Argentina 3-3 (4-2 penaltis) Francia: Volver

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Yo adivino el parpadeo

De las luces que a lo lejos

Van marcando mi retorno

Son las mismas que alumbraron

Con sus pálidos reflejos

Hondas horas de dolor

Y aunque no quise el regreso

Siempre se vuelve

Al primer amor

(Volver, Carlos Gardel)

Parecía difícil, casi imposible, imaginar un final feliz a la historia de Leo Messi en la selección argentina el 26 de junio de 2016 cuando, en una tanda de penaltis, la gloria se le volvió a negar al 10 de la Albiceleste. Era la tercera final perdida en tres años, dos de Copa América y una de Copa del Mundo, y como el propio Leo dijo tras ese partido, «Es increíble pero no se me da». Pero Messi nunca dejó de creer.

Tras tocar fondo en el Mundial de Rusia, donde cada partido parecía un sufrimiento, Argentina fue renaciendo, poco a poco, de la mano de Lionel Scaloni. La victoria en Maracaná el año pasado frente a Brasil significó romper la barrera, esa que parecía decir que la gloria no pertenecía a este grupo de jugadores. Y hoy, 18 de diciembre de 2022, el proceso se culminó. En una final que solo se puede tildar de legendaria ante Francia, donde coincidieron multitud de historias y actuaciones para el recuerdo, la suerte que tantas otras veces le había sido esquiva, sonrió a Argentina. Leo Messi, a sus 35 años, es campeón del mundo, y culmina un palmarés que solo necesitaba ese último capítulo dorado. Un partido para guardar en la memoria y saborear de vez en cuando. Un encuentro que pone fin a cualquier debate sobre la grandeza del fútbol como juego, espectáculo de masas y termómetro social. Una historia que contar.

De entrada y respecto a las posibles dudas que había en la previa, Deschamps prefirió a Upamecano respecto a Konaté y por lo demás fue lo esperado, mientras que Scaloni se decantó por la titularidad de Ángel Di María en detrimento de otras opciones que abrían nuevos escenarios, como Leandro Paredes y Lisandro Martínez. Sin embargo, pese a lo que se podía esperar, el Fideo arrancó en banda izquierda en lugar de en la derecha.

Y Argentina arrancó el partido de manera formidable. Controlando en todo momento las pérdidas para no permitir correr a Mbappé, teniendo un genial sistema de ayudas entre Molina, De Paul y Romero para frenar a la estrella francesa, y tapando en todo momento los espacios interiores. Griezmann no lograba hacerse notar y la última campeona mundial tenía muchísimos problemas para generar. Por la parte contraria, a la campeona de América se le notaba fresca y con inspiración arriba. Messi conectaba con el sector izquierdo encontrando a Di María en ventaja, Julián Álvarez daba recorrido desmarcándose y estirando al rival mientras sumaba en apoyo, y tanto Enzo, De Paul y Mac Allister se hacían notar haciendo progresar al equipo y manteniéndolo junto y corto en fases sin balón. El campo estaba inclinado hacia la portería de Lloris, y en una torpe acción de Ousmane Dembélé, se pitó penalti tras la caída de Di María y Messi convirtió.

Pese a la momentánea derrota, Francia fue incapaz de reaccionar. Griezmann y Mbappé aislados y sin ayudas, y versiones muy nerviosas y erráticas de varios de sus jugadores, siendo la más notoria la de Theo Hernández, que cometió un par de pérdidas peligrosas en salida y dejó una serie de controles erráneos que le quitaban continuidad a su selección. Tan solo Aurélien Tchouaméni lograba mantener la compostura, estando seguro en sus intervenciones con balón y contundente sin el mismo, tapando el centro y las llegadas de Messi. El encuentro seguía la misma tónica y, en una pérdida de Upamecano, Argentina se inventó una transición de fantasía para poner tierra de por medio. Las lágrimas de Di María tras anotar ese segundo gol, las de la justicia y la recompensa tras haberse visto apartado, cruelmente por unas molestias, de la final del 2014. El marcador reflejaba un 2-0, Argentina estaba bailando con la pelota, y Francia nunca se había visto más pequeña y superada. Deschamps decidió no perder más tiempo y metió un doble cambio en el minuto 41.

Marcus Thuram y Randal Kolo Muani de extremos, sustituyendo a unos superados e imprecisos Dembélé y Giroud, y recolocando a Mbappé como 9. También influyó esto en el comportamiento de Jules Koundé en la fase con balón del equipo. Si antes se mantenía sujeto atrás con Ousmane dando la amplitud por fuera, ahora empezó a ganar altura, con Kolo Muani sujetándose en intervalo central-lateral y moviéndose por dentro. Los cambios mejoraron un poco a la selección gala, en especial un Kolo Muani eléctrico en sus intervenciones y buscando dar ritmo a la circulación, pero la final seguía por los mismos derroteros. Otamendi y Romero, imperiales atrás, impedían cualquier acercamiento francés, que veía como pasaba el tiempo y la arena del reloj jugaba en su contra.

A Di María se le acabó la gasolina y Scaloni echó mano de Acuña para reforzar con un doble lateral esa banda izquierda. Por parte francesa, cuando Griezmann se estaba empezando a entonar, logrando recibir más e integrar a sus compañeros en la circulación, en un escenario de mayor posesión francesa (55% en el segundo tiempo, comparado al 41% del primero), Deschamps le sacó para meter a Coman por fuera, y tener una doble punta muy móvil y potente con Mbappé y Kolo Muani. Además, el desacertado Theo dejó su sitio para Camavinga, en esa posición, rara para él, en la que ya se vio ante Túnez en la fase de grupos.

Corría el minuto 80 de la final y Francia no había tirado a puerta en todo el encuentro, viéndose extrañamente superada e inoperante ante el sistema defensivo rival, incapaz de amenazar y de poner en peligro lo que parecía una victoria segura de Argentina. En los siguientes dos minutos, empató el partido.

Kolo Muani, en una acción de potencia y fe, superó a Otamendi y provocó un penalti que Mbappé transformó. En la siguiente jugada, una gran combinación técnica entre los jugadores de ataque francés finalizó con Thuram dejando en el área al propio Mbappé, que definió de primeras e igualó la contienda. Argentina, al igual que ante Países Bajos en los cuartos de final, había dejado marchar una ventaja de dos goles, y ahora veía comp el moméntum emocional de la final pertenecía a Francia. Kylian Mbappé, aupado por ese doblete que había empatado el partido, dejó unos minutos posteriores propios de una fuerza imparable, estando totalmente inspirado en sus intervenciones y llevando peligro en cada contacto. En un escenario que no podía incitar más al control y al miedo, en los últimos minutos de una final de Copa del Mundo que está empatada, argentinos y franceses se fueron sin complejos hacia arriba, sin importarles lo que dejaban atrás. La tuvo Mbappé, Messi hizo su jugada de siempre que Lloris detuvo, Kingsley Coman desbordaba todo lo que se ponía en su camino y Julián Álvarez se mantenía impasible ante el abismo, con las mismas convicciones y fuerza mental que en el primer minuto. Pudieron ganarlo ambas, pero la final se fue a la prórroga.

En ese tiempo extra, tras unos primeros minutos de tanteo, el encuentro se volvió a descontrolar, y en una jugada que surgió aparentemente de la nada, con Varane y Upamecano muy descoordinados, Enzo, Lautaro y Messi combinaron en pocos toques y Leo culminó con el gol del 3-2. Era el gol perfecto para el relato argentino. Messi, en la prórroga, certificando la victoria. Al igual que en 1986, en el Mundial de Maradona, Argentina había desaprovechado un 2-0 pero, tras el empate rival, volvía a ponerse por delante. También era la redención de la final de 2014, perdida en la prórroga. Era el gol que justificaba cualquier narrativa y establecía al tiempo como un círculo infinito en el que esperar tu oportunidad.

«Comprender que toda tu vida, tu amor, tu odio, tu memoria, tu dolor, todo era lo mismo. Todo era el mismo sueño. (….) Y como en muchos sueños, hay un monstruo al final». (True Detective, 2014)

El monstruo para los argentinos, en este caso, fue Kylian Mbappé. Tras haber logrado ya previamente levantar un 2-0, con 3-2 tampoco le tembló el pulso y provocó un penalti con un tiro que desvió con la mano Gonzalo Montiel, para luego convertirlo el mismo. 3-3 en el minuto 118 de la prórroga. Di María lloraba en el banquillo pero, en esta ocasión, en vez de hacerlo de alegría, lo hacía de tristeza y de la rabia de haberlo visto tan cerca y ahora, de nuevo, tan lejos. Los minutos finales de la prórroga, sin embargo, tampoco se acoplaron a los pensamientos comunes sobre ese escenario y volvieron a ser de descontrol. Lautaro erró un cabezazo claro, mientras que Kolo Muani, con el tiempo ya cumplido, logró plantarse cara a cara ante Emiliano Martínez. Es la jugada que cualquier niño ha soñado en su vida, una ocasión clarísima en el último minuto que le da la Copa del Mundo a su país. Sin embargo, ahora le tocó a Emiliano Martínez ser el monstruo en el sueño de Randal Kolo Muani. El portero del Aston Villa sacó el pie y desvió el disparo, dando vida a su país y llevando la final a la tanda de penaltis.

Tengo miedo del encuentro

Con el pasado que vuelve

A enfrentarse con mi vida

Tengo miedo de las noches

Que pobladas de recuerdos

Encadenen mi soñar

Pero el viajero que huye

Tarde o temprano

Detiene su andar

(Volver, Carlos Gardel)

Penaltis para definir el partido más importante de la vida de la gran mayoría de jugadores que estaban sobre el césped. Argentina ante sus fantasmas de 2015 y 2016. Francia ante la oportunidad de repetir título y hacer historia. Mbappé y Messi arrancaron lanzando y ninguno titubeó, convirtiendo ambos, pero luego la historia le tenía reservado su lugar a Emiliano Martínez. A partir de esa reputación en las tandas que se labró ante Colombia en la última Copa América, y que había reforzado en este mismo torneo ante Países Bajos, logró inflingir miedo a sus rivales y torturarlos mentalmente. Detuvo el lanzamiento de Coman y Tchouaméni falló el suyo por querer ajustarlo demasiado. En Argentina nadie falló, impulsados por una convicción en el grupo y el objetivo que es todo mérito de Scaloni, un entrenador que llegó casi que rebotado al puesto de seleccionador nacional, y que hoy se une al olimpo de los campeones del Mundo. Gonzalo Montiel fue el elegido por la historia para que su lanzamiento se quedara grabado en la memoria de todos los argentinos del mundo, que no olvidarán jamás que estaban haciendo ese día a esa hora en ese minuto. Argentina logró su tercera estrella, la primera desde 1986 y la primera (y presumiblemente última) de Leo Messi. El relato que un jugador de tal calibre merecía, no solo por la obvia calidad que posee, sino por el empecinamiento en conseguir la gloria para los suyos, pese a todos los reveses que sufrió y de los que se levantó. En Lusail se empezaron a suceder imágenes que ya formaran, para siempre, parte del imaginario colectivo y la cultura popular de este deporte, uno que atrae tantísimas pasiones y despierta tantos sueños. Uno de los más grandes de la historia del fútbol consiguió el último trofeo que le quedaba, el más importante, y la historia sucedió ante nuestros ojos.

Un homenaje a todos esos que forman parte de la cultura popular del fútbol argentino y que también persiguieron este sueño, lo consiguieran o no: Guillermo Stábile, Luis Monti, Renato Cesarini, Bernabé Ferreyra, Alfredo di Stéfano, Juan Carlos Muñoz, Néstor Pipo Rossi, Enrique Omar Sívori, Osvaldo Zubeldía, Silvio Marzolini, Carlos Bilardo, Daniel Passarella, Mario Kempes, Ricardo Bochini, Ubaldo Matildo Fillol, César Luis Menotti, Jorge Valdano, Gabriel Batistuta, Juan Román Riquelme, Carlos Bianchi, Marcelo Bielsa, Pablo Aimar, Javier Mascherano, Sergio Agüero y, por supuesto, Diego Armando Maradona. Sean eternos los laureles.

Muchachos

Ahora nos volvimos a ilusionar

Quiero ganar la tercera

Quiero ser campeón mundial

Hugo Marugan
Hugo Marugan
Fútbol. Para disfrutarlo, para aprender y para contarlo.

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