Barcelona 1-4 PSG: una tormenta que nunca pareció amainar

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Hay incendios que ni el mejor bombero puede apagar. Y cuando la llama busca madera, por muy pequeña que sea la mecha, monta una hoguera irremediable, porque la madera necesita muy poco para prender. Está condenada a ello, a repetirse la misma acción cada vez que nota el fuego cerca. El determinismo que la atormenta cada vez que la temperatura sube. Un destino fatal que no tiene solución tangible. 

El Paris Saint-Germain hundió a un Fútbol Club Barcelona impotente, un Barça que volvió a protagonizar una goleada en la UEFA Champions League. Mauricio Pochettino destinó su escasa mecha en prender la madera y montar el habitual incendio culé. La típica derrota de los últimos cuatro años en la Copa de Europa. El técnico argentino, a partir de su capacidad para aprovechar los defectos rivales, permitió ocultar los propios y sacar a la luz sus virtudes. 

El encuentro empezó con un gol culé. La segunda vez que la defensa parisina sintió amenaza real, acabó en penalti. De Jong lanzaba su típica ruptura desde lejísimos para dar profundidad al juego y la defensa francesa cometía un infantil error que le costaría el primero. La madera parecía mirar a los ojos al fuego. Parecía. 

Poco tardó la pizarra del entrenador argentino en responder. Kurzawa ganaba la espalda a Dembélé (cuando el extremo francés recorría al centro) y obligaba a Dest a saltarle, lo que provocaba, como mínimo, una igualdad en el área azulgrana contra los dos jugadores con mayor capacidad para penalizar errores: Marco y Kylian. Verratti y Mbappé. Un toque sutil del primero y tres del segundo, casi sin pestañear, le permitieron al astro francés gozar de un contexto claro para igualar el electrónico. Ahí empezaba la noche del ‘7’. 

Además, sin balón, el PSG defendía sumamente cómodo, porque tan solo estaba pendiente de anular tres cosas que saben hacer los de Koeman: Filtrar dentro —sobrepoblando la zona y disuadiendo líneas de pase—, proteger la sinergia Messi-Alba y evitar que Kurzawa asumiera duelo individual con Démbélé —Verratti y Paredes realizaban ayudas constantes a su lateral—. Con esto, Pedri y Griezmann pronto desconectaron del encuentro y sumaron pérdidas peligrosas, las cuales también explotó el PSG. Un hiperactivo Verratti escondiendo el balón, Mbappé arrasando con todo lo que se encontraba por el camino, Icardi jugando de espaldas y Paredes lanzando, consiguieron hacer correr al Barça tras cada recuperación. El Barcelona se partía, y el PSG ocupaba mejor los espacios.

Y los goles se fueron sucediendo; uno tras otro. El Barcelona prácticamente no generó ocasiones en los segundos 45′, sufrió defendiendo el área en igualdad, e incluso en inferioridad, y acabó siendo la víctima de cada año. Ni Piqué, que venía de casi tres meses sin jugar, pudo apagar el incendio. Ni el mejor bombero pudo con la mecha parisina. Mbappé, con hat-trick, se erigió como el rey de la noche. Quizá, el mejor partido de su carrera. El foco que tanto demandaba su extraña temporada. La luz que acabó quemando a la madera.

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Miquel Villarroya
Estudiante de Periodismo en la UAB. Amante de la táctica y el análisis de fútbol.

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