HISTORIAL
CLASIFICÓ VÍA ELIMINATORIA
Después de superar las expectativas en Rusia 2018, la selección escandinava se presenta a esta Eurocopa como una de las dos favoritas del Grupo E, aunque envuelta en medio del caos que supone haber contado con positivos de COVID en la expedición. Si no se acabase generando un brote, hay que señalar que viven un momento dulce, recogiendo los últimos frutos de una gran camada de futbolistas entre los que estará un Andreas Granqvist que anunció su retirada pero que se arrepintió y ha entrado en la lista, a diferencia de un Zlatan Ibrahimović que hizo lo propio, pero que no será partícipe finalmente de dicho evento por un esguince de rodilla. Por el camino, entre tanta veteranía –doce jugadores superan los 30 y es el combinado con mayor media de edad, empatado con los 29´2 de Bélgica–, cuenta con la bocanada de aire fresco que supone la presencia de Alexander Isak, Kulusevski, Cajuste o Svanverg. Un dato que deja entrever que la regeneración ya ha comenzado, que su fondo de armario ha mejorado ostensiblemente, pero que este todavía será el último baile de su columna vertebral en un gran torneo continental.
Lo que funciona, es mejor no tocarlo. Un tópico extendido en el mundo del fútbol, con el que parece que concuerda Janne Andersson, técnico que sigue manteniendo la esencia de sus éxitos recientes, pero que ha sabido añadir matices. El más evidente, que su inamovible 4-4-2 ya no es tan reactivo como hace tres años y que, sin balón, ha adelantado ligeramente sus líneas, con algún tramo puntual de presión alta, incluso. No obstante, su plan predilecto ante rivales superiores o de su misma entidad sigue correspondiéndose con la búsqueda del orden, consciente de que sufre más ante ataques verticales a pocos toques, que cuando el rival ataca en posicional con la telaraña sueca ya replegada.
Partiendo de esta disposición táctica, su habitual bloque medio no es fácil de desarbolar, ya que una de sus principales premisas es mantener cercanos a sus jugadores, sin que se agranden los intervalos entre sí, garantizando una alta eficacia en las coberturas. En los mencionados tramos donde adelanta líneas, se vislumbra un sistema de saltos coordinados como si se tratase de un balancín –cuando un extremo sale de zona, el lateral acompaña adelantando metros y los del lado opuesto reculan, mientras el superpoblado bloque central bascula–. Si no roba pronto, su disciplina les lleva a una rápida reestructuración defensiva, aunque corren el riesgo de aumentar el espacio entre sus líneas –bastante horizontales en lugar de escalonar jugadores– cuando se estiran.
Controlan mejor el ancho del campo que la espalda de su defensa en partidos abiertos, ahí tienen uno de sus principales puntos flacos. Sin duda, el contexto ideal para que sus centrales se sientan más cómodos es conviviendo cerca o, incluso, dentro de su propio área. Mientras que a campo abierto evidencian problemas de velocidad y posicionamiento, viendo el juego de cara son muy solventes, especialmente en el juego aéreo. A balón parado ofensivo también son uno de los combinados más temibles de Europa, con el pie de otro viejo rockero como Sebastian Larsson (36) y rematadores de la talla de Danielson, Granqvist, Isak, Lindelöf, Berg o Pontus Jansson.
A la hora de atacar ya no es aquella selección tan rudimentaria que buscaba permanentemente a Marcus Berg en largo –una eminencia jugando de espaldas y ganando duelos aéreos, ejerciendo como punto de apoyo– para que este descargase o prolongase balones hacia Toivonen. No obstante, sigue contando con el primer intérprete y, por consiguiente, el recurso permanece. Pero ahora también dispone de la autosuficiencia ofensiva de Isak o Kulusevski, especialmente dañinos al espacio. Su delantera ha mejorado en fondo y forma, maneja más registros y mantiene una reseñable complementariedad entre sí.
La explosividad de sus puntales hace que tenga más amenaza tras robo y que, si en salida de balón encuentran la manera de progresar con el oponente estirado –no arriesgan ante presión–, puedan aprovechar los espacios en transición. Para que el equipo aumente su fluidez hay dos piezas clave: Kristoffer Olsson para acelerar desde la conducción –busca recibir a espaldas de la primera línea de presión rival, intercambiando posición con su acompañante en el doble pivote– y un Emil Forsberg desde el que se explica la asimetría del dibujo, ya que parte por izquierda –lado donde el equipo mejor se asocia– pero tiende a aparecer por dentro, con el lateral izquierdo proyectándose en amplitud para compensar. En la derecha, Lustig mide bastante más sus subidas, en ocasiones queda como lateral bajo para generar superioridades en salida de pelota, y Kulusevski encuentra así situaciones de aclarado donde puede desbordar desde la derecha, a pierna cambiada. Viktor Claesson o Sebastian Larsson le sustituirán los primeros partidos, perfiles diferentes, sin esa verticalidad.
XI TIPO
Todo puede cambiar en función de si hay brote de COVID o no. Por ahora, los únicos positivos son Svanberg y un Dejan Kulusevski que no será sustituido en la convocatoria, tal y como ha señalado el seleccionador. No obstante, hasta el debut de Suecia, podría haber cambios ilimitados en la convocatoria por esta situación excepcional. Su reemplazo en el «XI» parece ser Claesson para jugar en banda, sin tener que elegir por tanto entre Isak o Berg para la doble punta. Quaison venía contando poco, pero la baja inicial de Kulusevski le abrirá puertas dado que es el perfil más similar, salvando las distancias. Larsson es la alternativa para el doble pivote o la banda derecha, aunque llega con molestias físicas. Augustinsson podría competir por entrar en el lateral zurdo, pero es otro jugador excesivamente delicado en lo que a lesiones se refiere.
FIGURA
EMIL FORSBERG
Tras varias temporadas perdiendo protagonismo en el RB Leipzig, fruto de su irregularidad –su técnica nunca ha estado en entredicho–, esta 20/21 se ha erigido como una de las revelaciones del equipo de Nagelsmann. Su mejora en lo que a consistencia se refiere, sostiene el porqué Julian ha usado el “falso 9” –en ocasiones doble, alternando alturas con Dani Olmo– como esquema principal. Más allá de su capacidad para intimidar desde la frontal con su gran golpeo de diestra, Forsberg es el trequartista más capacitado para dinamizar el juego de Suecia, un socio sutil para todos a la hora de tirar paredes, la pieza que entiende cuándo y cómo generar superioridades entre líneas por dentro. Visión de juego y último pase para dejar a los artilleros en situaciones francas de remate. No obstante, Suecia es una selección sin grandes figuras, prima el colectivo sobre lo individual.
PROMESA
DEJAN KULUSEVSKI ***
Demostró ser hábil al espacio en el Parma y ahora ha dejado entrever en la Juventus que también se sabe mover bien en espacios más reducidos, que puede combinar y habilitar al compañero a pocos toques, aunque su fuerte se encuentre en lo primero. La explosividad que le caracteriza, sea como extremo o sobre todo segunda punta, le convierte en un buen socio para las prolongaciones de Berg; y su técnica en conducción le transforma en un activo importante al contragolpe, aunque no necesariamente tenga que finalizar él. Un atacante imponente en lo físico y bastante más técnico de lo que pueda transmitir a primera vista su envergadura –el giro de tobillo es marca de la casa–. Atrae miradas de los defensores, con las ventajas que eso provoca a su alrededor. Jugando por derecha, amenaza con su disparo de zurda al palo largo, pero también puede desbordar por ambos perfiles –no tiene problemas en usar la diestra–, haciendo uso de su cambio de ritmo y dirección. Muy completo, difícil de predecir porque no telegrafía sus intenciones, altamente predispuesto a sus solo 21 años. No se esconde. Llamado a liderar a Suecia en Qatar 2022, aunque deba mejorar sus registros goleadores.
*** Dada la baja de Kulusevski (COVID) para los primeros encuentros, Alexander Isak se postula como otra gran promesa a seguir.
ENTRENADOR
JANNE ANDERSSON
El estratega sueco no sabe lo que es dirigir a un club o selección fuera de las fronteras nacionales. Comenzó su carrera como primer técnico ligado al Halmstads BK, después viajó hasta Gotemburgo para entrenar al Örgryte IS, y finalmente desembarcó en un histórico en horas bajas, como era el IFK Norrköping. Allí fue contratado justo después de que el equipo ascendiese en 2011 de la mano de Göran Bergort, y consiguió la permanencia in extremis. Pero si lo cierto es que cogió al cuarto club más laureado de Suecia en un mal momento, también lo es que lo dejó en lo más alto, porque en 2015 logró levantar un título que es el único que tiene el club en sus vitrinas desde 1989. Así fue como se ganó el puesto de seleccionador en 2016, tras la decepcionante Eurocopa de Francia que realizó Suecia. Y a la vista está que, desde entonces, la selección ha competido a las mil maravillas, logrando vapulear a Italia en la repesca que supuso el adiós de Buffon y llegando a la postre hasta los cuartos de final del Mundial de Rusia 2018, que es la mejor marca de esta selección desde 1958.