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Una ciudad sin derbi, por bonita que sea, es como una boda sin despedida de solteros. Como aquel niño del anuncio que se compra un coche. Como el que tiene tos y se rasca la tripa, que diría mi padre. Situaciones intrascendentes, descabelladas, incluso. Y Verona, pese a ser la duodécima ciudad más poblada de Italia, con una importante tradición literaria a sus espaldas y conocida más concretamente por ejercer como escenario ficticio de la obra cumbre de William Shakespeare –Romeo y Julieta—, actualmente no tiene derbi. Vamos, que si te gusta el turismo futbolístico, lo mejor que puedes hacer es buscar otros destinos. De hecho, Verona ha pasado muy de puntillas a lo largo de la historia del Calcio. Tan solo la temporada 1984/85 coronó como campeón de la Serie A al Hellas Verona, el equipo que más veces (42) ha disputado la Lega A, en el que es el único título en los 118 años que la cuidad ha estado representada en la élite balompédica italiana.

Si bien es cierto que nos las prometíamos felices cuando el Chievo Verona ascendió en 2001 por primera vez a la máxima categoría, y se mantuvo en lo más alto durante 17/21 cursos en lo que va de siglo –mientras casualmente el Hellas se ausentaba y le cedía el protagonismo en 13 de esas 17 campañas—, la realidad actual parece estar peor que nunca. Tras la insolvencia económica del Chievo, acontecida en agosto de 2021, el equipo está semi-desaparecido y tan solo puede disputar competiciones en categoría juvenil. En una intentona fallida, a la desesperada por salvarlo, el delantero Sergio Pellissier –gran ídolo del club entre 2002 y 2019— acabó fundando el FC Clivense para que se mantuviese la esencia de los Burros Voladores. Pero esta nueva entidad es independiente del Chievo en términos oficiales, por lo que nació en la Terza Categoria, el nivel más bajo del fútbol amateur italiano. Y, por lo tanto, ahora el Virtus Verona, que lucha por mantenerse en Serie C, ha pasado a ser el segundo equipo más potente de la cuidad. Un drama que, sin embargo, no está impidiendo que el propio Hellas sea el equipo de moda en el Calcio.

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Sergio Pellissier, una vez internacional con Italia, es el jugador con más partidos (517) y goles (139) en los 92 años de historia del Chievo Verona.

El fútbol italiano vive una época de transición, es evidente. Solo hace falta ver que Buffon está defendiendo la portería del Parma en Serie B, que la Azzurra viene de ganar una Eurocopa en la que practicó un fútbol muy lejano al Catenaccio –por mucho que en España se crea lo contrario—, que la Fiorentina está empezando a ser un equipo donde los memes ya no hacen casi gracia y que Ribéry es el mediapunta de la Salernitana. Ver para creer. Las pocas cosas que no cambian son el carisma de Chiellini, el escudo que Insigne lleva orgulloso en el pecho y la competitividad de Conte hasta para lavarse las manos. En este contexto transgresor, la Serie A se ha erigido como la liga con mayor riqueza en lo que a salidas de balón y presiones se refiere. Y si el Sassuolo de De Zerbi marcó tendencia en lo primero, el Hellas Verona de Ivan Jurić supo emular a la Atalanta de Gasperini en lo segundo. Ya no es que fuesen equipos con una identidad muy marcada, es que directamente fueron equipos con apellido. Equipos de culto, incluso. Equipos de autor, o eso pensábamos.

Y resulta que pensábamos mal, porque tras la salida de Jurić al Torino y el desembarco de Igor Tudor –segundo de Andrea Pirlo en la Juventus– en Verona, la esencia se mantiene y la escuela de Gian Piero parece sumar un discípulo más a su escuela de persecuciones al hombre. Todos ellos son equipos donde la idiosincrasia parte de la forma en que se presiona, en los cuales el sistema 3-4-2-1 no suele negociarse, pero donde defender reculando es el peor de los delitos que se puedan cometer. El dogma dictamina que siempre se ha de hacer hacia delante, que el anticipo es la acción desde la que se sustenta que “una buena defensa es un buen ataque” y que al hacerlo así los partidos siempre se jugarán a tumba abierta. Si se comete un error en la marca, el plan podría caerse a pedazos durante esa jugada, por mucha disciplina y capacidad para repetir esfuerzos que tenga cada soldado, lo cual implica riesgo. Pero también entraña el hecho de que, aunque el rival no quiera jugar a eso, se crea una guerra de guerrillas que los oponentes solo pueden evitar si son quirúrgicos superando presiones desde el regate o la asociación rápida. Te obligan a jugar a ritmos altos y muchas transiciones, habitualmente con diez u once duelos individuales a lo largo y ancho de todo el campo.

Explicado así, puede parecer que solo importe la presión; y, sin embargo, el Hellas Verona cuenta con un ataque que es casi tan incómodo como su defensa. Un plantel que no se anda con rodeos cuando tiene el cuero en su poder, con la verticalidad por bandera. Doble pivote compuesto por Tamèze, Ivan Ilić y/o Miguel Veloso, capaz de acelerar la jugada desde el pase filtrado o la conducción agresiva. Y dos carrileros profundos, que son los únicos que no parten desde el carril central aunque puedan pisarlo, con impacto a la hora de centrar o incluso ver puerta en el último tercio. Destacan las figuras de Faraoni y, especialmente, de un Darko Lazović que es futbolista antes que carrilero y que, con un golpeo brillante por variedad y forma, al más puro estilo Filip Kostić, resulta increíble que en noviembre de 2021 no haya cambiado aún de novia.

Todo eso funciona y funcionaba desde hace tiempo, ya estaba instaurado en los tiempos de Jurić, pero donde más está sorprendiendo el equipo es en el frente del ataque. Con una doble mediapunta de cierta fantasía entre líneas, amenaza con disparo de media distancia a pie cambiado y desborde por el control de pelota que poseen Antonín Barák y un Gianluca Caprari que llegó desde la Sampdoria para hacer olvidar la marcha de Mattia Zaccagni a la Lazio. La guinda del pastel, como no podía ser de otra forma, corre a cargo de un Giovanni Simeone que ha dejado de ser el hijo del `Cholo´  para convertirse en el delantero de moda en el fútbol europeo. Uno que marca de cabeza o con el pie, desde dentro o fuera del área, pero siempre en movimiento, con convicción y una puntualidad de matagigantes heredada de su progenitor. Conocimos Verona por la poesía de Shakespeare, pero lo que está embaucando ahora a algunos es la agresividad de Los Mastines.

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Iñaki María Avial
Periodista · 1997 · España | Kaká me enseñó desde San Siro que en el fútbol la magia importa, Gerrard se fue a Estambul a confirmarme que la mentalidad prevalece. También soy `Chiellinista´. Delante de un micrófono, como dijo Michael Robinson, "estoy muy ocupado, pero no siento que esté trabajando".

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