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La magdalena de Proust es un fenómeno humano memorístico que coge su nombre de la novela Por el Camino de Swann, del escritor francés Marcel Proust. En dicha novela, el protagonista toma una magdalena mojada en té y, el sabor de este dulce, le evoca los recuerdos de su infancia. Como en el final de la película Ratatouille, que se desarrolla en París, donde el sabor de un plato de verduras abre un espacio olvidado en la menta del implacable crítico de comida. O como le ocurre a cada persona que dedica una parte de su tiempo a ver danzar a Antoine Griezmann, otro francés, sobre un campo de fútbol. Porque el juego del jugador del Atlético Madrid evoca recuerdos de un fútbol que creíamos perdido, enterrado entre el imparable vaivén de los acontecimientos. Verle pasar y pensar cada una de sus acciones es como retroceder años en el tiempo y conectar con la esencia más pura del deporte. Es debatible si hay alguien que esté jugando mejor que él en este comienzo de temporada, pero desde luego no está jugando peor que nadie.

Recientemente, la estrella francesa dio una charla con el periodista Rubén Ibeas que tenía como telón de fondo el fútbol americano, deporte que apasiona a Antoine, pero que también dejó una magnífica reflexión del propio Griezmann sobre su juego, forma de pensar y lo que se aprende de fútbol viendo otros deportes:

«Yo creo que antes de que me llegue el balón miro un poco donde están mis compañeros y en qué velocidad están. Si veo que empieza a pegar un sprint más o menos sé que la quiere al espacio, si está parado y a un ritmo lento la quiere más a su cuerpo, y si es como el otro día que le doy a Álvaro Morata, donde estoy de espaldas, pero miro que él se va en profundidad, sé que es balón fuerte delante de él y gol. Ellos ya saben que cuando me viene un balón de primeras la puedo dar, ellos ya me conocen y están activos».

Epicentro ofensivo y conector de un equipo. Como si fuese un quarterback.

Hace aproximadamente un año, coincidiendo con el Mundial de Qatar, Diego Pablo Simeone sabía que su equipo necesitaba un cambio. Solo quedaban los resquicios de lo que habían sido los años gloriosos de la entidad rojiblanca y el equipo, lo más peligroso de todo, ya no se reconocía a sí mismo. Se necesitaba una revolución, y como en toda revolución eran necesarias dos cosas: una idea y un líder que les conectara a todos y les hiciera creer en el discurso.

El Atlético Madrid 2023/24 es un equipo propositivo, que sale jugando desde atrás, cuenta con un mediocentro –Koke– que se mueve muchísimo, constantemente ofreciendo líneas de pase, centrales exteriores que se incorporan por fuera y una forma de progresar que se caracteriza por distancias estrechas, mucha gente junta, rondos cortos, crecer juntos y un individuo que conecte a todo y a todos: Antoine Griezmann.

El analista Alejandro Arroyo lo expresaba así en Revista Panenka: «Rondos itinerantes de cinco o seis futbolistas jugando en función del balón y no de la zona, un central-líbero que avanza y termina como segundo pivote (Hermoso), un líder en campo de nivel mundial que activa todos los rondos (Griezmann) y un falso pivote que moviéndose es mucho mejor que fijando (Koke). Relaciones cercanas. Pases cortos. Distancias estrechas. Comunicación directa».

A sus 32 años, Griezmann se está sintiendo más liberado que nunca. Se siente él mismo y está respondiendo de sobra al reto. Lejos de la rigidez posicional que se encontró en Barcelona, o de los contextos más contragolpeadores y de menor volumen de participación que caracterizaron su primera etapa en el Atlético y su etapa en la selección francesa. Sin desmerecer esos episodios de su carrera, donde fue uno de los mejores jugadores en Mundiales consecutivos, uno que ganó con él como eje del equipo y otro que perdió en los penaltis. Sin embargo, ahora está pudiendo hacer eso con un mayor volumen y con un equipo que juega para él.

«Querer usar terminología posicional con él es como ponerle límites al infinito»

Hablando a nivel estadístico, Griezmann lleva nueve goles y una asistencia en los 14 partidos de liga que ha jugado esta temporada, pero, más allá de eso, sus números son verdaderamente asombrosos. Promedia 55,6 intervenciones por partido, 1,5 pases claves y 33 pases por partido, con un porcentaje de acierto del 84%. De esos pases, dos tercios de los mismos se dan en campo rival.

Dentro del 5-3-2 del Atlético, el francés cuenta con un mediocentro que le encuentra con frecuencia, dos interiores muy generosos en el esfuerzo, que le compensan, estiran hundiendo a la defensa rival y le liberan marcas, dos carrileros que hacen muy largo el campo por fuera y un delantero, Morata, que estira por delante y además está siendo realmente certero de cara a puerta, transformando a gol los pases que Antoine le sirve en bandeja.

Griezmann tiene libertad total, desde su rol de segundo punta, para aparecer en cualquier zona del campo, tirar paredes, involucrar a compañeros, buscar crecer juntos pero siempre pendiente de desmarques por delante. Todas sus acciones están ejecutadas en favor de una acción posterior; no da puntada sin hilo. Lleva, más que nadie, a la realidad eso que se dice de que el fútbol es ajedrez con individuos que piensan y actúan por ellos mismos. Ve más allá del presente y es capaz de adivinar jugadas antes de que ocurran. Está jugando un fútbol que es intelectualismo en su máxima expresión. Ha depurado todo: sus superficies de contacto con el balón, el timing a la hora de soltarlo, su visión a tres carriles, capacidad de aguantar recibiendo de espaldas, giro ante acoso y capacidad de integración para y con sus compañeros. Un pacto con la excelencia.

Algunos se atreven a catalogarle, y atreverse es el verbo adecuado porque su juego rebosa los límites conocidos, a considerarle ahora más centrocampista que otra cosa. Y en efecto no es raro verle bajando a la base de la jugada, incluso recibiendo directamente de centrales, para organizar a los suyos, pero querer usar terminología posicional con él es como ponerle límites al infinito. Griezmann no es una posición o un rol. Griezmann es, en cada momento, lo que su equipo necesita que sea.

Su lectura de juego le llega a hacerle ajustes durante el transcurso del propio sin necesidad de que el ‘Cholo’ se lo comunique. Si parte arriba en la doble punta del 5-3-2 (en ocasiones juega directamente de interior), y nota que el equipo rival está empezando a girar el bloque del Atlético,es común verle, en fase defensiva, a ir a cerrar una de las bandas, transformando el sistema en un 5-4-1 donde su presencia les da más cohesión y achica el espacio entre líneas y por fuera.

«Parece muy difícil imaginar esta idea de Simeone y a este Atlético sin un Griezmann que les conecte. Él, y solo Él, es el indicado para llevar esta empresa».

Esta segunda juventud en el Atlético le ha permitido alcanzar su pico como futbolista, siendo líder, destinatario y medio de todas las jugadas del equipo. La edad potenció sus virtudes de lectura e interpretación hasta permitirle ser lo que es ahora, una enciclopedia que juega.

Quitando los prejuicios y deshaciendo la imagen que tenemos del pasado, no cabe otra cosa que admitir a este Atlético como uno de los equipos más entretenidos, desde su propuesta, de la liga española y, por extensión, de Europa. Y todo ello ha nacido con Griezmann como líder de una revolución que la hemos podido ver iniciar y desarrollarse in situ, todavía en búsqueda de alcanzar la cima del proyecto,

Se suele decirse que lo importante en las revoluciones no es el líder de la misma sino las ideas, que son las que permanecen en el tiempo, siempre dispuestas a que alguien recoja el testigo del protagonista. Aquí, sin embargo, cabe la excepción. Parece muy difícil imaginar esta idea de Simeone y a este Atlético sin un Griezmann que les conecte. Él, y solo Él, es el indicado para llevar esta empresa.

Mientras que la magdalena de Proust representa la conexión con la memoria, el juego de Griezmann se manifiesta en tiempo real, ofreciendo momentos que pueden resonar en la mente de los espectadores como recuerdos instantáneos. Haciéndonos partícipes de la historia.

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Hugo Marugan
Fútbol. Para disfrutarlo, para aprender y para contarlo.

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