El fútbol recupera o escupe a los futbolistas de su memoria dependiendo de los tiempos. Perfiles que antaño no brillaban y ahora se nos antojan imprescindibles, piedras puntales en este fútbol que se nos dibuja. En la era de las presiones adelantadas, el delantero con valor añadido para sus equipos es aquel capaz de ofrecer soluciones lejos de la portería, de activar a sus compañeros aprovechando que en su zona hay menos fichas, que el rival centra sus esfuerzos en los 25 metros cerca del arco rival. Ahí se abre un panorama en el que el delantero hábil con su cuerpo, con buena técnica y lectura, y un motor que le permita combinar apoyos con desmarques, pueda dominar este deporte. Se ve en Harry Kane, epicentro de todo, en Lukaku y su dominio abrumador del cuerpo a cuerpo y en Haaland y sus apoyos-desmarques, que habilitan líneas de pase y abren defensas. Y de entre todos estos, un nuevo futbolista empieza a reclamar atención. Brian Brobbey (2002), es todo cuanto este deporte exige a la posición que defiende.
Una vez te paras a mirar a Brobbey es muy difícil no pensar en el gigante belga, Romelu Lukaku. Comparten un biotipo que va muy buscado y ambos usan su corpachón para hundir defensas y abrir paralelamente espacios a los suyos. Brobbey, que acaba de cumplir los 19 y no renovará con el Ajax, es un jugador corpulentísimo, una mole de músculo que se mueve de forma fluida, sin ataduras y como si su peso fuera un aliciente para el movimiento. Su 1,80 de estatura hacen que su corpulencia no sea un handicap, sino que le permiten ganar en movilidad y agresividad en sus movimientos. Brobbey, a sus 19 años, es ya un bicho físicamente y lo mejor es que es consciente de su poderío y sabe cómo usarlo para ganar ventajas constantemente.
Brobbey suma 12 goles y 5 asistencias en 25 partidos esta temporada contando sus participaciones con el primer equipo. En el Jong Ajax, 9 goles y 3 asistencias en 12 partidos, cifras muy buenas y que muestran el potencial que esconde el delantero holandés dentro del área. Es un buen definidor, domina el remate de cabeza gracias a su corpulencia y colocación y también es notable en sus remates con ambas piernas, haciéndose espacio con el cuerpo y generándose así el hueco necesario para activar el remate. Son cifras que, a sus 19 años, nos invitan a pensar que irán hacia arriba. Veremos en qué equipo y contexto cae, pero hay que ser optimistas.
Si algo domina el tanque holandés es el juego de espaldas. Brobbey es un futbolista muy sensible en sus movimientos, con muy buena lectura a la hora de intervenir. Es, en este sentido, un delantero con capacidad para intervenir en la construcción de la jugada, y no renuncia nunca a ofrecer apoyos lejanos o descender para poner de cara a un compañero. Tiene muy masticado lo que el Luis Suárez de antaño o el actual Romelu Lukaku hacen con frecuencia: poner su culo de barrera, imitando a los pívots tradicionales, y hundir así al defensor en una muralla que se antoja irrebasable. Una vez ahí, es muy hábil dejando el balón de cara o girando sobre su eje, aunque tiene margen de mejora en su gesto final, sobre todo para jugar de primeras hacia su lado débil (usando su izquierda). Pero la base la tiene de serie. Y lo mejor es que su rango de acción es muy vasto, capaz de jugar a 60 metros o de hundirse en el área rival. Brobbey es ya una amenaza latente y real para defensas de Champions League, como se vio ante la Atalanta.
En esta secuencia se aprecia la que podríamos definir como «Su jugada». Hundir al rival hasta agrandar los espacios entre la defensa y la segunda línea, y una vez allí, activar al compañero que viene de cara o girarse y tratar de buscar el remate. Si el rival se hunde en su área, la capacidad de Brobbey para buscar los resquicios en la estructura del contrario y ofrecer apoyos o cargar el área y buscar el remate, son dos cartas de un gran valor, uno que aumenta si el rival busca presionar a su equipo. Entonces, Brobbey no solo es capaz de dominar al defensa a través del cuerpo a cuerpo, sino que activa con bastante facilidad un desmarque normalmente en vertical, buscando agredir los espacios que quedan libres a la espalda del rival.
Esta secuencia sirve para ilustrar el temor que infunde en los rivales, pues con su finta, logra atraer a su marca y acto seguido atacarla. Es potente y si el defensa no logra recuperar los metros, es muy difícil que pueda robarle el balón. Una vez se desmarca, su radar se activa y es capaz de dejar toques de espuela, dejadas de espalda u otro tipo de recursos que permitan involucrar a sus compañeros. Brobbey supone una doble amenaza sobre los centrales rivales, pues no solo exige atención continua sobre sus descensos y estar en tensión en cada choque, sino que les ataca en vertical y sin balón.
Es difícil imaginar un equipo que no necesitara un proyecto así, aún tierno, pero con un potencial altísimo y un molde que acepta con gratitud todas las preguntas que el fútbol actual realiza. Sus 91 kilos y su fuerza se posan con mucha tranquilidad sobre un cerebro que analiza el físico, que sabe entenderlo y dotarlo con unos movimientos que le den sentido. Brobbey, forjado en la escuela del juego de posición, tiene en su juego un deje típico de quienes se han paseado en categorías inferiores: sus movimientos parecen un tanto aburridos, cansado quizás de dominar a su antojo unos rivales que nunca le podían intimidar. Con algunas titularidades y apariciones en el primer equipo, Brobbey ha demostrado ser capaz de trasladar su poderío ante rivales más fuertes y su lenguaje corporal se ha adaptado al nuevo ritmo. Queda por saber cuál será su evolución, que la marcará su siguiente destino, y su capacidad para pulir sus lagunas técnicas (en apoyos y regates), pero Brian Brobbey es ya un futbolista por el que apostar.
El futuro nos interpela, nos invade, no nos deja tiempo ni para imaginarlo. Ya ha llegado.