Por unas u otras razones, ha habido un nombre que se ha escapado del mimbre de destacado del fin de semana en más de una ocasión. Es raro considerando que se trata de un delantero de época en el fútbol mexicano, pero su momento para aparecer aquí ha llegado tras un proceso de adaptación general de su equipo a la idea -inconclusa y muy mejorable- de su entrenador. Su nombre es André-Pierre Gignac, y se ha robado los reflectores de una cuarta fecha muy prolífica para los atacantes de la liga.
La victoria de Tigres por 2-0 ante Atlas el sábado pasado no deja de ser sui generis por la pronta expulsión de Camilo Vargas, generada al minuto seis por haber metido la mano fuera del área al quedar mal parado en un ataque de los regios. A partir de la salida del arquero colombiano, al equipo de Miguel Herrera se le presentó un escenario que, como se vio con el destacado de la jornada pasada, es más engañoso de lo que parece. Los de la UANL tuvieron que montar un ataque posicional por casi 85 minutos cuando, pese a que lo intentan prácticamente cada semana, siguen sin tener recursos y claridad para intentarlo. Y ahí fue clave Gignac.
Partiendo de un 4-3-3 muy típico, Tigres buscó hacer daño con la idea más frecuente del Piojo: laterales que parten bajos y cercanos al mediocentro e interiores que ganan mucha altura para buscar zonas entre líneas y compensar a sus extremos cuando estos dejan la banda. Con Gignac jugando desde el eje del ataque, el bloque encontró siempre el punto de apoyo para poder mantenerse en campo rival y darle sentido a los avances, que suelen tener varios focos de peligro ante una posible pérdida. En particular, Vigón y Córdova -sus interiores-, necesitan mucho movimiento y recibir o llegar a sectores específicos para sentirse cómodos.
Ofreciéndose por el carril central, pero también moviéndose bien a lo ancho de la cancha -más del lado izquierdo-, Gignac estuvo muy activo jugando de espaldas, buscando descargar máximo a dos toques para darle ritmo a las posesiones de Tigres en tramos más altos del campo. Además, fue un receptor constante de cara al arco rival, botándose a zonas intermedias para manejar la pelota, sumar algo de pausa y encadenar rondas de pase que les permitieron quedar mejor acomodados al atacar el área del bicampeón. Era el diferencial arriba, como debía serlo.
Gignac le dio precisión a los intentos de los universitarios (31 de 33 pases completos, dos pases clave y tres de cuatro lances correctos), pero fue, sobre todo, un seguro sobre posibles pérdidas con su capacidad para retener y decidir el mejor destino del balón. Aparte de esto, con sus constantes -y muy buenos- movimientos para ofrecerse libre tanto en el circuito de pases como llegando al área, encontró la vía para crear peligro siempre (produjo hasta siete remates), incluyendo su gol con una pared hecha con Sebastián Córdova. Es claro que, sin él, el resultado de Tigres ante el Atlas bicampeón sería, si no imposible, muy difícil de explicar dadas las carencias del equipo en ataque posicional.