Aquellas tardes de verano

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You got a fast car
I want a ticket to anywhere
Maybe we make a deal
Maybe together we can get somewhere
Any place is better.

Fast car. Tracy Chapman

Era una mañana típica de verano en el Distrito Federal (Ciudad de México), cielo gris, bochorno. La época estival ideal es, lejos de la idílica imagen, una monserga en la capital de la república mexicana. Lluvias por las tardes, caos vehicular y conductores estresados. La naturaleza tiene memoria y nos recuerda que este valle fue algún día un lago.

Ese jueves 30 de junio de 1988, los encabezados de las páginas deportivas de la mañana destacaban la oportunidad de cobrar un adeudo que los Pumas de la UNAM tenían con América por aquella final tan polémica cuyo partido de desempate se desarrolló en Querétaro, teniendo como protagonista la ‘inolvidable’ actuación del central, Joaquín Urrea. El país se había inundado de futbol con una liguilla atractiva y tras una Eurocopa celebrada en Alemania dónde Holanda (ahora Países Bajos) se llevó el título de forma brillante teniendo como estrella a Marco Van Basten.

A pesar de la sed de venganza y a diferencia del ‘85, las Águilas, dirigidas por el brasileño Jorge Vieyra, llegaban como favoritos sobre el once universitario de Héctor Sanabria. El América había sido líder general de la competencia y a pesar de vivir apuros en su semifinal con el Morelia (incluida una tanda de penaltis casi-extraviada por el árbitro) era un equipo sólido y muy bien dirigido. Los Pumas habían repescado a Luis Flores tras un año exitoso en Gijón jugando para el Sporting. El centro delantero universitario tuvo un nivel de juego extraordinario llegando a ser campeón goleador esa campaña.

Aquel inicio de verano marcado por el regreso a los primeros planos musicales del cuarteto de Rockford, Illinois, Cheap Trick y el surgimiento de las hermosas líricas contestatarias de Tracy Chapman, tenía una sorpresa (o no tanto) sólo al abrir la puerta.

La sombra de duda sembrada tras una investigación de un reportero de IMEVISIÓN, en la que se señalaba la contradicción en los datos sobre la fecha de nacimiento de algunos futbolistas mexicanos que habían participado en el Premundial juvenil. La pregunta surgida tras la revelación de datos expuestos en un anuario de la misma Femexfut de al menos cuatro de los jugadores del equipo sub-19. Esta información fue como hebra de estambre llevando a una bola imposible de desenredar. José Ramón Fernández y su equipo dieron aire al seguimiento. La nota llegó fuera del país y la Federación de Guatemala fue la primera en levantar una queja en la CONCACAF, los estadounidenses secundaron la protesta. Los dirigentes de la zona, debían hacer algo. El presidente de la Confederación, el mexicano Joaquín Soria Terrazas, que se encontraba entre la espada y la pared, buscó una salida fácil: encontrar a los mexicanos culpables, pero castigarlos sólo en categorías con límite de edad, incluidos los Juegos Olímpicos a celebrarse ese año en Seúl, Corea del Sur, a los cuales el equipo ya estaba calificado también. Los países centroamericanos, con toda razón, reclamaron un castigo más enérgico, tal como marcaba el reglamento. Pero fue Rafael Lebrija, entonces presidente de la Federación Mexicana de Futbol, quien desencadenó toda la ira al ir a defender (lo indefendible) a la sede de la FIFA, quien al revisar el caso suspendió al país de participar en cualquier torneo de futbol durante los siguientes dos años. El destierro futbolístico.

Esa mañana de junio, se cortó de tajo un proceso que llevaba un poco más de cinco años. Un proyecto que se inició con Bora Milutinovic y que tenía continuidad con Mario Velarde, otrora técnico de los Pumas y asistente técnico del mismo yugoslavo durante el mundial de México. Jugadores en el pico de sus carreras, Luis Flores, Manuel Negrete, Miguel España. Hugo Sánchez siendo el nueve más determinante del mundo no tuvo la suerte de representar al tricolor en plenitud de facultades. Otros que no tendrían oportunidad en el siguiente mundial como José Manuel de la Torre o Roberto Ruiz Esparza. Una generación perdida. Televisa cobraría dos años después aquella afrenta futbolera que perjudicó sus intereses, negando la acreditación como periodistas para el mundial en Italia a José Ramón Fernández y a Carlos Albert.

Aquel jueves, lo iba a ser un día lleno de futbol se tornó negro a pesar de que la tarde tuvo un sol radiante. El partido de ida de aquel torneo 1987-88, se saldó con un marcador de 1-0 a favor de los locales, los Pumas de la UNAM. El gol de penalti de Luis Flores ponía un filo de esperanza a aquella afrenta de tres años antes. Sin embargo, el siguiente domingo, al filo del mediodía en el Azteca, Adolfo Ríos, portero auriazul, tuvo una actuación que difícilmente se olvidará comiéndose al menos un par de goles amarillos. El marcador final, 4-1 (4-2 global) reabrió e hizo más grande una herida que llevaría tres años más en cicatrizar.

La semana posterior, el miércoles 6 de julio de 1988, la maquinaria del partido político en el poder consumó un fraude igual de vergonzoso. La famosa ‘caída del sistema’ es uno -y hay muchos- de los momentos más bajos en la historia de nuestro país. Ochenta años de regreso en la democracia (Sic). Carlos Salinas de Gortari se convirtió en presidente de México el primer día de diciembre de ese año funesto.

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Juan Pablo
Ciudad de México, 1971. Hijo de Goyo y Cristy. Papá de #LaFrijol y #Pelotxas. Diseñador Gráfico. Contador de historias. De la Real Sociedad.

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