Se abre el telón y aparecen tres John´s, tres Oliver´s y dos Chris´es. A primera vista puede parecer el comienzo de un chiste rápido y malo, pero nada de eso. Ni ha sido rápido, porque ha durado casi un lustro; ni malo, porque Bramall Lane ha vuelto a albergar algunos de los partidos con mayor cartel a nivel mundial. Lo que sí puede ser es que en Sheffield no sean del todo originales buscando nombres para confeccionar un `XI´ tipo competitivo. Pero, como dijo en su día Chis Wilder, la mente pensante que edificó un proyecto desde la tercera categoría del fútbol inglés, necesitaban “futbolistas que supieran cómo ganar una fría noche de martes, en algunos de los sitios menos glamorosos donde jugaban por aquel momento”. Así fue como se gestó el alunizaje del Sheffield United a la Premier League, con dos ascensos en apenas tres años. Y consiguió competir lo más alto con, entre otros Dean Henderson; George Baldock, Chris Basham, John Egan, Jack O’Connell, Enda Stevens; Oliver Norwood, John Lundstram, John Fleck; Billy Sharp, Oliver McBurnie. Dicen que cuando alguien puede recitar de memoria una alineación es porque, de un modo u otro, es un equipo de ensueño.
Volviendo a los futbolistas en cuestión, vale la pena decir que Wilder no hizo uso de las comas. Porque, si bien es costumbre colocar el “punto y coma” en las alineaciones como diferenciador de cada línea, es obligatorio recalcar que en el Sheffield United no había líneas a la hora de atacar. Había un objetivo común, marcar gol; y, para ello, una herramienta en forma de llave inglesa: hacer lo que el adversario no esperase que hicieran, siguiendo el manual del cinismo. Ahora que están de moda las capturas durante los partidos, deben ser innumerables las secuencias donde se vislumbra a Basham (defensa central derecho en 3-5-2) avanzando por su callejón como Pedro por su casa, hasta pisar línea de fondo en el área rival.
Algo que no solo era original para los tiempos donde todo parece estar inventado, sino que también resultaba de lo más efectivo por imprevisible. A falta de calidad individual, para atacar había mecanismos colectivos a mansalva. Un plantel de chiflados, pero no de desequilibrados. Porque cuando tocaba defender, los “locos de Sheffield” se ponían el mono de trabajo en centésimas de nanosegundo, para que sus idas de olla cuando un soldado Wilderiano abandonaba su habitáculo, no les pasasen factura atrás. El sistema de coberturas, con Oliver Noorwod a la cabeza, resultó ser un prodigio de ingeniería.
¿Resultado? Un noveno puesto en su regreso a la Premier League, siendo el cuarto equipo que menos goles encajó (39 en 38 jornadas) en la competición con más talento del planeta fútbol. Y, ahora, cuando vemos una jugada de este tipo, «una llave inglesa» donde los defensas van a su libre albedrío y se olvidan de que en su profesión se les paga por defender, denominamos a este fenómeno como Wilderismo. Pep Guardiola ya admitió que “lo que hace el Sheffield United con sus centrales no lo había visto en la vida”. ¿En qué mente cabía hace un par de años decir que “Alessandro Bastoni está jugando de Jack O’Connell»? Solo en la de algún lunático. Pero, lo cierto, es que hasta Conte ha tratado de replicarlo.
¡Qué grande! Pese a la derrota, Mourinho se fue derecho a por Chris Wilder para darle un cariñoso abrazo en plena entrevista#RESPECT 👏👏👏pic.twitter.com/kTfszOYZtI
— DAZN España (@DAZN_ES) July 2, 2020
Esta 20/21, lejos ya del sueño que vivió la temporada pasada el Sheffield United en su vuelta a la élite del fútbol inglés, los pupilos de Wilder han sido, a lo largo de las 28 primeras jornadas que duró el técnico a los mandos, el peor equipo en cuanto a cifras de toda la Premier League. Desde menos puntos sumados (14/84), hasta más partidos perdidos (22), pasando por ser el equipo que menos goles marca (0´57 goles de media por encuentro), que menos porterías a cero dejó (2) o que menos disparaba (6´2 por partido). Pero, por aterradores que fuesen esos datos, quizá consuelo de tontos -o quizá no-, el club mantuvo su esencia. Desde la idea de juego -algo más tímida-, hasta los ejecutores sobre el verde, pasando por haber ratificado al perverso ideólogo que había llevado a los Blades hasta un lugar inimaginable.
Pero el fútbol carece de memoria y, prueba de ello es que, ni a Wilder le sirvió tener al equipo 4º contra todo pronóstico hace exactamente un año, ni acabó la temporada “pasase lo que pasase”. Las discrepancias con la directiva impidieron la continuidad de uno de los proyectos más estimulantes del planeta, por mucho que no estuviese cumpliendo los objetivos durante el presente curso. El Sheffield United traicionó su filosofía y sus mandatarios olvidaron que lo importante no era el camino, sino la trayectoria. Wilder murió con sus ideas. Wilder murió en chaleco y chándal. Christopher John Wilder murió con los suyos. Sin embargo, el Wilderismo está más vivo que nunca.