Benzema, el heredero sin corona

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Estamos en 2005, y Zinedine Zidane juega en Madrid. Es el ocaso de su carrera, pero también se está preparando para el canto de cisne que tendrá en verano, en el Mundial de Alemania. Mientras tanto, su heredero argelino-francés está debutando profesionalmente a mil 240 kilómetros de la capital española. En Lyon fue donde estuvieron las primeras personas que dieron fe del talento y gran potencial de Karim Mostafa Benzema.

No era el Karim de hoy en día. En aquellos días, era más delgado, menos fuerte, más pálido incluso, y también más delantero de banda que jugador de carril central. No se parecía mucho a Zidane, pero estaba claro que era la próxima estrella del combinado galo para Sudáfrica 2010. Estaba Franck Ribéry, que había sorprendido al mundo con una Copa del Mundo muy potente en Alemania, pero no era un elegido técnico; sus toques no le daban al espectador la sensación de estar en Louvre, y con Karim era algo distinto.

Si no quedó claro nada más debutar, sí que cambió la opinión en cuanto tuvo tiempo de juego en el Stade Gerland en la 2007-08. Ya había debutado en la selección francesa unos meses antes, justo a tiempo para llegar a la Eurocopa del 2008. Aún no había hecho tanta presencia goleadora como se supondría, pero todas las publicaciones de ese año lo daban como jugador joven a seguir de Les Bleus. Por supuesto, ya se empezaban a escuchar muchos rumores de clubes interesados en alejarlo de Lyon.

El plan inicial de Raymond Domenech era conformar una pareja donde Thierry Henry y el joven punta coexistieran. Sin embargo, ese torneo sería una completa calamidad para Karim y todo el cuadro galo. Sorteados dentro del grupo de la muerte junto a Italia, Holanda y Rumania, la empresa no parecía fácil, aunque el calendario ayudaba. En teoría, debutaban con el rival mas débil, pero pronto empezaron los sinrazones.

El seleccionador prescindió de Henry para ese primer encuentro, y colocó a Anelka como pareja de Benzema para enfrentar a Rumania. Francia era un equipo muy rígido en ese 4-4-2 que proponía, y así fue la primera gran aparición internacional de Benzema ante el mundo. Sin fluidez con balón para que este llegara arriba en óptimas condiciones y con una notoria falta de complementación con Anelka, Karim no pudo hacer mucho; Francia consiguió el empate en el debut. Quedaban los dos partidos más difíciles.

Y la sorpresa saltó el día del juego contra Países Bajos. Según Domenech, el cambio necesario para modificar la dinámica del equipo era tener a Karim y Anelka en el banco de suplentes, y que su lugar lo ocuparan los más experimentados: Henry y Govou. El resultado fue un 4-1 en contra, una de las derrotas más escandalosas que se recuerden del equipo francés en la competición.

Ya no dependían de ellos mismos. Había que ganar a Italia en la reedición de la última final de la Copa del Mundo y esperar que los neerlandeses cumplieran los pronósticos y vencieran a Rumania. A pesar de que Italia tampoco estaba en el mejor momento, parecía que a los franceses no les iba a alcanzar para estar en la siguiente ronda. Y así fue. En la hoguera quedó otra vez un Karim Benzema que estaba ante la gran oportunidad de salvar a su selección, pero también más que expuesto ante un posible fracaso. Era el primer torneo sin Zidane, y Henry no estaba compareciendo; entre Ribery y él –estandarte de la generación del 88 que tenía a Nasri y Ben Arfa como sus escuderos– debían liderar a una Francia que iba a medias en todo, incluido su rol en el grupo y en el terreno de juego. Por supuesto, la dinámica se lo comió. Nadie le tendió una mano para que todo fuera más sencillo y tampoco se la tenderían después de ese verano.

A pesar de su movimiento a Madrid hace 12 años y de la eventual confianza para afianzarse, Raymond Domenech fue tomándolo menos en cuenta. En septiembre de 2009, ya habría declaraciones encontradas ante la prensa, y para noviembre, cuando Francia se jugaba contra Irlanda el famoso pase a la Copa del Mundo, Karim se pasó los 200 minutos de la eliminatoria en la banca. Estaba claro que algo no andaba bien, pero faltaba más. Ya estaba un poco avisado porque no había sido convocado para ningún amistoso en 2010.

Y así, el 11 de mayo previo a la Copa del Mundo, se confirmó lo que venía gestándose. Karim no estaba siquiera en la pre lista de 30 jugadores que Domenech pensaba llevar a Sudáfrica. Benzema se perdía la que debía ser su primer mundial. Era cierto que su temporada debut en Madrid no había sido la mejor, y disputar un lugar con Raúl, Cristiano y un Higuaín más experimentado era un reto muy grande. Sin embargo, también era verdad que simplemente el juego de Karim no gustaba a Domenech. Afortunadamente, el desastre francés en la Copa del Mundo dejó abierta la puerta para el delantero en el nuevo proceso. Pero, ¿era aún era el heredero?

Su introducción a un equipo en cambio generacional, sin un líder fuerte y sin resultados que dieran confianza había sido un desastre. Una Euro y un Mundial tirados a la basura. Pero Laurent Blanc lo arropó desde el primer día y volvió a nacer la esperanza con él. Esperaba la Eurocopa de Ucrania y Polonia en 2012. Ahí estaba la oportunidad para Karim.

Para entonces, ya había entrado más en dinámica en su equipo, y poco a poco, sobre todo en la 2011-12, fue haciéndose fundamental para Jose Mourinho en la Casa Blanca. En ambos lados se le daba confianza, tiempo de juego y un contexto adaptado. Aunque había un tema: ya se empezaba a hablar de lo poco asesino que era Benzema en el área y lo mucho que le gustaba integrarse al circuito de pases que intentaban mucho tanto el Real Madrid como la Francia de Blanc. ¿Se le debía poner por detrás de otro o podía ser la referencia más adelantada de la selección?

Para el debut en la Euro 2012, Blanc se decidió por lo segundo y coloco al astro del Real Madrid por delante de una línea de tres formada, de izquierda a derecha, por Malouda, Ribéry y Nasri. Un nuevo inicio para Karim, en un equipo con comandante y estrategia, pero que todavía no lo entendía del todo. A Francia, ante la Inglaterra tan tradicional de Roy Hodgson, le faltó profundidad. Nunca hubo una manera de hacer mas grandes los espacios interiores para que aparecieran Samir y Franck, y tampoco un apoyo en la banda que alejara a los laterales. Y Karim se sintió perdido otra vez. No tanto como en 2008, pero seguía sin saber su lugar.

La historia no cambió tanto para el segundo partido, que los enfrentó a Ucrania. Salió Florent Malouda del XI en favor de Jérémy Ménez, con lo que a priori se solucionaba la falta de ruptura. Sin embargo, los ucranianos también activaron su plan táctico de buena manera y el movimiento no fue tan fructífero. Benzema terminó reflejando su nombre en el marcador, aunque fuese en letras pequeñas, pasando para los dos goles justo cuando la pesadilla de 2008 reaparecía en la mente. Con esas dos asistencias, Francia logró su primera victoria en la Eurocopa sin necesidad de que Platini o Zidane estuvieran en el terreno de juego. ¿Aún era el heredero? La historia no se decidía. Así se pasaran el partido en el circulo central, los dos grandes nombres recién mencionados solían anotar por montones cuando de estos torneos se trataba. Y Karim, supuesto delantero centro, no lo había hecho ni una sola vez en cuatro partidos con cuatro años de diferencia entre par y par. 

El último juego de grupos contra Suecia no iba a despejar las dudas. Prefiriendo a Nasri por dentro y a Ben Arfa en vez de Ménez en banda, Blanc volvió a darle mas preguntas que respuestas a su equipo. Irónico, ¿no? Con la generación del ’88 junta, llegó otra derrota fuerte. Y Benzema no varió tampoco su actuar; corrigió los errores de Nasri como nexo y dio juego y dirección a Francia, pero no había quien rematara la faena. Sin goles y con victoria, empate y derrota al final de la fase incial, ahora a Karim le tocaba enfrentar en cuartos a España. A esa España de Don Luis Aragonés.

Y ahí, por mas calidad y emoción que puso junto con Franck Ribéry, simplemente no pudo ante el juego combinativo del 4-2-3-1 español y sus individualidades defensivas. Benzema sumó cuatro partidos de torneo internacional a su historial, ningún gol, pero quizá sí una lección a su ya cargado maletín de sesiones de entendimiento de este deporte. Puede ser que incluso haya llegado Flash en ese momento, quizá muy temprano en el tiempo, y le haya dicho que lo que le hacía falta era Mbappé. -¿Mba… qué?-, habrá preguntado nuestro protagonista. Todavía faltaban nueve años.

En retrospectiva, esos dos años fueron el comienzo de algo nuevo. Fue una transición sana que tomó muy jóvenes a varios del equipo en esa Eurocopa y, por tanto, no pudieron desplegar todo el potencial que tenían. Incluido Blanc. Pero el futbol va muy rápido y el día que se cerró la puerta de la Euro ante Alonso y Cesc, ya se empezaba a escuchar a lo lejos un poco de samba.

2013 y 2014 asentaron a Karim como una estrella mundial y uno de los mejores jugadores del planeta. En su club ya no importaba si era delantero centro o un mediapunta, pues estaba con Cristiano. Eso era lo importante. La Copa de Europa de Lisboa en ese año mundialista elevó a otra categoría a muchos de los futbolistas que la consiguieron, y Benzema estaba entre ellos.

Y así, ya con Didier Deschamps a la cabeza, sin Franck Ribéry como comparsa, pero con un príncipe rubio subido al carro, llegó a Brasil más seguro de sí mismo. Estaba más consciente de su naturaleza y de lo que le había faltado dos años atrás. Todavía no entendía lo que dijo Flash, pero si no tenía ese “Mbappé” que solucionara la profundidad, entre él mismo y Antoine Griezmann lo solucionarían.

El primer partido por fin significaría un debut feliz. Tenía a Mathieu Valbuena para conectar entre mediocampo y delantera y a Griezmann para estirar a la defensa rival. Él sólo tenía que ser Karim Benzema, y con eso bastó. Ganaron 3-0, y por fin se estrenó de forma convincente en un gran torneo, con doblete de goles. Pero era Honduras. Tenían que esperar mayores pruebas.

Y quizá llegó esa prueba cuatro días después, contra Suiza, pero no lo supimos ver porque Karim lo desbordó por completo. Fue su momento más feliz en la selección francesa. Para el tipo que ha ganado cuatro Champions League y ha hecho historia junto a los nombres de Cristiano Ronaldo y Zinedine Zidane, lo mas disfrutable de su carrera como seleccionado es ganar un partido de fase de grupos en contra de Suiza. Sin querer faltar al respeto, el dato es muy fuerte. 

Karim anotó dos goles (el segundo fue muy curioso) y dejó dos asistencias, además, dándose el lujo de fallar un penal. Pero lo verdaderamente notable vino de su posicionamiento en la cancha. Volvió a sentirse como el de Lyon, pero con el conocimiento de quien juega en el Real Madrid. Partió como delantero de banda izquierda mientras Giroud fue el encargado de lidiar directamente con los centrales. Así, libre, se acerco más al gol. Dio un concierto ese día.

Lastimosamente, no volvería a dar otra fecha. Ante Ecuador, en el ultimo partido de la fase de grupos, todo el equipo se relajó, fue un partido sin intensidad, sin historia, incluyéndolo a él. De los octavos ante Nigeria vale decir que cantó una canción a lado de Griezmann en el segundo tiempo. Aquel partido volvió a dar como titular a Giroud, pero por más referencia entre centrales que sea el otrora futbolista del Arsenal, tampoco solucionaba directamente los problemas de profundidad que acarreaba la selección gala desde 2012. Era necesario Antoine, así como dos años antes era necesario Ménez, sí, el que fue a jugar a México con el América. 

Y, ante Alemania, se terminó demostrando con creces. Quizá fue el mejor partido colectivo de Francia en el torneo, donde más cercana sintieron la derrota los alemanes en toda la competición, y Antoine y Karim tuvieron mucha culpa de eso con varias oportunidades de gol frente a la portería de Neuer. Sin embargo, Hummels marcó al 12′ y el gol del empate nunca cayó. Se había dado otro paso adelante porque Francia ya tenia un equipo, si es que hay cosas así en el mundo de las selecciones, pero volvían a caer sin un Benzema resolutivo. Y como si de una broma se tratara, ahí se cerró el libro de los torneos internacionales de Karim. Hasta hace unas semanas.

Lo ocurrido en los últimos años está más fresco. Benzema y Valbuena tuvieron un altercado que llegó hasta los tribunales. A raíz de ello, ambos fueron apartados de la selección en 2015. Griezmann, el príncipe rubio, tomo la estafeta y lideró a una selección finalista en casa en 2016, y volvió a hacerlo en 2018 ya acompañado de Kylian Mbappé. Esa vez, ganando el campeonato. Junto a un resistente Didier Deschamps, cosecharon lo que Laurent Blanc y el protagonista de esta historia comenzaron con una semilla en 2012. En realidad, nunca se le dio lo de ser «el heredero», al menos no con la camiseta blue. Sólo en Brasil era el estandarte, y no pudo avanzar como hubiera querido. Entre Henry instantáneamente, Ribéry con su madurez, electricidad y fuerza, y Griezmann con su perfecto timing con la historia, lo privaron de un lugar que le pertenecía. Incluso Antonie es dueño ya de la corona que la profecía dictaba como suya.

En 2021, a Karim no le hace falta demostrar algo. En un determinado momento de los últimos seis años, se pareció llegar a un consenso del tipo de jugador que es, lo determinante que resulta y lo especial que es al mirarle. Incluso, con la salida de Cristiano hacia Turín, se le ha revalorizado de cara a portería. Ya es el jugador completo que presumimos en alguna estancia de este viaje. 

A primera instancia, su regreso a la selección luce paradisiaco. Tienen a la mejor generación del orbe. Sin embargo, es todo un reto para él, su entrenador y el equipo. El rey es Antoine Griezmann, quien además de “robarle” la corona, también ocupó su lugar idóneo en el campo. Francia no podrá ser la misma que en 2018. La calidad de sus jugadores nos dice que, más allá del impacto inicial, no debería haber problema para Deschamps en inventar un equipo donde ambos delanteros o mediapuntas puedan disfrutar sin pisarse y poniendo su técnica e inventiva al servicio de los otros.

El mayor reto se vislumbra en la gestión del vestuario. Si por sinergia natural y humana, todo logra acomodarse, Europa debe tener miedo. Benzema, al lado de Antoine, tiene su revancha, y además tienen a un tal Kylian Mbappé. Llegó el momento.

Texto escrito por Eduardo Zurita

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Editorial Puskas
Proyecto periodístico dedicado al fútbol. Análisis, historias y entrevistas.

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