Vivimos en la era del ‘high-light’. Valoramos el rendimiento de un jugador en función de los regates que ha realizado o de los goles que ha metido. No importa todo lo que haya hecho aparte: si ha marcado un gol por la escuadra y ha realizado tres caños, ya ha hecho un partidazo. Por ello es tan fascinante chocarse con casos como el de Antoine Griezmann. Jugadores que no necesitan hacer cosas espectaculares para rendir sobre un campo de fútbol. Griezmann no juega para la galería ni necesita irse de su par tres veces por partido. Su fútbol va más allá. Con y sin balón, es práctico, hace lo que hay que hacer en cada momento y pone siempre por delante el beneficio colectivo al individual. De esta manera está siendo el jugador más influyente de Francia en el Mundial. Y ahí está, a un solo partido de levantar su segunda Copa del Mundo consecutiva.
Francia acabó con el sueño marroquí en este Mundial. Los franceses vencieron por 2 goles a 0 a Marruecos, adelantándose muy pronto en el marcador (5’) a través de Theo Hernández y cerrando el partido a pocos minutos del final (80’) por medio de Kolo Muani. Pese a perder, los leones del Atlas se despidieron a lo grande, jugando sin complejos contra la vigente campeona del mundo y siendo mejor que su rival en varios tramos del partido. De perder, cualquiera eligiría hacerlo como lo hizo hoy Marruecos.
Ambos entrenadores presentaban varias sorpresas en los onces. Deschamps lo hizo por obligación. Ante las bajas por enfermedad de Upamecano y Rabiot, entraron en la alineación Konaté y Fofana. Cambios que a fin de cuentas no trastocarían demasiado el plan base. Por contra, Regragui intervino por decisión técnica. El técnico marroquí rompió la línea de cuatro habitual, formando una línea de cinco (con la novedad de Achraf Dari como central junto a Saïss y El Yamiq), y sacrificó a uno de los tres mediocampistas (Selim Amallah). Un 5-2-3 con el que mantendría los patrones de siempre pero cambiando la forma.
Podía parecer que la situación le sobrepasaría a los leones del Atlas, pero no fue así. Desde el gol y hasta el final del partido, Marruecos demostró una personalidad brutal como selección, jugando sin complejos ante una de las mayores potencias del mundo y en un contexto (llevando la iniciativa) en el que no se habían visto nunca antes en el torneo. Así las cosas, los marroquíes gozaron de buenos minutos ofensivos después del gol, moviendo bien la pelota y progresando a través de las sociedades que suelen generar en banda. En este caso, con el nuevo sistema, estas se dieron entre pivote, carrilero y extremo. Un detalle a tener en cuenta fue la posición de los carrileros (Hakimi y Mazroui), metiéndose por dentro para atraer una marca francesa y generar líneas de pase para progresar. Por izquierda, de hecho, con Ounahi gestionando la base, Mazroui por dentro muchas veces y Sofiane Boufal por fuera, Marruecos encontró caminos para girar a Francia, muy pasiva como siempre (4-4-2 o 4-5-1 en función de la posición de Griezmann) y que caía en atracciones de forma recurrente.
A todo esto, Marruecos se vio obligada a cambiar de plan en el minuto 20. Romain Saïss no podía más físicamente y Regragui volvió a las bases: 4-3-3 con Selim Amallah como interior. De este modo, se contó con un jugador menos atrás y con uno más por delante, lo cual desembocó en un escenario de partido mucho más abierto, ya que Marruecos seguía sin bajar el pie del acelerador cuando tenía el balón y esta vez tenía un hombre menos en la línea defensiva. Francia, por su parte, se estaba chocando por dentro en los pocos ataques posicionales que gozó (otra vez muy sólida Marruecos cerrando espacios interiores en 4-1-4-1) y ante esto no encontraba respuesta. Ahora bien, con el cambio de estructura de Marruecos, volvió a sentir que podía plantarse delante de Bono en cualquier pérdida marroquí. En una de estas, Mbappé y Giroud dispusieron de una doble ocasión clarísima tras un gran acción defensiva de Tchouaméni. Antes del descanso, Marruecos también tuvo la suya: El Yamiq remató de chilena en un córner, pero entre Lloris y el poste evitaron un gol que hubiese sido histórico.
Marruecos se encontró con un protagonista inesperado. Si los marroquíes no llegaron a marcar pese a ser superiores fue, en una parte importante, por la actuación defensiva de Ibrahima Konaté (tanto fuera del área, defendiendo la profundidad, como dentro de ella, sumando acciones de mucho mértio en zonas de riesgo). Konaté fue el cinturón de seguirdad de Francia en el sector por donde más sufrió (izquierda). Y eso que Marruecos no bajó el ritmo tras el descanso: todo lo contrario. Sin Mazroui, lesionado nuevamente (entró Attiyat Allah), y con Ounahi en su perfil natural, cerca de Ziyech y Hakimi, Marruecos dispuso de su momento en el partido para igualar la contienda. Sacó mucha ventaja girando el juego hacia el sector derecho para buscar el 2v2 de Ziyech y Hakimi. Por un lado, aprovechando la gran relación sofio-afectiva que hay entre los dos (con Ounahi como elemento más bajo del triángulo); por otro, sacando ventaja de que Francia defendía sin Mbappé en ese costado (4-4-2 con Griezmann como un mediocampista más). A fin de cuentas, un arma de doble filo. Tan bien Hakimi y Ziyech lograban meter a Francia en su área, como al mismo tiempo una pérdida dejaba una autopista vacía para Mbappé.
No obstante, fue tan grande la estampida marroquí que obligó a Deschamps a modificar el plan. Primero, hundiendo mucho más a Mbappé para cerrar la sangría que estaban generando Ziyech, Hakimi y Ounahi; después, quitando a Olivier Giroud por Marcus Thuram y poniendo al mismo Kyilian de delantero centro. De esta manera, el ‘momentum’ de Marruecos fue pasando y Francia pudo defender mucho más entera (ahora sí en 4-5-1), manteniendo además amenaza a la contra por los tres carriles, con Dembélé y Thuram en las bandas y Mbappé en punta. A todo esto, Antoine Griezmann iba firmando un segundo tiempo de enorme valor competitivo para su selección: sumando despejes como un defensa más dentro del área, quitando ritmo a los marroquíes con cambios de orientación, forzando mil y una faltas que hacían respirar a sus compañeros… Lo suyo, como lo lleva siendo durante absolutamente todos los partidos del Mundial, volvió a ser de un valor incalculable.
Walid Regragui no se quedó sin intentarlo: pasó al 4-4-2, introdujo a dos delanteros (Hamdallah y Aboubakhal), volvió a quitar a Amallah para dar entrada a Abde en los últimos minutos… Pero nada. Tras una gran jugada individual de Mbappé, Randal Kolo Muani anotó la sentencia en el primer balón que tocó. No dejaría de atacar Marruecos hasta que el árbitro pitara el final, dignificando su semifinal y teniendo opciones de recortar distancias, pero Francia iba a ser la finalista. Por delante, los ‘bleus’ tienen el reto de ganar dos Copas del Mundo consecutivas, algo que solo han logrado Italia (1934 y 1938) y Brasil (1958 y 1962). El domingo, la Argentina de Lionel Messi les espera.