No hay competición más hermosa que una Copa del Mundo, al igual que posiblemente no haya una selección que desprenda un aroma tan a “distinto” como Japón en los últimos tiempos. Una propuesta vistosa para el espectador, por mucho que ante Alemania no se haya podido desarrollar; un entrenador agresivo, capaz de ir introduciendo jugadores ofensivos al partido hasta remontarlo; y, por supuesto, un talento en sus filas que, sin levantar mucho la voz, destaca por su limpieza técnica, su capacidad de sacrificio y su agresividad para creérselo. Este es un reflejo de la Japón de Moriyasu, que se estrena en Qatar con una victoria agónica sobre la Alemania de Flick.
De inicio, tanto Hans-Dieter Flick como Hajime Moriyasu apostaron por un sistema en 4-2-3-1: de la mano germana, intentando darle una marcha de más al partido desde el primer minuto de partido, con relaciones cortas y asentándose en campo rival; por la parte nipona, plantados en un bloque medio-bajo muy equilibrado y sin regalar soluciones en la zona cercana a balón, con el objetivo de salir al contragolpe rápidamente con Kubo o Kamada lanzando, Junya Ito dando continuidad y Daizen Maeda apareciendo para finalizar o generar espacios a poseedor a partir de sus magníficos movimientos sin balón.
Aun así, y aunque Japón logró hacer vacilar a la selección alemana en los primeros minutos de partido, los de Flick rápidamente encontraron circulaciones cortas por dentro a partir de un Joshua Kimmich tranquilo en el primer control, a partir del cual desarticulaba toda la presión rival, un Gündogan que ocupaba muy bien espacios cerca del medio centro del Bayern München, y un Musiala hiperactivo y muy dinámico en sus movimientos en espacios reducidos para verticalizar la posesión desde la mediapunta.
Pronto empezó Alemania a embotellar a su rival y se sumaron ocasiones. En campo rival, los teóricos locales empezaron a formar con tres centrales para generar superioridades en primera línea, con Süle ejerciendo de tercer central y Raum cogiendo vuelo por izquierda. Así, a partir de la acumulación de futbolistas alrededor de balón, Alemania empezó a fluir y encontró soluciones de cara a puerta con el propio lateral izquierdo proyectándose al ataque y atacando la espalda de un Ito que desatendía una y otra vez la referencia de su par. Sin más, este fue el origen del penalti de Shuichi Gonda que convertiría Gündogan para el 1-0.
En el segundo tiempo, Moriyasu movería el banquillo para tratar de darle la vuelta a la situación y cambiaría el sistema por completo. Con las entradas de Takehiro Tomiyasu, Kaoru Mitoma y Takuma Asano, el dibujo pasaría a ser de tres centrales en un 5-2-3 que provocaría varias situaciones de 3v3 contra la defensa alemana, aunque los de Flick gestionarían estas situaciones de forma matavillosa. También la propia Alemania tendría ocasiones para finiquitar el encuentro, sobre todo en una múltiple acción en el 70′ con un Shuichi Gonda magnífico en todas las intervenciones. No obstante, la recta final del encuentro sería toda de Japón: bien plantados, cómodos y con ocasiones. En el 75′ llegaría el tanto del empate de la bota de Ritsu Doan; en el 83′, Takuma Asano pondría el de la victoria para provocar la locura en las gradas.