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Míchel miró hacia arriba y no vislumbró horizonte. En las alturas, aparentemente inalcanzable, se distinguía una tiranía, símbolos de la victoria, rastro de la historia. Criado en la humilde Vallecas, Míchel siempre vio el dominio de los grandes clubes españoles como una pared vertical, inaccesible para los que no pertenecieran a esa estirpe, imposible de conquistar para los clubes del extrarradio. Y, sin embargo, con un tercio de temporada ya realizado, el Girona es líder en solitario de la liga española, con registros de equipo campeón. La pared se volvió horizontal.

El Girona lleva 34/39 puntos en este primer tercio de campaña, registros históricos, números tan solo alcanzables por pocos equipos a lo largo de la historia y que siempre garantizaron, mínimo, una plaza Champions. La mayoría de las veces que un equipo empezó la temporada así, la coronó siendo campeón. Por si fuera poco, los 31 goles en 13 partidos les convierten en el equipo más goleador de la liga. Míchel primero construyó un equipo donde sus jugadores se divertían, como método de crecimiento. Ahora juegan para ganar, como método de victoria.

XI habitual del Girona en los últimos partidos

Para intentar explicar al Girona, así como en su totalidad, o en su misma raíz, explicarlo y hacerlo entender, cabe procurar desarrollar su sistema ofensivo, uno que se le está escapando al resto de la liga, incapaz de entenderlo y de minimizarlo. La ubicuidad es la capacidad de estar presente en todas partes al mismo tiempo, como una omnipresencia. Un adjetivo que le va como anillo al dedo a un Girona que ocupa todas las alturas y zonas del campo, haciéndolo ancho o estrecho a conveniencia, corto o largo a gusto. Un equipo que, cuando crees que les has parado por una zona, te están destrozando por otra.

Aunque la característica predominante de los jugadores del Girona es su adaptabilidad para ocupar diferentes roles, atacar desde diferentes zonas, sí se pueden establecer algunos principios claros sobre la identidad de juego que está implementando el entrenador madrileño en el club catalán.

La primera de ellas es la búsqueda por construir con una línea de tres. Ya sea con el mediocentro (David López) descendiendo entre ellos, o con el lateral derecho (Arnau Martínez) quedándose bajo a la altura de centrales. Una pareja de centrales, traída este verano desde Barcelona y Múnich, que otorga multitud de recursos y opciones para lo que quiere construir Míchel. No son centrales perfectos, y sus defectos defensivos, que se desarrollarán más adelante, seguramente sean la causa de que no se quedaran en los clubes de donde procedían, pero construyendo juego son auténticos privilegiados. Se trata de Eric García y Daley Blind, que filtran donde no hay espacio y generan cuando no hay tiempo.

Un gran equipo se ve, principalmente, en cómo repone las bajas. Cómo reacciona el colectivo cuando una individualidad deja de estar presente, si hay una idea matriz detrás que sostenga todo. Y el Girona perdió este verano a dos titularísimos, rumbo, nada más ni nada menos, que a Barcelona y Atlético Madrid: Oriol Romeu y Rodrigo Riquelme. En lugar de usar la excusa de las bajas como motivo para caer, Míchel las ha usado para potenciar aún más a sus jugadores. Sin Romeu, el mediocentro y la mente pensante del equipo, se necesitaba a un nuevo jugador que ordenara desde el pase y el ritmo. En lugar de contentarse con un simple cambio de cromos, un habitual trueque de funciones, Míchel ha repartido responsabilidades y labores de gestión y creación en dos jugadores: Aleix García y Miguel Gutiérrez.

La nueva tipología de laterales está creando preguntas para las que el fútbol no tiene respuesta

Si Aleix es la brújula, Miguel es el arco. A sus 26 años, tras una carrera dando tumbos por las categorías inferiores del Manchester City, Bélgica y Rumanía, Aleix García está jugando el mejor fútbol de su carrera, uno que le ha llevado hasta la selección española. Ocupando la base de la jugada, Aleix lo conecta todo. Lejanos, gracias a su desplazamiento largo, buscando a Dovbyk para la descarga o a los extremos para el 1vs1; cercanos, gracias a su capacidad de retención, juntando al equipo alrededor suyo, jugando siempre a la cadencia que el equipo requiere, sin precipitarse, sin verticalizar antes de tiempo.

Miguel Gutiérrez es un mediocentro en la mente de un lateral. Un Trent Alexander-Arnold, salvando las distancias. La temporada pasada, compartiendo banda con Rodrigo Riquelme, las funciones de Gutiérrez estaban más enfocadas a estirar por fuera, llegar en profundidad y servirse de su maravillosa pierna izquierda para poner centros en el área. Ahora no está Riquelme, sino Sávio, un extremo brasileño al que le gusta fijar abierto, recibir y encarar. Así que Miguel ha variado hoja de ruta, pisando muchas más zonas interiores que antes. Empieza en la base, como un acompañante de Aleix, pero, conforme madura la jugada, se va incorporando por zonas intermedias. Da igual la zona desde donde esté, no necesita tiempo ni espacio para armar la pierna y poner un balón envenenado al área. Si en el baloncesto Stephen Curry fue la vanguardia que obligó a la defensa a salir de la zona para defender su amenaza al triple lejano, esta nueva tipología de laterales obliga a todo sistema a hacerse nuevas preguntas para las que no hay respuesta. ¿Adelanto la defensa, dejando espacio a la espalda? Entonces te filtra a espaldas de última línea: ¿atraso la defensa, dejando tiempo y espacio a poseedor? Entonces estás dándole capacidad para pensar a quien es capaz de matarte. Es como la escena de un patio escolar en la que unos niños le han quitado la mochila a un compañero y hacen un círculo pasándosela, con el dueño del objeto llegando siempre tarde a sus intentos de interceptar.

Los interiores del equipo son Yangel Herrera e Iván Martín. Dos comodines, los jokers de la baraja. El primero es fundamental por su recorrido y trabajo defensivo, recogiendo caídas para instalar al equipo arriba, pero también mejorando mucho su interpretación y ejecución en cadenas de pase entre cercanos, no desentonando para nada cuando se junta con los jugones. Iván Martín es el que compensa y completa a todos gracias a su movimiento y sacrificio. Estira última línea compensando descensos, llega hasta línea de fondo, carga el área, suma amenaza llegando de segunda línea y se desmarca haciendo grande el campo.

En los extremos está la magia. Solo hay que ver su país de origen: Brasil. Yan Couto y Savinho, haciendo grande el campo por fuera, sumando recibiendo en parado gracias a su capacidad de regate, generando cuando el equipo tiene menos ideas o se enfrenta a bloques más bajos, con muchos efectivos atrás. Couto a veces es lateral, especialmente cuando el mediocentro es David López y baja entre centrales: esto provoca un efecto dominó que manda al lateral derecho alto y por fuera, en lugar de bajo y por dentro. También está la carta del ucraniano Viktor Tsygankov, que hace muchísimo daño entrando desde el banquillo ante piernas cansadas, pero también suma desde el inicio gracias a su potente disparo y capacidad para sumarse por dentro al circuito de pases, arrancando en conducción con un cambio de ritmo poderoso.

El delantero centro es uno de los casos más curiosos: Artem Dovbyk. A sus 26 años, su carrera no parecía destinada a estos retos: no le fue bien en Dinamarca y en su país marcó goles, pero siempre en equipos del extrarradio, ni siquiera en los gigantes del país. Llegó este verano al Girona y está promediando 0,5 goles por partido en 2,7 disparos, además de cuatro asistencias y un promedio de 15,8 intervenciones por encuentro. Es fundamental descargando balones largos, dejando a un tercer hombre de cara y acompañando esa descarga con una ruptura al espacio, donde pese a su gran estatura no muestra debilidades en la carrera sostenida, siendo rápido al espacio y fuerte para aguantar el choque. Da muchísima amenaza en centros laterales y está siendo el delantero que necesita un equipo así.

Colocación del Girona en su fase ofensiva

«Nos tiene que durar el balón en el pie más tiempo, individualmente nos tiene que durar más tiempo. Tocar de primeras es muy difícil ante una presión alta, hay que quedársela y tener personalidad, orientar el cuerpo y hacia delante. Verticales, pero dos toques mínimos por jugador: amagar, amagar, esconder, jugar como en la calle». Estas declaraciones, que casi parecen de un fútbol hipotético, solo imaginado, son del propio Míchel en una charla a mitad del partido, en el encuentro que les midió en el Ramón Sánchez-Pizjuán ante el Sevilla y que finalizó con victoria del Girona (1-2). Si parece que, ahora, el método predominante para enfrentar una presión alta es jugar rápido, a un toque, Míchel hacía énfasis en la retención, la capacidad de aguantar, no precipitarse. Al fin y al cabo no dejaba de potenciar la forma de jugar de su equipo y, principalmente, su mecanismo predilecto para avanzar: el tercer hombre vertical.

El Girona se sirve de lo bien que filtra su primera línea, la capacidad de descargar que hay por delante y la multitud de movimientos para arrastrar marcas y mover al rival de cara a generar recepciones de cara y sin marca encima en carril central. Centrales que miran lejos y búsqueda por fijar última línea rival. Conforme la jugada avanza, más y más jugadores van ganando altura, llegando hasta el área rival. Si hay una característica que llama la atención de este equipo es la cantidad de gente con la que carga el área, incluso con laterales llegando a punto de penalti. Amenaza a la enésima potencia.

En la era de la tiranía del palmarés se olvida el reconocimiento mayor: las ideas y el legado

No son un equipo perfecto, desde luego. De hecho, sin balón tienen bastantes defectos y problemas estructurales, pero solventados por lo brillantísima que es su fase con balón. Se protegen bien tras pérdida, reestructurándose rápidamente y tapando opciones a poseedor, no sufren tanto en esas situaciones como en defensa posicional. Míchel ha querido bajar la altura del bloque respecto a la temporada pasada, donde presionaban más alto. Esta temporada, haciendo uso de un 4-4-2 (Iván Martín sube a primera línea de presión junto al delantero), buscan resguardarse más y tapar dentro, pero tienen algunos problemas concediendo recepciones a espaldas del mediocentro, teniendo que mejorar orientación del bloque y distancias interlineares. Además, sin David López, sufren en situaciones de defensa de área, donde se ven las carencias de sus centrales y necesitan un mediocentro que corrija cuando última línea se hunde, tapando la frontal: situación desde la que han recibido más de un gol esta temporada.

Se le pueden encontrar defectos al equipo, pero sería como fijarte en el dedo que señala a la luna en vez de en la luna. Pase lo que pase, y prosiga como prosiga la temporada, este primer tercio sirve para demostrar un imposible que ya es empírico. La historia de este Girona es la historia de una idea actualizada y atemporal que nadie está entendiendo, o que entienden, pero no saben detener. Una idea que ya se puede proclamar como campeona, aunque no haya título final. En la era de la tiranía del palmarés, que sacraliza únicamente la victoria final y excluye todo lo demás, se olvida el palmarés mayor: las ideas y el legado.

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Hugo Marugan
Fútbol. Para disfrutarlo, para aprender y para contarlo.

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