Dejar todo para última hora. Una frase que trae por la calle de la amargura a muchos padres y profesores que ven cómo sus hijos o alumnos, respectivamente, hacen malabares para preparar, o mejor dicho para salvar, un examen a pocas horas de este. Los adolescentes se defienden alegando que tratan de llevarlo al día pero que, por diversos factores ajenos a su voluntad, les resulta imposible. Ya sea por A, por B, o probablemente por una mezcla entre ambas dos, todos hemos escuchado o vivido en primera persona una conversación de ese tipo alguna vez.
Algo muy parecido ha sucedido en esta histórica ventana verano-otoñal de fichajes, donde muchos clubes han incorporado más futbolistas a lo largo del último día de mercado que en los dos meses previos. E, incluso, volviendo a establecer un paralelismo estudiantil, podríamos decir que Manchester United, PSG, Bayern o Fiorentina se corresponden con aquellos escolares más dejados de la clase. De los que lo dejan para última hora, pero que en este tipo de situaciones comprometidas, bajo presión, se mueven como pez en el agua. Los típicos conocedores de la táctica de ir al baño saltándose la clase de antes para asimilar conceptos a la velocidad del rayo. Caso aparte es el Valencia, un claro ejemplo de repetidor inconsciente que lo de aprobar exámenes no entra ni entre su top 35 de prioridades cotidianas.
No obstante, aunque estos no se organicen la mayor parte de las veces, empaticemos un poco con ellos. Porque, en el caso de la Fiorentina, a diferencia de un PSG o un Bayern conscientes de que tienen más herramientas «de aprendizaje» que el resto, o de un Manchester United que además de herramientas tiene el capricho de comprarse una caja de cromos en vez de el libro que mandan leer para Literatura de 2º, esta sí tiene complicado organizarse. Porque, además de estudiar, lo tiene que compaginar con el trabajo.
En Florencia se encontraron con que a pocas horas del cierre de mercado, la Juventus, ese alumno que iba al instituto en moto en lugar de coger el autobús de ruta como todo el mundo, le robaba a la Fiorentina su mejor «chuleta» para copiar en los exámenes. Y, por eso, el cuatro viola tuvo que ir al baño horas antes del cierre de mercado. Aunque, probablemente, el fichaje de Federico Chiesa tuviese más complejidad que dejadez. Porque era el futbolista más apetecible de la Serie A fuera de los siete clubes hegemónicos.
Sin embargo, el hijo del mítico Enrico Chiesa no se encontró demasiado arropado por la formación de la Fiore. Sino, más bien, fue al contrario. Allí era un jugador que se vio obligado a adaptarse al sistema, en lugar de que el sistema se transformara para potenciar al mayor talento de la plantilla. Un jugador algo estancado por llevar dentro más fútbol, o más vistoso, del que ha podido demostrar recientemente como carrilero en el club que le crió. Y un rol con el que, además, ha tenido que lidiar también en la Azzurri de Roberto Mancini, ya que ambos planteles –que sobre el papel son 3-5-2 y 4-3-3 respectivamente– acaban atacando asimétricamente con muchas similitudes entre sí.
En ambas formaciones Chiesa actuaba como un carrilero ultraofensivo, cuyos mapas de calor se asemejan más a los de un volante externo o a los de un extremo. Equipos que acostumbraban a concentrar más juego por izquierda para acabar girando al bloque rival con un cambio de orientación que activase a Federico Chiesa con espacio para atacar en diagonal fuera-dentro o en situaciones ventajosas para él, pudiendo encarar en 1v1 a su par. Es decir, dentro de que su demarcación era más sacrificada de lo que acostumbra un jugador de estas características, su rol acababa siendo muy adecuado para explotar sus virtudes, aunque para ello necesitase trabajar mucho, equilibrando defensivamente al equipo.
Si de todo lo malo, Chiesa es capaz de sacar algo positivo, ahora se reconocerá como un jugador mucho más preparado tácticamente para la élite. Pensando ya en el futbolista italiano en clave Juventus, lo lógico sería imaginarlo como el extremo izquierdo –dejando el carril interior derecho para un especialista en jugar a pie cambiado como Dybala– que se retroalimentara con la movilidad que acostumbra a mostrar Cristiano Ronaldo. Porque, en la línea habitual de su carrera, el luso suele acabar las jugadas cerca o dentro del área, pero muchas veces cae hacia el flanco zurdo para salir de la jaula que los adversarios preparan habitualmente en el carril central, buscando reducir intervalos y limitar en espacio/tiempo al portugués. No obstante, eso sería lo lógico pensando en el 4-3-3 de Sarri, no tanto en el de Pirlo.
Precisamente, la leyenda italiana que ahora está dando sus primeros coletazos como entrenador, ha demostrado en este tramo inicial de temporada que también le gusta dar rienda suelta a esa flexibilidad táctica empleada para generar ventajas en todas las líneas. La nueva Vecchia Signora se ha mostrado como un conjunto muy adaptable al rival que, incluso, emuló en la segunda jornada de la Serie A, frente a la AS Roma, un planteamiento con similitudes respecto a la selección italiana, en el que Chiesa podría repetir como carrilero cuando el teórico 4-3-3 / (4-4-2 fase defensiva) se transforme en un 3-4-2-1 a la hora de atacar en posicional.
Una tarea que le tocó desempeñar ante el equipo de Paulo Fonseca a un Dejan Kulusevski que ni mucho menos está acostumbrado a ese papel y para el que Chiesa, aunque pueda parecer que le corte las alas al jugador como ya se vio en Florencia, sí tiene asimilado. Y lo asimiló, además, conviviendo en un contexto de muchas dudas en la Fiorentina, haciendo lo difícil, desarrollando la IQ del nuevo gran juguete que le ha tocado a Pirlo en el último sobre de cromos del verano. Aunque, en este caso, el lapicero bicolor que a simple vista pueda parecer un capricho para el alumno, supone un comodín de máxima utilidad para que el profesor Pirlo desarrolle más fácilmente sus clases en Turín.