“Todo tiene que ser tan simple como sea posible, pero no más simple”. Esta frase pertenece al reconocido Albert Einstein, probablemente el científico más trascendental del siglo XX. Pese a que el fútbol es una materia de estudio que envuelve todo tipo de complejidad, no hay relación alguna entre la teoría de la relatividad y el protagonista de este texto. Sin embargo, la simpleza a la que el físico alemán hace referencia puede ser un buen punto de partida. Como el título marca, toca hablar de un delantero distinto. Y, hasta cierto punto, contracultural. Toca hablar de Santiago Giménez.
Si trazamos una línea horizontal, situando en la derecha lo complejo y en la izquierda lo sencillo, seguramente Santiago Giménez estaría justo en el medio. Viajando de polo a polo.
Podríamos afirmar que, por las sensaciones que deja en cada partido, el joven de Cruz Azul se debate entre jugar de forma sencilla y jugar con un toque de complejidad en sus acciones. En fin, ya llegaremos a eso. Lo que sí podemos resaltar como preámbulo es que, por perfil y características, Giménez diverge del resto de delanteros mexicanos.
La principal virtud de Santiago es su complexión. No es común que un delantero mexicano de 19 años esté cerca del 1.85 metros. No obstante, tomando como referencia a delanteros corpulentos como Henry Martín o Raúl Jiménez, el atacante de la Máquina obtiene provecho de su físico de forma distinta. El delantero del América se impone en las disputas individuales gracias a su musculatura, mientras que la estrella del Wolverhampton se luce a campo abierto y es efectivo al asociarse. Santiago Giménez va en otra dirección. Al menos por ahora.
El joven seleccionado nacional, pese a ser un delantero centro nominal, se siente cómodo buscando el intervalo central-lateral del rival. Partiendo de ahí, logra ser referencia cuando su equipo busca jugar directo. Utiliza su físico para desprenderse de su marca mientras el balón viaja por los aires, situándose en el espacio adecuado para recibir y colocar el esférico a ras de césped. Asimismo, sincroniza muy bien su salto para poder dirigir trazos largos con algún cabezazo. Pese a ser físicamente competitivo, no suele ir al choque con los defensores, sino que encuentra en el desmarque una vía mucho más práctica de ayudar a que Cruz Azul progrese y se plante en campo rival.
Perfilado de cara al área rival es donde comienza a exhibir sus recursos. Santiago Giménez es capaz de acelerar bruscamente gracias a su prominente zancada. Identifica muy bien el espacio y lo ataca a la brevedad, generando situaciones de remate por su propia cuenta. Pese a lo anterior, el joven atacante aún refleja una ineficiente toma de decisiones; no por una falta de lectura, sino por un exceso de complejidad en sus acciones. Por momentos busca realizar un gesto de más que lo aleja del gol. Y, pese a que su remate es muy potente, está todavía lejos de ser un gran definidor.
Si bien es cierto Giménez se inclina rumbo al polo de la complejidad, también es una realidad que entiende muy bien su rol dentro del 4-3-3 de Robert Dante Siboldi. Y, a partir de ahí, no cae en excesos, limitándose a jugar con una sencillez que brinda mucho sentido a las intenciones de juego de Cruz Azul. El estratega uruguayo busca que los definidores de su equipo sean los atacantes en banda (Jonathan Rodríguez); es ahí donde Santiago actúa con mucha practicidad, botándose para recibir y activar a un Cabecita que no perdona cuando corre rumbo al vértice del área.
No suele ser común que un delantero mexicano obtenga de su potencia en piernas la posibilidad de competir dentro y fuera del área. Pese a que aún necesita obtener masa muscular para eliminar rivales mediante su braceo, Santiago Giménez ha logrado irrumpir gracias a una apropiada lectura de juego. Hoy en día, es importantísimo en el sistema de Robert Dante Siboldi. Si mejora su toma de decisiones y añade un toque asociativo a su perfil de delantero, estaremos frente a uno de los prospectos mexicanos más serios de cara al futuro.