«Que se diga que soy de potrero me encanta y me genera mucha emoción«
Facundo Farías, a SOL 91.5.
A pesar de su lamentable e ininterrumpida crisis, la pérdida de su esencia característica y su continua falta de proyectos serios que la fomenten, en el fútbol argentino todavía existe un patrón constante: el surgimiento de talento joven, puro y con hambre de gloria capaz de ilusionar, sin tener en cuenta el color de las camisetas, a los seguidores del deporte rey de un país que lo respira con incuestionable pasión.
Facundo Farías es un talento que emociona. Lo hace desde la nostalgia y desde la esperanza. Es la representación de la espontaneidad más incontaminada, la personificación de la imaginación y la creatividad y el recuerdo melancólico del potrero distintivo de estas tierras. No le interesa si se juega una semifinal del torneo o si se trata de la segunda fecha del recientemente estrenado campeonato de liga; obra con la misma naturalidad. Parece no ser asunto de su incumbencia la experiencia o la habilidad del rival que se le planta en frente; va a encararlo con idéntica desfachatez hasta sacárselo de encima, para ir en búsqueda del siguiente. Lo más emotivo es que sus acciones son tan genuinas que por momentos rozan la inocencia. Pareciera, a veces, no ser consciente del contexto que lo rodea, ni mucho menos del extraordinario don con el que cuenta. Dante Panzeri defendía que al jugador de fútbol, más que planificar sus acciones, estas «le salían» de manera imprevista. Quizá ver un partido del chico de Colón de Santa Fe sea una explicación de lo más gráfica posible de aquella interpretación.
El fútbol se ha ido mecanizando conforme el paso de los años. Los futbolistas capaces de ejecutar una gran cantidad de acciones específicas son tal vez más válidos para el panorama actual que otros que lo hacen en menor medida pero que cuentan con el condimento superior, único e irremplazable de la creatividad, que poco a poco se ha ido desplazando hacia, quizá, un segundo plano a la hora de escoger entre perfiles de jugadores. Y es por esto que, precisamente, la figura de Farías es tan necesaria e insustituible en la actualidad. Un jugador creativo, ingenioso, que supera y engaña oponentes a partir de su imaginación muchas veces sin mostrarse gestualmente consciente de ello. Uno contra uno, explosividad, gambeta… y casi sin darse cuenta.
Y más allá de lo que este joven de dieciocho años sea capaz de producir con la pelota en sus pies, el instante del juego en el que más disfruta, también es una fuente de soluciones sin ella. Su evolución en materia de desmarques y dinamismo ha sido notable con respecto del curso pasado. En su afán por recibir el esférico, sus movimientos para aprovechar los espacios que en función del trámite del partido va identificando permiten a sus compañeros encontrarlo en situaciones de ventaja, o buscarlo para generarlas. Una pieza insustituible en la delantera del último campeón del fútbol de Argentina.
Con Facundo Farías, al fútbol argentino y a sus aficionados solo les queda esperar una cosa: que, allá donde sea que vaya, su talento sea respetado. Que pueda jugar a la pelota como lo hacía entre la modestia del disuelto club Corinthians Santa Fe en sus años de infancia, que su inagotable guapeza y sorprendente personalidad al momento de pedir el cuero ante cualquier adversario sean escuchadas y, ante todo, que jamás le quiten el potrero… porque de allí ha brotado.