Real Madrid 1-1 Chelsea: Aprender de la tormenta

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El Chelsea de Thomas Tuchel no tardó ni cinco minutos en demostrar qué hacía en unas semifinales de UEFA Champions League. La velocidad en la circulación de balón, la forma constante de encontrar ventajas, de superar presiones y de imponer su juego fueron demasiado para un Real Madrid desdibujado en el arranque. Pero si algo entiende Zinedine Zidane del fútbol es que, incluso durante las peores tormentas, hay un pequeño rayo de sol que advierte un rumbo diferente. A este halo de luz, llamémosle hoy Karim Benzema (y lo que provocó su anotación), se aferró una vez más el club blanco para superar los peores momentos de su juego.

En el arranque, como si de un rival cualquiera se tratara y jugar unas semifinales europeas fuera algo rutinario, el Chelsea arremetió golpes continuos hasta el ecuador del primer tiempo a través de un dominio técnico-táctico que, a estas alturas, a pocos puede llegar a sorprender. De hecho, el equipo blue se fue al frente al minuto 14′, en una jugada en la que Rüdiger encontró a la espalda de la defensa blanca a un incisivo Christian Pulisic, quien luego regateó a Courtois y fusiló a Varane.

La intención del Real Madrid de presionar la fase de inicio rival, incorporando a Luka Modric en su salto sobre Rüdiger, no hizo más que cumplir aquella premisa de la que parte la salida blue: atraer para dividir, permitir los saltos para incomodar en el giro y nutrirse de ellos con un dominio escandaloso de los circuitos de pases con cercanos (aquellos que involucran a centrales y pivotes), y la ventaja continua de los alejados (mediapuntas sobre todo). Además, N’Golo Kanté, siempre un tiempo antes que cualquier otro centrocampista, hizo suyo el partido. El francés hizo de todo: corrió como Forrest Gump, pidió la pelota, combinó, giró, regateó y la recuperó. Actuación memorable.

En ese sentido, el Real Madrid partió de un 5-2-3 sin balón que servía para facilitar las referencias defensivas en cada salto: Kroos-Casemiro iban sobre pivotes (Kanté-Jorginho), Marcelo-Carvajal sobre carrileros (Chilwell-Azpilicueta), y Vinicius-Benzema-Modric sobre centrales (Christensen-Silva-Rüdiger). Pero, como consecuencia, los centrales blancos quedaban siempre en 1vs1 con los atacantes rivales, opción muy arriesgada teniendo en cuenta el nivel de estas figuras. Con balón, además, cada intento de generar algo mínimo reconocible partía de aquello que pudiera o no inventar Karim Benzema, el hombre en quien volvió a sujetarse el Real Madrid en sus peores momentos de juego.

De hecho, y tras un aviso previo, tuvo que ser el propio ariete francés quien pusiese el 1-1 en el marcador… Y permitiese un largo tramo de calma (que posteriormente se prolongaría durante prácticamente todo el encuentro) luego de un período aparentemente eterno de tormenta. De hecho, durante muchos momentos, el principal dolor de cabeza para los blancos no estuvo tanto en el tipo de presión que ejercían (que también), sino en la forma en que perdían la pelota y cómo quedaban expuestos tras ejercer un mal control de la transición defensiva. Cada salto individual hacia delante suponía un costoso retroceso hacia atrás, y el Chelsea bien pudo finiquitar la eliminatoria a base de contragolpes (sobre todo en el primer tiempo).

De cara al segundo tiempo, Zidane introdujo varias modificaciones y el partido entró en una dinámica diferente: la principal y más importante fue, precisamente, que ese 5-2-3 sin balón pasaba a ser un 5-3-2 “más natural”, con Luka Modric pendiente de Mount y no del salto sobre Rüdiger, y Casemiro limitando su presión sobre Jorginho. Así, y aunque ahora el central alemán gozaba de ser el hombre liberado con balón (y estaba respondiendo con una exhibición a la altura), el Real Madrid podía proteger más de cerca el talento de Mount y con más hombres la profundidad defensiva. Fue así como el club blanco «reaprendió» a competir en Copa de Europa, por cómico que pueda llegar a sonar.

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Manu Escuder
Periodista, analista y scout. Formando y formándome. También escribo en Revista Panenka.

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