De los deportes que el imperio británico importaba a sus dominios más cercanos a nivel cultural el único que puso hacerse de una base de practicantes en el país de la hoja de maple, fuera de las escuelas que predicaban el cristianismo muscular, fue el futbol. Entre los inmigrantes británicos que llegaron a Canadá, en especial los escoceses, el balompié se estableció con especial fuerza en la provincia canadiense de Ontario. Del pequeño pueblo de Galt fue que salió la escuadra que le ha dado una de sus mayores victorias futbolísticas a Canadá en, prácticamente, toda su historia.
¿Era este torneo olímpico una competición de élite para la época?… No. Las élites anglicistas de media Europa ya se habían enamorado del futbol y, por su cercanía a Inglaterra, su roce competitivo era muy superior al que podían tener los tres equipos norteamericanos que compitieron en St. Louis 1904. Francia, Suiza, Holanda o Dinamarca eran países que ya tenían un futbol lo bastante desarrollado como para haber tenido un equipo que se llevara la gloria olímpica; pero con el desinterés europeo a los Juegos de St. Louis, aunado a los problemas internos que padecía el futbol del Viejo Continente, esto no pudo materializarse. No sería hasta 1908, en el boyante Londres de principios del siglo XX, en un torneo ya avalado por la muy joven FIFA, cuando un verdadero campeonato olímpico de selecciones se llevaría a cabo.