El fútbol son rachas, momentos y ráfagas. Y no sólo sobre el terreno de juego, sino también fuera de él. Los banquillos, a lo largo de los años, se han situado como las principales cabezas de turco en un deporte cada vez más cortoplacista. Un blanco fácil. Aquello a lo que señalar cuando las cosas no van bien y las ideas no fluyen.
Pero el sol, por inherentes y perennes que parezcan ser las nubes, siempre irrumpe y eclosiona. Su impacto, normalmente, suele ser inmediato y positivo. Un rayo de sol en pleno mes de marzo siempre es un regalo; sobre todo, cuando las precipitaciones ahogan e invitan al pesimismo más absoluto. En el fútbol, además, el impacto de las rachas, de los momentos y de las ráfagas se refleja a través de un torrente de resultados positivos, de sensaciones y de idiosincrasia.
Después de la destitución de Santiago Solari el pasado mes de marzo, el Tano Ortiz pasó a capitanear el barco del Club América de manera interina. Como si del verano se tratarse, el sol parece haber encontrado su lugar, porque la racha que acompaña al conjunto azulcrema en la actualidad es difícilmente mejorable. El funcionamiento del equipo, al igual que el sistema de juego, casa a la perfección con las características de los jugadores que lo componen, habiendo sabido optimizar recursos y detectar limitaciones, algo impensable hace un par de meses cuando las precipitaciones parecían haberse quedado para siempre.
El sol llegó. Y el sol, ahora mismo, sigue. No hay mejor narrativa que la escrita por el Tano Ortiz y la representada por sus pupilos.
El Club América, que llegó a coquetear con los últimos puestos de la tabla de clasificación de la competición doméstica, marcha sexto con un total de 22 puntos tras superar al Club León por 2-0 en la decimoquinta cita de Clausura 2022. Sin embargo, muchos son los motivos futbolísticos, anímicos y tácticos que han influido en este cambio de dinámica en Coapa.
Sinergias en el centro del campo
Con la ausencia de Pedro Aquino, el Tano Ortiz apostó por un doble pivote técnico y dinámico encabezado por Richard Sánchez y Álvaro Fidalgo. Con un reparto de roles, tareas, zonas y espacios eminentemente distinto a la propuesta desplegada por Santiago Solari en su periplo en Coapa, el Club América encontró numerosas alternativas: superioridad en el centro del campo, así como en el último tercio, movilidad, ayudas en defensa, intercambio de posiciones y una salida de balón repleta de clarividencia, sentido y fluidez.
Sebastián Córdova se fue, pero el verso libre continúa presente en los aledaños del Estadio Azteca de la mano de Diego Valdés, que parece haberse reencontrado con su mejor versión en una demarcación ambigua y flexible. Una indefinición táctica -bien encauzada y dirigida- en términos de posición que le ha permitido multiplicarse y aparecer por sorpresa. Con libertad de movimientos, y pudiendo ampliar su zona de influencia dependiendo de rivales, contextos y resultados, el futbolista chileno se ha consolidado como el hilo conductor de un mecanismo letal. Cerca del área, cerca del peligro y cerca del gol.
Zendejas, el tapado
Trabajo sordo, silencioso e indispensable en las rachas, en los momentos y también en las ráfagas. Con un centro del campo creativo, clarividente y proactivo, Zendejas se ha erigido como la pieza que faltaba cuando el puzle parecía estar acabado; la que provoca que todo encaje a la perfección y reluzca a las mil maravillas. Lejos de su rol en Necaxa, y ante la falta de certezas y garantías en el extremo derecho, el centrocampista mexicano ha asumido galones y responsabilidades en numerosas zonas del terreno de juego. En fase defensiva, repliega como un interior más, ofreciendo ayudas constantes a los laterales y al doble pivote. En ataque, acostumbra a abandonar la banda derecha con frecuencia, buscando ocupar los espacios libres que generan los movimientos de sus compañeros en área rival. El factor sorpresa en su máxima expresión. De la mano del Tano Ortiz, Zendejas ha pasado de ser un centrocampista completo a ser un futbolista total.
El fútbol son rachas, momentos y ráfagas. Y no sólo sobre el terreno de juego, sino también fuera de él. Por eso, normalmente, aquel que mejor -y más- sabe prorrogarlas suele tocar metal una vez concluido el torneo. El sol sale siempre, y el Tano Ortiz, a juzgar por el rendimiento del equipo, ha decidido que irrumpa en uno de los momentos más decisivos de la temporada.
Porque la historia pesa, pero se diluye y se convierte en la nada más absoluta en un destello, en un abrir y cerrar de ojos. Porque el Club América posee un gen competitivo incalculable, pero el fútbol, además de rachas, momentos y ráfagas, también es presente. Y rara vez tiene memoria.