En Hampden Park sonó el Flower of Scotland y los asistentes se prepararon para vivir un evento que, a la postre, acabaría siendo decepcionante para ellos. Por primera vez en el Siglo XXI, Escocia se disponía a participar en un torneo internacional y encima en su casa, pero el dominio de las áreas por parte de República Checa, sumado a la genialidad de Patrik Schick en el segundo gol, acabarían decantando la balanza.
Fue un partido muy directo y exterior, con ambos equipos con problemas para avanzar por el carril central. En Escocia, la ausencia de Callum McGregor en el equipo titular sorprendió, y el marcaje de Vladimir Darida sobre Scott McTominay redujo el impacto del jugador del Manchester United. Los de Steve Clarke buscaban salidas directas sobre Dykes que prolongaba a las rupturas de Ryan Christie, y mucho juego exterior en campo rival, especialmente por izquierda debido al evidente salto de nivel de Robertson respecto a O´Donnell. Con el del Liverpool llegando con continuidad a línea de fondo, el equipo logró una vía de escape y de producción.
El caso es que República Checa defendió muy bien esas fortalezas competitivas de la selección escocesa. Los centrales, Ondrej Celustka y Tomas Kalas, estuvieron sólidos en duelos aéreos ante las salidas directas y protegiendo el área ante el empuje exterior. El doble pivote, conformado por Kral y Soucek, también destacó imponiéndose en segundas jugadas y cortando el ritmo del rival. En presión, emparejaban con Schick y extremos sobre centrales rivales, dificultando el juego por dentro del rival.
De todos modos, no se caracterizó la selección checa por ser capaz de sumar salidas con facilidad ni generar abundantes situaciones de remate, pero un inspirado Patrik Schick bastó para darles los tres puntos. Primero, imponiéndose en el área a Hanley tras una llegada hasta línea de fondo de Vladimir Coufal, y posteriormente sacando el recurso de genio con un tiro desde mediocampo que batió a Marshall y pasará a la historia de las Eurocopas.
Mejoró mucho en el segundo tiempo Escocia, debido a la entrada de Che Adams que supuso movilidad y un conector por dentro, y McGregor para mejorar la salida de balón con McTominay colocándose como central exterior derecho. República Checa, seguramente por la ventaja que tenía en el marcador, dio un paso atrás y los locales lograron rematar de manera constante. Las intenciones seguían siendo de empujar por fuera con las llegadas de los carrileros, pero ahora estos recibían llegando en ventaja en campo contrario y no arrancando desde atrás con muchos metros por delante. Los centrales y un inspirado Tomas Vaclik bajo palos mantuvieron el cero en la portería y frustraron a una Escocia que, ante Inglaterra en la próxima jornada, jugará uno de los partidos más importantes de su historia.
