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Pocos podían imaginar que, tras perder en solo año y medio a Julian Brandt, Kevin Volland y Kai Havertz, el Bayer Leverkusen pudiera estar ahora mismo en disposición de pelear el título de Bundesliga. Y, sobre todo, es difícil de creer que se haya convertido en uno de los equipos más atractivos de toda Europa. Porque Peter Bosz ha conseguido subir varios peldaños las prestaciones de la plantilla, y lo ha hecho sin grandes refuerzos, lo que da más valor aún al trabajo del técnico neerlandés.

El entrenador tiene una filosofía de juego muy marcada. La vimos en Vitesse, Ajax y, en menor medida, porque no tuvieron la suficiente paciencia, en Dortmund. Una visión de este deporte que emana de diversas fuentes. Fan declarado de Johan Cruyff, su modelo es el de un fútbol de posición de clara escuela holandesa pero con matices cercanos a la corriente bielsista que se han adaptado a la perfección con la idiosincrasia de la Bundesliga. Orden a través del balón pero con la intención de verticalizar en el momento en el que surge la oportunidad. Una idea que ha encajado también con la historia más reciente del propio Leverkusen, donde un modelo eléctrico y vertiginoso es algo que afición y directiva sienten como propio.

Además de las bajas ya comentadas, que evidentemente han hecho que el equipo baje un escalón técnicamente hablando, también ha tenido que ajustar en cuanto a sistema este presente curso por la irrupción de alguna cara nueva y sobre todo por la necesidad de encontrar soluciones a la fase sin balón. El Leverkusen ha pasado del 4-2-3-1 / 3-4-2-1 con el que acabó la pasada temporada, a un 4-3-3 que se ha asentado definitivamente por el buen funcionamiento en todas las situaciones del juego y por lo optimizados que se encuentran sus piezas clave dentro del dibujo. Se ha mantenido la intención de ser un conjunto que domine al adversario mediante la posesión, sea capaz de hundirlo en su mitad de cancha y recuperar el balón lo antes posible gracias a la buena colocación de sus piezas tras pérdida. 

Estilísticamente hablamos de un equipo marcado por la velocidad en la ejecución de sus acciones, sobre todo cuando se pasa la línea divisoria. Se busca siempre que la circulación sea para agredir al rival, de ninguna manera contemplativa o que sólo lleve a volver una y otra vez a empezar. Si existe el espacio, el Leverkusen quiere y está preparado para correr. En la confección de sus ataques la principal máxima es desordenar lo antes posible la defensa adversaria con recepciones interiores, amplitud por fuera, escalonamiento del trío de centrocampistas y ocupación de los tres carriles para generar múltiples posibilidades. Es decir un juego de posición ortodoxo pero con detalles para poder ir alternando ante los diferentes escenarios. 

Salida de balón 

En la construcción del juego desde la primera línea, el técnico neerlandés exige que sus defensores sean valientes y creativos. Hay que arriesgar porque este equipo sale siempre a partir de la figura del tercer hombre y, para ello, además de la lectura de los jugadores para ir desplazándose ocupando los lugares más despejados, también es necesario que el poseedor en el momento que vea la línea de pase abierta hacia adelante, tenga el convencimiento de hacerlo.

La salida es cosa de los centrales que se abren y empiezan a combinar entre ellos, pero aquí, en lugar de involucrar al pivote para generar superioridad, se consigue a partir de los laterales. Tanto Dragovic como Sinkgraven, permanecen bajos o a la altura de los propios centrales o en zona intermedia en línea con el pivote haciendo un «2+3». El Leverkusen quiere juntar muchos pases en esta primera línea buscando que el rival salte y se generen esos espacios a la espalda de la presión para poder transitar de forma vertical. El colocar a Dragovic en el lateral derecho ha sido un acierto porque el central austríaco tiene un gran rango de pase para soltar con precisión hacia el hombre libre justo en el momento en que es presionado. Igual de importante en el sector izquierdo es Sinkgraven. El neerlandés,  centrocampista de cuna, mantiene esa lectura del juego y gran pie izquierdo que aplicado a la zona del campo donde actúa ahora, es un valor enorme en fase de iniciación. 

Si por el contrario no se encuentra una oposición clara, emerge el nombre de Tapsoba. El central zurdo suele ser el que conduce y avanza hasta que encuentra a su marca, divide atenciones y filtra. 

Fase defensiva

La disposición más utilizada cuando no se tiene la bola es un 4-5-1 con los extremos cercanos a los hombres de la zona medular y el punta aislado arriba ejerciendo de boya para un eventual juego directo. La idea es montar un bloque medio donde los cinco hombres del centro del campo van saltando según la zona donde el rival tenga el balón. A pesar de que la naturaleza de su medio campo no es de tener una alta capacidad de robo, colectivamente sí que consiguen atosigar y que el poseedor acabe teniendo un fallo. La capacidad atlética del centro del campo y extremos facilita que esos esfuerzos en ir basculando de lado a lado se hagan de manera eficiente. 

La mejora en defensa también ha sido gracias a que ahora las líneas están más juntas con y sin balón. El Leverkusen se parte menos, concede menos metros entre sus hombres y todo el equipo viaja junto desde campo propio al rival. Esto ha influido en que Tapsoba se vea menos comprometido tras cada pérdida. Porque antes el africano tenía que realizar esfuerzos larguísimos para cubrir e interceptar, ahora el radio de acción es más corto y por tanto puede brillar más y mejor sin verse tan expuesto a pesar de su gran exuberancia física. Otro nombre propio es Dragovic. A todo lo que él austríaco aporta con pelota, se le suma que Bosz ha sido inteligente al desplazarlo al lateral por el hecho que ahí está mostrando mayor fortaleza en su juego al conocer que ya no es el último hombre antes de Hadrecky, sino que siempre está el central de su lado si él no consigue abortar la amenaza rival. 

Medular complementaria

Con una vertiente tan claramente ofensiva, la elección de los hombres que ocupan el centro del campo son de un perfil técnico, llegador, con visión de juego y capacidad para cumplir diferentes funciones. El trío de centrocampistas son los que realmente dan forma al modelo. El pivote está siendo Baumgartlinger, aunque Demirbay puede jugar ahí, y anteriormente lo era el chileno Aránguiz, actualmente lesionado del tendón de Aquiles. Es decir, dos jugadores que en el pasado eran interiores, diferentes entre ellos, pero que siempre han destacado entre líneas estando más tiempo por delante de la línea de la pelota que detrás.

Esta reconversión es una historia que se repite en la carrera del entrenador. Cuando llegó al Ajax le surgió el mismo dilema intentando encontrar a su mediocentro, y acabó colocando ahí al danés Lasse Schone que, hasta entonces, había jugado como extremo, lateral y estaba asentado como interior. Bosz ha entendido que para lo que él necesita en esta posición es mejor una pieza de buen pie, despliegue vertical y mente creativa para activar con rapidez a la gente de ¾ en adelante que un centrocampista con mayores aptitudes defensivas, aunque, repito, el austriaco Julian Baumgartlinger muchas veces es quien juega ahí para darle mayor equilibrio al 4-3-3 y no quedar tan expuestos tras pérdida. 

Con Demirbay acelerando el juego en la base de la jugada a través del pase corto o la conducción, como ya lo hizo en el Hoffenheim bajo las órdenes de Julian Nagelsmann, es en los interiores donde se termina de definir la idea futbolística del equipo. Tanto Amiri como Wirtz son los encargados de generar ventajas para que los extremos siempre reciban con tiempo y espacio. Amiri se está relacionando más con la organización del juego. El ex del Hoffenheim se acerca a la zona del pivote ayudando a dar mayor fluidez a la salida, pero siempre en constante movimiento. Desde el interior izquierdo va flotando de dentro hacia fuera, ensanchando el campo y generando varias líneas de pase. En el otro lado se encuentra Wirtz, al que Bosz alejó de la cal para darle mayor relevancia en el juego. Como en su momento lo hizo con Julian Brandt (2018-19). El joven de 17 años, que destila mucha clase, está siendo el gran dinamizador de las posesiones. 

Si el Leverkusen tiene mucho balón, el alemán es capaz de devolver pases o controlar en espacios reducidos porque su control y toque de balón son de un nivel muy alto. Si por el contrario se mueven en transición, su velocidad y verticalidad son devastadores.  

En definitiva, en este sistema tan dúctil, los tres integrantes de la zona ancha se van repartiendo tareas y responsabilidades consiguiendo que siempre estén compensados los lugares a ocupar. Si el mediocentro avanza con pelota controlada, Amiri sujeta en el pivote; si Wirtz rompe en el intervalo entre central y lateral rivales, es el mediocentro el que protege la zona libre y mantiene esa estructura lateral-Interior-extremo en el costado para progresar. 

Dos cuchillos en los extremos 

La determinación y voracidad que están enseñando León Bailey y Moussa Diaby en los costados está resultando el argumento principal para acabar las jugadas. Los extremos comparten algunas características para que dé igual dónde se desarrolle el juego; ambos son igual de determinantes de cara a portería. Porque en el 4-3-3, Bosz quiere que su punta no actúe como tal sino que sea más una referencia que vaya abandonando el área generando espacios atacables por los jugadores de fuera. A pesar de la marcha de Volland y Havertz, el fichaje de Patrick Schick está permitiendo que se repitan ciertos mecanismos. El punta checo flota entre líneas a la espalda del pivote rival, arrastra a los centrales sacándolos de su zona y libera una gran cantidad de campo para que Bailey y Diaby puedan trazar la diagonal y pisar el área. El rol de delantero es una de las consignas principales de este Leverkusen porque Schick es un jugador que sabe leer muy bien cuando realizar estos movimientos y cuando acompañar la jugada si el ataque es más posicional y los extremos permanecen más fijos en la cal. 

Bailey está mostrando una gran sensibilidad en todas sus acciones. Sigue siendo mucho más efectivo si le conceden metros, pero en estático también está resultando un elemento desequilibrante gracias a sus giros y cambios de dirección. Por su parte Diaby es más eléctrico, el francés cuenta con un regate seco muy valioso, sin embargo está destacando por la manera en la que percute en el pico del área. Toca, busca la pared y rompe para colocarse de cara a portería rival. 

En las fases sin balón, si el equipo rival presiona arriba, ambos alternan entre ocupar los pasillos interiores y pincharse fuera.  Si los extremos rivales saltan sobre sus laterales, ellos encuentran 1 vs 1 a campo abierto en banda. Si por el contrario son los interiores del rival los que se suman a esa presión, jamaicano y francés se acomodan a los costados del pivote adversario para que Tah o Tapsoba le filtren un pase y desde girarse y arrancar o bien esperar el descenso de Schick, que el checo toque de cara a Demirbay o uno de los interiores y estos los activen en carrera.

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Francisco Mariscal
Periodista deportivo y Analista táctico. Entusiasta de encontrar los porqués del juego. Cualquier estilo es válido e igual de interesante, pero dame siempre a un enganche y dos extremos.

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