España llevaba prisionera de su éxito muchos años. El ciclo dorado, irrepetible, que se vivió entre 2008 y 2012 hizo caer a los españoles en aquel error en el que toda persona cae alguna vez en la vida: que lo bueno va a durar eternamente. Sin saber dar el relevo generacional adecuado, la selección española tiró varios torneos internacionales por el camino. Está siendo finalmente en esta Eurocopa, nueve años después del último trofeo ganado por España, cuando Luis Enrique está sabiendo dar con la tecla. Sigue confiando en algunos de la vieja guardia, como es el caso de Sergio Busquets que está siendo precisamente ahora cuando está jugando mejor que nunca con la selección, mientras da minutos a varios de los jóvenes que venían golpeando la puerta con fuerza. De entre todos, el nombre de Pedri González destaca por encima de los demás. Un talento más propio de los que tenía España la década pasada.
Se adaptó claramente Vladimir Petkovic para enfrentarse a la selección española, variando para ello su esquema habitual. Quitó la defensa de tres centrales para apostar por un 4-2-3-1. Los de Luis Enrique construyen sus posesiones con los laterales quedando bajos, sin ganar nada de altura, y por tanto si Petkovic quería mantener su esquema que estaba usando, de cara a presionar eran los carrileros quienes se emparejaban con laterales rivales. Si estos quedan bajos, obligan a un salto muy grande del carrilero y Petkovic no quería eso. La solución, un nuevo esquema para mandar a extremos sobre laterales rivales. Seferovic orientaba a los centrales para que fuese Pau Torres el central con peso en construcción, Shaqiri tapaba a Busquets, Zakaria saltaba sobre Pedri y Freuler hacía lo propio con Koke. Los laterales suizos emparejaban con los extremos abiertos de España y Akanji perseguía los descensos en apoyo de Morata, dejando a Elvedi como hombre libre para corregir.
«Busquets, a través de su posicionamiento, dio salidas constantes a España. Pedri y Koke también escapaban de las vigilancias de sus pares»
El factor diferencial fue Sergio Busquets. Con una inteligencia táctica propia de quien ha librado mil batallas, su posicionamiento a espaldas de la vigilancia de Shaqiri, que tenía que saltar sobre Pau cuando este conducía, le permitía recibir como hombre libre. A partir de ahí, filtraba a Pedri o Koke que también estuvieron muy bien moviéndose para poder zafarse de sus respectivas vigilancias. España progresaba fácil y se instalaba en campo rival, pero ahí faltaba calidad para resolver. Los apoyos de Morata no se traducían en ventajas para el colectivo, y ni Ferrán ni Sarabia recibiendo abiertos conseguían desbordar. La Roja se adelantó gracias a un desvío en un disparo de Jordi Alba, pero más allá de eso Suiza defendía cómoda en campo propio.
Lo que sí notaron los helvéticos, en demasía incluso, fue la baja de Granit Xhaka, la estrella en el memorable partido ante Francia. No podían contar ni con sus pases largos ni con el mecanismo que desencadenaba su lateralización por izquierda. Dependían de lo que pudiera sacar Seferovic descargando balones largos y, especialmente, de lo que produjera un Xherdan Shaqiri que estuvo especialmente fino. Recibiendo en carril central, girando, conduciendo y lanzando, el jugador del Liverpool daba salidas a los suyos.
Perdió frescura en sus avances España con el paso de los minutos, e incluso sufrían cometiendo pérdidas ante la presión rival. Suiza aprovechó su moméntum en el partido para empezar a producir, con Shaqiri muy participativo y cargando bien el área con llegadas desde segunda línea. El empate se veía venir, y finalmente ocurrió tras una falta de entendimiento entre Laporte y Pau Torres. Encajó mal el golpe España, que cortocircuitó en sus avances y los jugadores empezaron a tomar malas decisiones. La expulsión de Remo Freuler sirvió para cortar el buen momento en el partido de los suyos y devolver a la vida a una España que estaba al borde del abismo.
«En inferioridad numérica, la resistencia proporcionada por Sommer, Elvedi y Akanji fue de niveles épicos. Los tres estuvieron inmensos»
Decidió replegar Suiza en 4-4-1, dejando arriba solo a Mario Gavranovic en una constante lucha contra el mundo para sumar alguna salida, y España pasó a tener tramos muy prolongados de ataque posicional. Probó primero Luis Enrique con Ferrán Torres en el puesto de nueve y Gerard Moreno abierto en derecha, pero no funcionó pues ni el del Manchester City se encontró cómodo en esa posición ante un repliegue bajo, ni el del Villarreal aportaba desborde recibiendo abierto. Con la entrada de Oyarzabal, Gerard recuperaría su posición como delantero centro.
Como estaban instalados constantemente en campo rival, finalmente Llorente entró de interior derecho, la posición en la que ha brillado en el Atlético Madrid, y pudo aprovechar su capacidad de ruptura en el intervalo entre central y lateral. También se modificó el comportamiento del lado izquierdo de la selección española, ahora con Jordi Alba ganando altura (muy buena prórroga la suya llegando a línea de fondo y dejando buenos centros), Dani Olmo en zonas intermedias dejando buenos toques y Pedri un poco más atrás, dejando buenos pases cuando el contexto ya quemaba las mentes de todos los jugadores a causa del agotamiento. Ya en los últimos minutos, también cambió España el funcionamiento de su lado derecho, volviendo a lo visto en el primer día ante Suecia. Interior (Thiago Alcántara) lateralizado, lateral (Marcos Llorente) rompiendo en zonas intermedias y extremo (Mikel Oyarzabal) recibiendo abierto.
Todo esto está bien en la teoría, pero en la práctica significó un atasco y un constante quiero y no puedo ante el bloque suizo. Las actuaciones de Nico Elvedi y Manuel Akanji defendiendo el área, en un contexto diferente al del otro día ante Francia, no pudieron ser más emocionantes. Costaba creer que no estuvieran jugando hermanos gemelos suyos, pues estaban en absolutamente todas las acciones. Yann Sommer bajo palos y Silvan Widmer ganando duelos individuales, los otros artífices de la resistencia.
Suiza forzó los penaltis, un logro tremendo tal y como estaba el partido, pero esta vez la moneda les salió cruz. Fallaron todo lo que metieron el otro día y abandonan una Eurocopa en la que han rendido claramente por encima de las expectativas. Gloria para ellos. España, en cambio, saboreó el dulce sabor de la victoria y de volver a pisar unas semifinales. Luis Enrique, en una visión aristotélica de lo que tenía bajo su poder, ha encontrado la fuerza de su grupo en el término medio, juntando elementos de la generación pasada y de la que está por venir. O de la que ya ha llegado, mejor dicho.