El arte del giro bien ejecutado, con su velocidad y lectura correspondiente, es tan funcional como hermoso. Mason Mount domina este movimiento, sencillo pero excelso, como pocos en el panorama europeo. Como hoy, en un partido discreto de su equipo, un solo contacto le sirve para arrodillar a su par en el espacio de una baldosa, resolver un encuentro (que incluso pudo complicarse mucho más) y desorganizar al muy bien trabajado bloque defensivo del Porto.
El Porto partió del clásico planteamiento defensivo, esta vez desde el 4-5-1: mantuvieron la presión sobre la fase de inicio con los encajes naturales, y en fase creativa buscaron limitar la fluidez del doble pivote rival con los interiores saltando sobre éstos cuando eran poseedores. Mientras tanto, Jesús Manuel Corona hacía de “segundo lateral” (al más puro estilo Ángel Correa) para impedir las llegadas del siempre peligroso carrilero izquierdo blue en lado débil, buscando atacar el lado ciego del último defensor en centros al segundo palo desde el costado derecho. Por lo tanto, del 4-5-1 inicial, el Porto pasó una gran parte del encuentro defendiendo en 5-4-1, orientando presiones hacia dentro (con trayectorias circulares de extremos) para luego apretar a pivotes.
En ese sentido, la circulación de pelota del Chelsea se vio resentida también por la intención conjunta de los cinco atacantes (mediapuntas en intermedias, Havertz y carrileros larguísimos) de romper al espacio. La ruptura constante de la avanzadilla provocaba que no hubiera apenas ofrecimientos al pie, a espaldas del centro del campo. Por ello, los de Thomas Tuchel terminaron por redundar bastante en el desplazamiento largo sobre el desmarque de ruptura de sus carrileros (ambos) a espaldas del bloque medio rival, de los cuales tampoco lograron extraer una gran cantidad de ventajas posicionales en el último tercio.
Por ello, tanto en bloque medio como en los tramos a una altura más baja, el control de la profundidad defensiva por parte del Porto fue excelente. También la protección del carril central (en repliegue, ojo) fue notable, ya no solo por el cierre de vías de pase para conectar con jugadores entre líneas, sino por el hecho de dejar siempre a un jugador (el pivote, en este caso Grujic) como hombre liberado de referencia defensiva. Así, no sería hasta el 31’, con Mason Mount dejando un giro brutal que dejó tumbado a Sanusi, cuando el Chelsea logró ponerse por delante en el marcador con un chut raso al palo largo.
A partir de entonces, pasando por el pequeño asedio del Porto en los tramos finales del primer tiempo, la ruta de pases siguió sin encontrar soluciones ni en su fase de inicio (gran presión rival) ni en fase creativa (precipitación forzada que derivaba en envíos largos como única alternativa buscada). Ahora, además, los lusos también se crecían en ataque y llegaban con regularidad y peligro a la portería de Mendy ante un Chelsea condenado a achicar aguas en un repliegue bajo. Así, hacia el final del encuentro, el Porto no dio lugar a contragolpes, ni a salidas elaboradas, ni mucho menos a un juego basado en progresos más allá de la segunda línea. Tendría que ser en el 85’, ante un error en el control de Corona, cuando el Chelsea dejaría prácticamente sentenciada la eliminatoria con el segundo tanto de Ben Chilwell.