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Conticinio: Hora de la noche en la que todo está en silencio

RAE

El otro día me topé en Twitter con esta maravillosa palabra, conticinio, y me dije que quería escribir un artículo en el que apareciese. Las mejores palabras siempre son aquellas que te encuentran a ti, y no al revés, que te susurran y te invaden y ya no las puedes olvidar, aunque nunca las uses. Me pasa algo parecido con los futbolistas. Los que más me atraen son aquellos que aparecen cuando menos los esperas o cuando crees que ya no te van a sorprender. Karim Benzema nos pilló en el conticinio, y cuando amaneció, su figura ya era legendaria. Como si despertáramos de una resaca demasiado larga, su fútbol nos invadió como el mayor de los remedios.

Decía Don DeLillo al ser preguntado por la fugacidad del tiempo que era consciente que cada vez quedaba menos tiempo para escribir. «¿Le asusta?» «No, no, sencillamente tendré que escribir más rápido«, respondía el escritor. A sus 34 años, Karim parece vivir en una paradoja. Su fútbol está llegando al final y en ese ocaso estamos presenciando una expansión, no necesita jugar más rápido porque sienta el final cerca, sino solo distinto. La diferencia entre el Benzema de 2021 y el de 2016 es que el actual es eminentemente consciente de su carrera como algo individual, alejado del marco colectivo. Benzema ya no solo juega para el Real Madrid, sino que también lo hace para él mismo.

Es extraño ver jugar a Benzema, porque es presenciar a un futbolista que controla, que entiende el tiempo. Lo moldea. Con cada contacto retrasa su caída, con cada pase aleja un poco más el final. El Real Madrid por fin ha comprendido a Karim en su totalidad, y como sucede con los genios, llega tarde. Durante muchos cursos, el francés jugó bien, muy bien en temporadas y tramos concretos, y mal en otros. Pero desde hace tres años, su fútbol no conoce otra cosa que no sea la excelencia, una limpia, pura, sostenida. La de los mejores. A veces en la vida nos damos cuenta demasiado tarde de lo que realmente importa, y a algunos la reconfiguración histórica de Karim Benzema les pilló saboreando su teórica (y pronta) decadencia.

«La nostalgia es necesaria para escribir» que decía el peruano Vargas Llosa. ¿Y para el fútbol? No tengo la respuesta, a veces pienso que la nostalgia es un motor de lo íntimo, de lo realmente auténtico. Otras que no es más que un velo que intimida y nos sirve como una guarida hacia lo exterior. Lo que sí tengo claro es que en la forma de jugar del ariete francés hay un rescoldo de nostalgia muy preciado, único. Es apenas imperceptible pues no lo notamos, solo lo intuimos. Pero está ahí, y nos recuerda que en Benzema hay algo que no logramos comprender pero nos encanta, nos seduce. Como una melodía que no recuerdas hasta que ya no te la puedes quitar de la cabeza. Así funciona el fútbol de Benzema, una experiencia mística.

El inicio de este curso de Karim Benzema es, sencillamente, aterrador. Añade a un fútbol complejo, profundo, de mil tonos y distintos niveles una agresividad ronaldesca, una puntualidad que aterra, que obliga al rival a entender al 9 francés como una amenaza triple, cuádruple, casi indefendible. Ayer decía Albert Morén en el Twitch del Estadi Johan que «es más fácil defender las consecuencias de Benzema que al propio Karim«, una frase maravillosa por su precisión. Benzema se ha convertido en un fenómeno en sí mismo, lo que implica que defenderle sea de una complejidad excesiva, y como apunta Morén, lo más sencillo sea defender lo que deriva de su fútbol. Ser central y enfrentarte a Benzema es enfrentarte a la página en blanco; te reta, te exige, te desespera y lo peor es que no hay nada a interpretar; debes sobreponerte a ella. Karim te lleva a puntos donde no llega nadie, sus movimientos largos y acompasados, sus caídas perezosas y sus descargas punzantes. Combos que perforan y solo te permiten defender desde el colectivo.

Benzema no juega más rápido, sino mejor. Juega para el recuerdo, para el futuro. Compite contra la imagen que proyectaremos de él en diez, quince, veinte años. Está en uno de esos momentos en los que el futbolista ha salido de su propio camino y se ha ido al futuro. Entiende el relato, Karim, recordad, domina el tiempo. Cuando nos dormimos Karim estaba allí, observando, y en el conticinio volvió a nacer. Cuando despertamos ya era otra cosa.

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Albert Blaya
Periodista. Escribo sobre fútbol y leo mucho.

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