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El aniversario 113 de Atalanta no pudo ser más cruel. Aunque, si atendemos a la RAE, cruel es aquella persona «que se deleita en hacer sufrir o se complace en los padecimientos ajenos». Una definición que le viene como anillo al dedo a la primera mitad que completó el equipo de Gattuso ante La Dea. Una exhibición de fútbol vertical y persistente que solo necesitó de una fórmula basada en la repetición de varias acciones automatizadas, una fiel representación del made in Napoli de la era Sarri que con Ancelotti se perdió.

El primer round fue de una supremacía apabullante; 45 minutos que rozaron la excelencia porque su adversario, además, si por algo se caracteriza es por tratarse de uno de los equipos más difíciles de maniatar en el planeta y que, sin embargo, en San Paolo ni siquiera encontró su identidad. Palabras mayores.

Siempre resulta complicado explicar un partido desde las estadísticas, pero en esta ocasión hay una que es ciertamente concluyente. Los locales ganaron el doble de duelos que la Atalanta (24 > 12). Y en un contexto donde las dos premisas del Napoli eran robar y verticalizar, la primera cuestión acabó retroalimentando a la segunda.

Gatusso ideó un plan anti-Dea mediante salidas de balón en largo –especialmente por derecha o buscando las descargas de Osimhen–, que Atalanta facilitaba con una presión orientada a bandas, blindando el carril central como de costumbre y posicionando el bloque alto. Y eso, unido a un notable ejercicio de intensidad sin balón napolitano –muy activo tras pérdida–, le permitió correr en todo momento. Aunque esa presión local no siempre fue necesariamente alta, para facilitar que el rival perdiese el balón más expuesto en términos posicionales y hubiese espacios que atacar con desmarques de ruptura muy complementarios entre sí. 

Porque, cuando un equipo aglutina a tantos actores de reparto que hablan el mismo lenguaje futbolístico, se impone el colectivo sobre todas las cosas y el contexto facilita la comodidad de sus jugadores; la atmósfera se inunda de una inercia donde la mentalidad prevalece sobre lo técnico-táctico. La Atalanta pareció un rival inofensivo, cuando nada más lejos de la realidad. Y los atacantes del Napoli pudieron dar rienda suelta al vértigo que les hace tan distintivos. 

En la punta del ataque Oshimen fue, junto a Politano en el extremo diestro, el primer engranaje para desatar las transiciones vertiginosas donde fue difícil encontrar un toque de más o un pase hacia atrás. El nigeriano pudo salir victorioso de 9/16 pugnas contra rivales que no sacaron ventaja defendiendo de cara y Politano hirió sin piedad el intervalo entre Palomino y Gosens. A partir de las ventajas generadas por estos, el rival se vio obligado a corregir rápido a campo abierto cuando sus centrales no destacan en esa faceta.Una cita donde Mertens no atrajo tantos reflectores, pero sí dejó huella en uno de esos partidos donde se le nota que juega a placer. Pudiendo aparecer libre de marca como enganche del 4-4-1-1 y compensando espacios para liberar carriles a sus compañeros, de la misma forma que Oshimen se los barría a él atacando la profundidad después de pelear los duelos, o como Politano –con su diagonal hacia dentro activando su pierna buena– se los brindaba a Di Lorenzo en amplitud. Un día donde todo salió a pedir de boca y el Chucky Lozano, con un doblete en 27´, ajustició a pie cambiado a los pupilos de Gasperini.

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Iñaki María Avial
Periodista · 1997 · España | Kaká me enseñó desde San Siro que en el fútbol la magia importa, Gerrard se fue a Estambul a confirmarme que la mentalidad prevalece. También soy `Chiellinista´. Delante de un micrófono, como dijo Michael Robinson, "estoy muy ocupado, pero no siento que esté trabajando".

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