Nunca un 0-0 en una final había dado para tanto. Liverpool y Chelsea nos brindaron una final de la Copa de la Liga a la altura de lo que son: dos de los mejores equipos del mundo. Tras 120 minutos en los que inexplicablemente nadie pudo deshacer el empate, los de Jürgen Klopp vencieron en la tanda de penaltis (11-10) en un desenlace digno de una película de Tarantino. Kepa, que había entrado expresamente para los lanzamientos por un Mendy que había sido el MVP de la tarde para el Chelsea, erró su penal y la Carabao Cup tomó dirección Liverpool. Por muchas cosas tardaremos en olvidar esta tarde de fútbol en Wembley.
Salvo jugadas puntuales, el Liverpool impuso claramente su plan en la primera media hora de partido. Primero, a través de su presión impidió que el Chelsea saliera limpio desde atrás, forzando en más de una ocasión balones largos de Mendy y dominando la caída con Van Dijk, Matip y Fabinho, y después, metiendo el dedo en la llaga en las debilidades del rival cuando le tocó llevar la iniciativa. Con el desplazamiento largo de Van Dijk, la imprevisibilidad de Trent Alexander-Arnold (exhibición de pases) y la insistencia de Robertson en la conducción, el Liverpool fue empujando al Chelsea contra la portería de Mendy, pudiendo después imponer su contrapresión y recuperar alto. Aunque la figura que terminó de hundir al bloque ‘blue’ fue Luis Díaz, con diferencia el mejor de los tres de arriba del Liverpool. Con Mané sin terminar de estar del todo cómodo por dentro y Salah teniendo un reto de mayor dificultad con Rüdiger, el Liverpool volcó mucho juego al sector izquierdo y ahí tuvo un filón en el duelo del colombiano contra Chalobah. Si bien es cierto que el canterano del Chelsea supo resistir, no tuvo una tarde plácida y Díaz lo martilleó una y otra vez. El Chelsea solo se mantuvo firme por lo gigante que se hizo Mendy bajo palos, dejando una doble parada antológica a la media hora de encuentro.
Pasado este tramo, los de Tuchel poco a poco fueron quitándose el agobio de encima, restándole continuidad ofensiva al Liverpool a base de sumar salidas. Mount, Havertz y Pulisic, alimentados por una sensacional versión de Mateo Kovacic superando presiones y lanzando ataques, fueron una amenaza para la defensa adelantada ‘red’, que a pesar de que rozó la excelencia coordinándose para tirar el fuera de juego, tuvo ciertas desconexiones que le pudieron salir bastante caras. Sin embargo, delante estuvo un Kelleher que, pese a que su actuación no puede equipararse a lo que hizo Mendy, debe ponerse en valor por la seguridad que ofreció cubriendo la espalda de la línea y atajando todo lo que le llegó. Cabe destacar también lo bien que estuvo, un día más, Mendy con los pies. Tanto conectando con el libre como jugando en largo hacia el sector de Matip y Arnold, el más débil del Liverpool simplemente porque no está Van Dijk. Así el Chelsea encontró una forma de asentarse en campo contrario, formando una red eficaz para ganar el segundo balón con Marcos Alonso, Havertz y Mount. A todo esto, también emergió en el partido la figura de Thiago Silva, que firmó una actuación defensiva brillante, amargándole la tarde a las tres referencias que le puso Klopp a lo largo del partido, sosteniendo al equipo dentro y fuera del área, y siendo una fuente de ventajas con balón.
Las direcciones de campo de ambos entrenadores no tuvieron el impacto esperado y restaron brillantez al choque. Tuchel movió el banquillo primero, poniendo dos amenazas a campo abierto como son Werner y Lukaku en el sector derecho del Liverpool, por el que más estaba sufriendo, pero se notó que están fuera de dinámica y no terminaron de pesar de verdad en el encuentro. Por contra, el que mejor leyó el partido con el paso del tiempo fue Havertz. Habilitándose para recibir, cayendo a banda, estirando a la defensa y generando ocasiones de gol, su partido fue realmente bueno. Tal fue así que aunque Tuchel lo cambió de posición en tres ocasiones, en las tres lo entendió todo de maravilla. Por otra parte, Klopp realizó tres sustituciones de golpe (Milner, Elliot y Jota, por Keita, Henderson y Mané), pero ninguna de las tres acabó de darle a su equipo lo que pretendía el técnico. Solo Harvey Elliot, que entró bien al partido y le dio frescura al equipo, pudo rescatarse de los cambios de Klopp. Tras 90 minutos, Kelleher y Mendy decidieron que había que ir a la prórroga.
Cinco minutos después de empezar el tiempo extra Klopp cambió a Luis Díaz por Divock Origi, lo que le restó muchísima amenaza al equipo y alimentó el último empuje del Chelsea, que acabó el partido mucho más entero que su rival. Con Thiago Silva sosteniendo al equipo, Chalobah crecido tras la salida de Díaz y Lukaku retando al espacio a Konaté, que entró fresco para la prórroga, el Chelsea tuvo la oportunidad de decidirlo antes de los penaltis, anotando dos goles que fueron anulados por cuestión de milímetros. Al final, el partido se fue a los 11 metros y sucedió el desenlace que ya todo el mundo conoce. Tuchel lo fió todo a la carta de Kepa y le salió cruz. Seguramente le lluevan críticas, pero no hay nada más injusto que juzgar a posteriori su decisión, más sabiendo de que tenía una base sólida por mucho riesgo que conllevase. Si hubiese sido al revés, dirían que fue una genialidad. Simplemente asumió riesgos y perdió. Fútbol.