Casemiro, en defensa de todo lo antiguo

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A Carlos Henrique Casemiro lo mejor que le pudo pasar en su carrera es que sus mejores años como futbolista los pasara en el Real Madrid. Allí, donde se pone bajo sospecha a casi todo el mundo, al que ataca pero no defiende, al que defiende pero no ataca, al que distribuye pero no contiene, al que contiene pero no distribuye, al que marca goles pero no participa o al que participa pero no marca goles, Casemiro logró establecer su zona de confort donde todos los demás sólo se ahogarían. Por eso y por su historia, a dicho club suelen llegar los mejores jugadores, sí, pero en él sólo triunfan los que logran aislarse de los famosos acúfenos propios del club de las 14 Copas de Europa. Al brasileño le podrían haber puesto bajo alguna de las comentadas sospechas, y así fue en alguna etapa, pero no sirvió para condicionar su sentido competitivo, que es a su vez consecuencia de la mejor arma con la que ha terminado siendo visto como un futbolista imprescindible cuando contaba con mucho menos talento que otros para levantar asombros con el balón en su poder: el de ser un futbolista inequívocamente antiguo, valor que le hizo primero sobrevivir y por último sobresalir.

A modo de contexto, debe decirse que nunca estuvo tan revolucionado el fútbol como deporte como ahora en determinadas cuestiones, expresado a través de dos direcciones que juntas se convierten en vértigo: por un lado, un ruido que no cesa en lo mediático -las redes sociales permiten generar una corriente de opinión añadida porque todo aficionado puede opinar mientras es escuchado, cuando antes no lo era- y, por otro, una velocidad de crucero en lo referente a los avances técnicos, tácticos y físicos. Antonio Gagliardi, exasistente de la Selección de Italia y de la Juventus de Turín expresó hace pocos días una idea-conclusión que se suma a esta proyección: en la década pasada, de 2010 a 2020, se produjo la revolución del videoanálisis, donde se incluyen la aparición de herramientas facilitadoras de análisis e inclusión del ‘big data’ para controlar todos los detalles, mientras en los últimos años se ha formado una nueva década revolucionaria en lo metodológico: cómo se entrena para integrar físico, mente, juego, personalidades, valores, identidades y talentos dentro de un concepto futbolístico, innovando en el diseño de las tareas, incorporando nuevas disciplinas, modificando la transmisión de conocimiento o incluso el trato con el jugador y gestión de la plantilla.

Así, el jugador nuevo convive con demasiados ruidos, incluido el de la forma de relacionarse en sociedad con la tecnología vertebrando todas esas relaciones, que además afectan a su capacidad para enfocarse en lo que verdaderamente importa dentro de su profesión, desgastando su concentración y comprometiendo su día a día como vehículo para conseguir lo que se busca. Sobre esta idea, durante todos los años en los que estuvo en la disciplina de un club tan singular como el Real Madrid, Casemiro supo distanciarse de ese cúmulo de avances para esconder sus dificultades y hacer valer sus fortísimas virtudes, convertidas en valor añadido dentro de un colectivo. Rodeado de talentos creativos mucho más grandes que el suyo propio, su papel fue siempre utilizar todos los resortes de su alrededor para sacar ventaja y controlarlo. No tanto por no dosificar esfuerzos y ser siempre un martillo pilón, pues su físico tarda en carburar y tuvo no pocos altibajos en lo técnico, sino porque su fútbol, su carácter y su posición dentro del grupo y dentro del equipo eran inalterables. 

A Casemiro no parecía afectarle lo que pasaba. Su capacidad para tomar distancia con las cosas y prepararse para el próximo partido a través de su astucia, su autocontrol y su equilibrada autoestima le ayudaron a convertirse en un nombre propio al lado y junto a Kroos, Modric, Ramos, Courtois, Ronaldo, Benzema o Marcelo. En ese sentido, el brasileño en el Real Madrid fue un hombre del pasado que pareció no haber vivido determinados avances del fútbol o, en el mejor de los casos, desarrollar una clara habilidad para aprovecharlos, siendo agudo para servirse de ellos -reconoció tener Wyscout para ver y analizar partidos de fútbol cuando no jugaba-, y sordo para abstraerse de otros que no le sirven de nada para rendir. 

Recientemente, el entrenador de los Golden State Warriors, Steve Kerr, se acercó a Mallorca para dar una charla al vestuario del primer equipo, enlazando la idea de desprender alegría mientras se machaca al contrario. Algo de esto hay en el mejor Casemiro en su punto más alto. Un carácter conciliador que impulsa su alrededor en el día a día -Casemiro, etimológicamente, se traduce como ‘el pacificador’- y una calma como antesala de la determinación para afrontar los retos tal y como vienen, sin mayores prejuicios y con el enfoque correcto y determinado.

Haciendo de todo eso una lucha entre algunas dificultades técnicas -siempre fue un mediocentro de gestos y movimientos pesados, con dificultad para girar y que necesitaba tiempo para desplazar el balón, donde sí cuenta con un notable potencial-, Casemiro aprovechó su privilegiada determinación y su sensacional timing defensivo para hacerse grande entre jugadores acostumbrados a solucionar los problemas del juego a través de su inventiva y sus contactos con el balón, estando todos ellos muy por encima de cualquier idea colectiva engrasada que facilitara el trabajo del guardián del centro del campo. Dejando que otros hagan, entendiendo que la sombra existe porque antes hubo luz, Casemiro fue muy feliz en el Real Madrid porque nunca le importó reconocer que otros compañeros brillarían más mientras él, en lugar de entender el sacrificio o el equilibrio como un lugar incómodo, lo tomó como lo haría el Real Madrid: yo no estoy sufriendo, disfruto diciéndote que tú no me vas a ganar.

Este punto y seguido tendrá una continuidad interesante en otro club gigante que camina desorientado y que ha decidido, en principio y si el entrenador no da un giro entendible, elegir una vía más innovadora a través de la figura de dicho técnico. Erik ten Hag ha subrayado su nombre en Europa desde su transgresión táctica, haciendo hincapié en las particularidades del juego (tiempo, espacio, metodología) en lugar del dominio escénico del talento individual. Casemiro, un experto en economizar emociones y comprender el valor de lo antiguo, intentará volver a estar por encima de ciertas cuestiones para que prevalezca en Old Trafford una virtud que el United ha comprendido como indispensable para recuperar el inmenso terreno perdido: la esencia de lo competitivo y la calma antes que la tempestad. La paciencia sobre la inmediatez.

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Alejandro Arroyo
Analista táctico, scout profesional y periodista. Mano que escribe en Revista Panenka

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