Estrellas que ceden, tesoros para siempre

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No son los más caros, ni los más buenos, pero son únicos. Como las cartas de inmunidad presentes en algún juego de rol o de mesa del que desconoces todo pero que ya te pone en alerta, porque esconde virtudes para siempre inalcanzables incluso para cartas mejores. Esta carta condiciona toda la partida. ¿Cuánto cuesta un jugador así? Si eso no es posible saberlo, o no sirve saberlo, ¿cómo valorar su importancia? En el fútbol hay jugadores que pueden marcar ahora o en un futuro la vigencia y validez de uno o varios proyectos consecutivos, un sueño para cualquier director deportivo que por el camino ve necesario cambiar de entrenador pero que contará con una carta que podrá ser agua, piedra, fuego o viento, y no sólo por sus características futbolísticas, sino por su personalidad y ego en convivencia con otros 21 compañeros para la formación de un equipo y un vestuario.

Cuando Federico Chiesa ganó a España en el Europeo sub-21 de 2019 jugado en Italia, todavía era jugador de la Fiorentina y jugaba como extremo. Era un futbolista fundamentalmente exterior y fundamentalmente ofensivo en un sentido bastante unidireccional. El genovés esperaba abierto y paciente mientras cargaba energía hasta desatar tormentas eléctricas con el balón en los pies. Su aura no miraba más allá, desconocía qué podría ser mañana y cuando le tocaría comenzar a serlo. El inconformismo era su mejor carta de presentación, a la espera de que su evolución y los equipos de los que formara parte le dijeran que tenía madera de estrella y que le tocaría comportarse como tal en momento determinados. Chiesa no estaba aún en esas pero eso nunca le iba a suponer ningún problema, al menos por necesidad.

La Juventus, por su parte, atraviesa un momento irregular porque su proyecto ha frenado de tal forma que el tiempo ahora es relativo. Con la marcha de Cristiano Ronaldo y un presente de clara transición justo en el momento en el que la Serie A ha despegado, peligrando seriamente su presencia entre los cuatro mejores, la Vecchia ha perdido su estatus de mandamás y debe rasgarse alguna vestidura sin que se le caigan los anillos. Allegri, que de todo esto sabe un rato, por viejo, adusto y estoico, ya ha empezado a bajar las revoluciones y las aspiraciones del equipo, cediendo algo más el balón a cambio de ganar más espacio ofensivo. En todo esto, unas piezas pasan a ser más importantes pero otras más relegadas. Chiesa no. Chiesa siempre va a tener valor estable porque siempre será un jugador necesario.

Esta clase de futbolista, que hoy puede trabajar para su entrenador y al mismo tiempo, o mañana, labrar el campo para la superestrella de turno, pudiendo ser el jugador más trascendente en un partido importante por su grandeza competitiva, están fuera de mercado. O deberían estarlo. Jugadores que te permiten ser grandes mientras como equipo puedes hacerte pequeño, haciendo el trabajo de dos jugadores a la vez, condicionando la partida más importante del año sin ser el mejor del equipo, escasean. Cómo no van a escasear. En la era del ego, tipos tan determinantes como desinteresados, que tiran del carro un día y lo empujan al alguien sin rubor, están al borde de la extinción. Chiesa, Di María, Kanté, Pedri. No lo olvides, eres tan buen equipo como tus segundas espadas.

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Alejandro Arroyo
Analista táctico, scout profesional y periodista. Mano que escribe en Revista Panenka

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