Ante un FC Barcelona que extraviaba su destino alejándose convincentemente de aquello que le convirtió en eterno, el aficionado blaugrana veía transcurrir el tiempo y prefería anclarse en un gris presente con tal de no descubrir un lóbrego futuro. Bajo la borrasca, Frenkie y lo que podía llegar a ser. O lo que había sido y necesitaba volver a manifestar. La inmediatez sin comprensión. El potencial sin atender a necesidades, si no con base a lo que debería representar y poder ser dentro de un ecosistema predeterminado. La reducción del todo a una burda simpleza incapaz de abarcar la complejidad del asunto.
El fútbol pertenece a los futbolistas, por muy lógico que parezca y aunque ejecuten, con mayor o menor libertad, unas órdenes bajo un modelo de juego ajustado a unas determinadas necesidades o intenciones. La rigidez del propio modelo varía, en diversidad de ocasiones, por la antigüedad de su aplicación a un colectivo y la evolución que sufre el mismo y, como no, sus piezas. El FC Barcelona de Xavi Hernández es reconocible en tanto en cuanto existen unas ideas y acciones marcadas sobre el verde. Desde mediados de noviembre de 2021 (llegada de Xavi), el técnico catalán ha fijado unas señas de identidad claras e inflexibles, la rigidez de las mismas ha seguido una línea continua hasta día de hoy.
A excepción de los jugadores pertenecientes a la élite más absoluta (el caso de Pedri en el Barça, sin ir más lejos), la mayoría de ellos requieren de un contexto bajo el cual potenciar y relucir sus cualidades tejiendo sociedades, sinergias y siendo parte de la aportación directa o indirecta en el juego de posición. Frenkie no es excepción y, para bien o para mal, requiere de un rol (específico) sobre el que desplegarse y un contexto bajo el que encontrarse. Jugador de base de la jugada, creciente desde la conducción mediante zancada (su mayor fuerte) o giro para eliminar a su par y progresar/hacer progresar. Su curso 2020/2021 junto a Koeman a un nivel muy alto así lo corrobora.
Pero se nos plantea una cuestión trascendental; ¿Xavi le necesita ejecutando su mejor rol? ¿Le quiere para ello? Y la respuesta, al menos hasta ahora, parecer ser un no bastante rotundo. De hecho, este último curso ha habitado en zonas adelantadas (cuadrados) y demarcaciones, lejos de su ecosistema de influencia diferencial. De Jong no se concibe a sí mismo como el receptor final (3r receptor) cuando existe progreso interior, donde debe sujetar y ser mecanismo generador de espacios, compensador de los mismos, así como entenderse en pasos intermedios o directamente beneficiario de estos. Su naturaleza no es esa, por mucho que se quiera ‘aclimatar’ a ello.
Inevitablemente, es víctima de la ‘radicalización’ estructural de Xavi, concluyendo que este debe casar con unas funciones para las que no está naturalmente concebido. Y me pregunto, ¿en un caso donde el talento es diferencial y te puede ofrecer variabilidad y alternativa en una zona que, precisamente, el equipo requiere de opciones y vías de progreso, esa ‘radicalización’ compensa? ¿Es realmente beneficiosa en el corto/medio plazo? Pues yo, a mi juicio, creo que no. Si bien las pautas, bases y directrices pueden ser inamovibles, la negativa a la flexibilidad en etapas precoces de proyecto e implantación de modelo no creo que conduzcan a buen puerto.
El actual FC Barcelona descansa bajo la premisa de dañar a sus rivales y rajar sus respectivos bloques defensivos mediante la ejecución del 3r hombre (incluso 4to), entendiendo Xavi esta vía de progresión donde los extremos son quienes dañan en amplitud y reciben habiéndose propiciado con anterioridad 1v1 (circulación lo suficientemente veloz para no dar tiempo a ayudas defensivas ni basculación a lado fuerte) para encarar o volver hacia dentro y girar bloque. El problema aparece en la excesiva ‘verticalización’ y, por ende, ausencia o insuficiencia de juego interior, sin ser capaz de encontrar la pausa con la que, posteriormente, acelerar de forma progresiva, la cual te permite encontrar el verdadero desequilibrio en últimos metros.
El Barça de Xavi ha virado, inexorablemente, hacia ‘ser el equipo de los extremos, cuando debe volver a ser el de los interiores’ y hacer uso de sus conceptos clave (superioridad, hombre libre o 3r hombre), no como fin a sus objetivos sino como medios para lograrlos. Parte del proceso, no objeto final. Pese a ello, ni Frenkie se ha ‘rebelado’ exigiendo o demandando aquello que ‘le pertenece’ o busca hacer suyo, ni Xavi ha hecho lo suficiente para entenderlo y brindarle un contexto favorable (cosa lógica, aunque sea como una demanda extraordinaria). Quizás ha sido su gran ‘debe’, diría yo. La realidad nos sitúa en una responsabilidad compartida en la que no ha habido excesivo interés en encontrar puntos en común y necesidades, sino ser conocedores de la situación y vivir resignados con ello. Aceptarlo como una monótona normalidad ha sido parte de una decadencia que, a expensas de saber cómo concluye, nos queda lo que recordamos de él y ahora debemos imaginar.