La Italia de Roberto Mancini fue el mejor equipo de la fase de grupos del torneo, pero también hay que decir que casi siempre encontró un escenario favorable. El debe italiano, que puede impedir que se alce con el trofeo y que estuvo cerca de suponer una eliminación en la noche de Wembley, es la falta de talento diferencial arriba. Italia no cuenta entre sus hombres de ataque con un jugador perteneciente a la super élite. Y cuando las cosas se complican, cuando no es tu día o cuando el rival ha planteado un escenario de partido donde se hace fuerte, Italia nota mucho esa falta de calidad. La sintió ante Austria, con el encuentro yéndose a la prórroga, pero finalmente lo acabó ganando. Italia venció a su propio miedo y sigue su camino triunfal.
Prescindió Mancini de Locatelli pese a haber sido uno de los grandes protagonistas de la fase de grupos por una razón muy simple, Verratti, a día de hoy, es bastante mejor jugador. Salvo eso, Italia repitió intérpretes y funcionamiento respecto a lo que le estaba funcionando tan bien, respetando esa ocupación de espacios asimétrica. Por derecha lateral bajo, extremo abierto e interior en zonas intermedias; por izquierda lateral profundo, interior en la base y extremo en zonas intermedias. Italia progresaba bien, de manera fluida, hasta instalarse en el último tercio. Ahí, solo el cambio de ritmo de Spinazzola en conducción transmitía amenaza.
«Austria jugó un magnífico partido. Supo resistir y sumó salidas a través de Arnautovic»
Franco Foda repitió en Austria lo visto ante Ucrania, y el resultado volvió a ser muy positivo. En defensa posicional, colapsaron el carril central para obligar siempre al rival a ir por fuera, clave en esto la actuación de un Xaver Schlager que se salió. Cerrando líneas de pase, interceptando, apareciendo en coberturas… fue una máquina defensiva. Con Dragovic y Hinteregger protegiendo bien el área, Austria defendía de manera cómoda, pero es que además sumaba salidas. Clave el juego en apoyo de Marko Arnautovic dejando compañeros de cara, las rupturas de Baumgartner, la movilidad por dentro de Laimer, Sabitzer lanzando y la profundidad de los laterales por fuera. Saliendo de manera elaborada, progresaban siempre. Tan solo tuvieron algunos problemas queriendo transitar tras pérdida rival pues la contrapresión italiana fue buena (gran Marco Verratti).
«En el segundo tiempo el miedo se apoderó de Italia. Completaron sus peores minutos del torneo»
Corrigió Mancini en el descanso la forma de presionar de los suyos, ahora con extremos tapando el pase de los centrales hacia fuera mientras Immobile quedaba sobre Grillitsch, pero eso fue lo único destacable de los transalpinos en la segunda parte. Sabiendo que tenían mucho que perder, sin una individualidad a la que agarrarse para cambiar el partido, Italia circuló peor el balón, se precipitó más (terribles actuaciones de Insigne y Berardi) y permitió salidas del rival. Austria estuvo cerca de ganarlo, transitando mientras su bloque defensivo dominaba el partido.
Fueron decisivas las sustituciones, con Italia agotando su poderoso fondo de armario mientras Foda quería resistir con sus hombres de confianza, haciendo solo el cambio de Baumgartner por lesión. El 1-0 explica bien lo que las sustituciones pueden cambiar el partido. Spinazzola recibió por dentro (bueno su intercambio de pasillos con Insigne, confundiendo al rival), Pessina movilizó el bloque rival y Chiesa definió atacando lado débil. Por parte austriaca, Laimer que se había pasado a la izquierda tras la entrada de Schöpf en derecha, fue quien no llegó a la cobertura permitiendo el gol.
De todos modos y pese a un segundo gol de Pessina, Austria no se rindió y atacó con todo en la segunda parte de la prórroga, buscando ser muy directos y exteriores aprovechando los centímetros de Gregoritsch y Kalajdzic en el área. Anotaron el 2-1 a balón parado, en un gran centro de Schaub que aportó con su golpeo, pero Italia resistió gracias a la buena actuación de Donnarumma bajo palos y a la capacidad de Chiesa para ofrecer salidas a campo abierto.
Italia se enfrentó al plan de partido que se sabía de antemano que podía echarles, aquel que requiriese de una actuación estelar de un jugador ante las dificultades de imponerse al colectivo rival. El jugador estelar, en este caso, fue el banquillo. Pese a que pueda parecer que este partido rebaja la euforia italiana, lo único que ha hecho es alimentar el hambre de un grupo que se ve con la capacidad de devolver al fútbol italiano a la cima.