Hamburgo: St. Pauli, Contracultura en el futbol

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Hallo, mein Freund! Alles gut? Espero que estés muy bien hoy. Ahora viajaremos a Hamburgo para hablar sobre este equipo con un tremendo carisma, sobre este equipo con una fortísima cultura (o mejor dicho contracultura), sobre este equipo que ha sabido transformar la bandera asociada a los piratas en un símbolo de lucha social, sobre este equipo que se asume punk, sobre este equipo orgullosamente antihéroe. Hoy nos adentraremos en el club St. Pauli.

Recomendación musical 1

El carácter del St. Pauli ha encantado a grupos alrededor del mundo. Uno de ellos es la banda mexicana de ska, Panteón Rococó. Con casi 30 años de carrera y canciones dedicadas a la lucha contra el sistema, no fue difícil que hicieran una conexión con el club St. Pauli y para el 109° aniversario compusieron una canción bilingüe en alemán y español. Se llama Das Herz von St. Pauli (El corazón de St. Pauli).

Enésima vuelta del club contracultural

Seis veces. Es la cantidad que el St. Pauli ha logrado el ascenso a la Bundesliga. Para asegurar su sexto regreso, el domingo 12 de mayo de este año necesitaba al menos un empate con el Osnabrück, equipo ya descendido a la 3. Bundesliga. Es verdad que no habían logrado certificar la suba en el mismo Volksparkstadion del rival de la ciudad la semana anterior, ¡pero eso era simple vanidad! Además, el Hamburgo perdió con el Paderborn y así se vio condenado a su séptimo año en fila en el purgatorio de la segunda categoría… ¡Al diablo con ellos! Ahora se abría el Mar del Norte para regresar a la Bundesliga por primera vez desde 2011.

El partido fue sencillo, como era esperado. De hecho ya al minuto 7’ St. Pauli se había puesto a la cabeza. Esto era un preludio de una larga celebración. Ya al minuto 92’, toda la afición que asistió al Millerntor-Stadion empezó a invadir la cancha. El St. Pauli era equipo de Bundesliga. Justo premio a un temporadón de Marcel Hartel, con casi la mitad de los goles de su equipo producidos. Y atrás tenía aportes como el inglés Oladapo Afolayan y el mismo capitán australiano Jackson Irvine.

Y para añadir más sal a la herida del Hamburgo, será la primera vez que el St. Pauli esté una categoría por encima de ellos. El equipo contracultural por antonomasia se vuelve a codear con la crema y nata del futbol alemán… ¿pero qué es lo que representa? ¿Cuáles son sus causas sociales? ¿Por qué no deja indiferente a nadie?

Historia de St. Pauli

Primero partamos con que St. Pauli es originalmente un suburbio; estaba antes excluido de la ciudad de Hamburgo. Con los cambios, la urbanización y el milagro económico alemán terminó en esta ciudad. Ahora St. Pauli está en Hamburg-Mitte, uno de los siete distritos de Hamburgo.

La historia nos lleva hasta 1247. El área de la actual St. Pauli era la parte más elevada de la zona (Hamburger Berg), al norte del río Elba, y fue anexada por Hamburgo. Había tres puertas para acceder a este barrio; una de ellas es Middel-Thor, donde se cobraba un peaje a todo aquel que cruzara por ahí.

No pasó gran cosa sino hasta la Guerra de los Treinta Años; la masiva extracción de arcilla y nivelación de los muros le quitó la altura. Estaba entre el puerto del río Elba y Altona, que le pertenecía a Dinamarca. Era una zona de nadie, y los que pasaban por aquí podían divertirse en los teatros o también en el barrio rojo se quitaban el estrés los marineros que desembarcaban. Hablando de los marineros, los cordeleros proliferaban por la alta demanda de barcos; la avenida Reeperbahn es el indicio que nos ilustra esto.

A finales del siglo XVII, el Senado de Hamburgo ordena el traslado de hospicios y hospitales hacia este nuevo barrio, que tenía una iglesia dedicada a San Pauli. Levantada en 1682, fue destruida dos veces: por los daneses en 1762 y durante la invasión napoleónica. En 1833 la iglesia fue reconstruida en su sitio inicial y el barrio adoptó el nombre.

A partir de ese entonces, St. Pauli empieza a crecer en todos sentidos, debido a una serie de factores: el gran incendio y la industrialización de Hamburgo, luego el paso de Altona de dominio danés a Prusia, y finalmente la revolución industrial. La población de St. Pauli ascendió hasta 72 mil habitantes. En 1861 finalmente se accedió al paso nocturno de la Middel-Thor para ayudar a la economía de St. Pauli.

Ese crecimiento no fue del todo ordenado. Hubo carencias en salubridad e higiene, produciendo una epidemia de cólera en 1892. Paralelamente empezaron a surgir teatros, prostíbulos, salones de música y salas de baile. Además de barrio destinado al ocio, estaba plagado de personas que buscaban obtener un empleo relacionado con lo portuario, así que St. Pauli tomó un cariz proletario.

En los años 20 y 30, St. Pauli comenzó a dar dolores de cabeza a las autoridades. Primero, las protestas laborales que degeneraron en revueltas violentas, saqueos. Así, tras represiones, las organizaciones comunistas de Hamburgo fueron suspendidas. También se ofreció el primer estriptis, y al mismo tiempo se descubrió que se traficaba droga en el barrio. Esa miseria con la que vivía el barrio tampoco ayudó para que el barrio fuera considerado de los más peligrosos de Europa

Toda esa vida sin desenfreno no gustaba a las autoridades nazi, y como ejemplo te menciono el desprecio a la música swing. Según estos estándares, el 40% de esta población era “asocial” y merecía ser enviada a los campos de concentración para purificar la raza aria: desempleados, prostitutas, enfermos, inválidos o personas con comportamientos sexuales irregulares. No se salvó ni la comunidad china que aquí vivía desde el siglo XVIII. No creas que en el barrio se quedaron con los brazos cruzados. Fueron formados grupos de resistencia antinazi, como extranjeros, independientes, políticos comunistas y más, que se dedicaban a ayudar a prisioneros soviéticos, sabotaje y distribución de propaganda.

La II Guerra Mundial dio paso al milagro económico alemán, y St. Pauli recibió una época dorada en los años 50. Resulta que este barrio solamente quedó destruido en una tercera parte, por lo que se pudo recuperar rápidamente. En la Reeperbahn no había reglas y se permitía lo que estaba prohibido. Por eso burdeles, clubes de estriptis y pubs prosperaron. También aquí llegaron bandas de rock ‘n roll británicas, volviéndose un polo en la escena musical, centro de ocio para la gente de Hamburgo y lugar turístico para escandinavos. 

Esta época dorada acabó en los 60s por el surgimiento inevitable de mafias, con ayuda invisible desde Estados Unidos. Por ejemplo, en este tiempo tuvo todo el poder Wilfried “Frieda” Schulz, una especie de El Padrino a la alemana, prácticamente un alcalde del barrio. El crimen organizado surgió: el cartel GMBH, la Nutella Bande, Das Chicago, entre otras. En 1980, la reconversión de la industria naviera y el surgimiento del SIDA terminaron por bajar la calidad de vida del lugar considerado con peor reputación de Alemania Occidental.

Paralelamente, entre gentrificación, movimientos okupa, nueva población de estudiantes, St. Pauli comenzaba a cambiar su reputación a la de “lugar alternativo”, pero todavía siguió en la mira de las autoridades. Entre toques de queda, manifestaciones, batallas campales, el barrio mantuvo cierta independencia del orden tradicional y luce con orgullo la victoria que tuvieron sobre el capitalismo. St. Pauli mantiene a salvo a todo aquel que lo necesitara: estudiante de bajos recursos, paria, migrante, antisocial, persona de dudosa moral… Y la gente mantiene a salvo a St. Pauli.

¿Qué visitar en St. Pauli?

Reeperbahn: ya contamos un poco su historia. Esta es la columna vertebral de St. Pauli y es la “milla del pecado” (die sündige Meile). Aquí conviven óperas y teatros, con sex shops, bares, discotecas, clubes de estriptis y el Erotic Art Museum, el museo del sexo.

Herbertstraße: la calle de la prostitución. 60 metros de obscenidades. Por obvias razones no puedes tomar fotos ahí, y si eres mujer, tienes prohibida la entrada, a menos de que vayas a trabajar ahí.

Große Freiheit: antes aquí se permitía de todo (en alemán, el nombre quiere decir “Gran Libertad”). Antes estaba lleno de clubes, y en algunos de ellos hasta había sexo en vivo en el escenario. Ahora los humos se bajaron y está lleno solamente de bares y discotecas.

Davidwache: la comisaría más pequeña y famosa de Alemania, ha sido locación para series y películas. Paul McCartney pasó una noche en ella.

El paso de los Beatles: Este fue el rito de iniciación de la banda de Liverpool. Puedes recorrer la ruta de los bares donde se presentó: Indra, Kaiserkeller, Top Ten y Star Club, entre otros. En 2008 se inauguró una plaza que parece un gran disco de vinilo con las estatuas de los miembros de la banda, con Stuart Sutcliffe.

Si quieres reventar esa noche, haz el pub crawl, donde te zambutes alcohol a través de los diferentes locales de St. Pauli hasta acabar en una discoteca. 

FC St. Pauli: el café como color en futbol

El FC St. Pauli vio la luz oficialmente el 15 de mayo de 1910, aunque el equipo como tal puede tener su origen en 1899, cuando unos entusiastas del futbol formaron el Hamburg-St.Pauli Turn-Verein. Cuando ingresaron a la Kreisliga Groß-Hamburg, compitieron como St. Pauli TV. En el barrio de St. Pauli, los trabajadores usaban el color café en sus uniformes, así que decidieron extrapolarlo a su identidad de equipo. Luego le fueron incorporando vivos en rojo y blanco. Y luego el mote: el Mar del Norte se presta para el contrabando y la piratería, y como en St. Pauli se valía todo, no tuvieron empacho en adoptar la identidad “pirata”.

En 1924 ya jugaban como St. Pauli. Eran un equipo que se contentaban con su rol de mera comparsa en Hamburgo, lo suficiente para mantenerse para competir, pero no tanto como para causar daño a nivel nacional. La temporada de 1947-48 fue una luz en el faro, cuando pudieron clasificar a la fase nacional y llegar a la semifinal, pero perdieron con el eventual campeón, Nürnberg. En los años 50 eran un equipo respetado del norte de Alemania, pero no bastaba para hacerle sombra al chico grande de la ciudad, el Hamburger SV, y luego salieron otros rivales, como Werder Bremen y VfL Osnabrück.

En los primeros años de la Bundesliga, St. Pauli tuvo el estigma de ser un club con muy buenas temporadas, pero que de una u otra manera fallaba a la hora buena y se quedaba a las puertas de un ascenso al máximo circuito nacional. 

En 1977 lograron por fin ascender a la Bundesliga, pero fue tan vertiginosa esta subida, que la caída fue igual de pronunciada. Solamente duraron un año en primera, y cuando rebotaron, estaban en problemas económicos y tuvieron que bajar a la Regionalliga, la tercera categoría del futbol alemán. Deportivamente, les quedaba chica esta división, pero la situación económica era el grillete que no los dejaba subir, sino hasta 1984.

En total, St. Pauli ha estado cinco veces en Bundesliga, pero no suelen durar mucho. Por ejemplo, la estadía a finales de los años 80 fue la más duradera, con tres temporadas en fila. En 2001 ganaron de manera sorpresiva el cuarto ascenso, y se dieron el lujo de vencer al Bayern cuando venía de ganar la Copa Intercontinental; pero la directiva no confiaba en el equipo, así que el dinero que recibieron por derechos televisivos de la Bundesliga fue dilapidado en fichar jugadores de renombre que últimamente no funcionaron. Esa pésima decisión les valió irse la siguiente temporada, hundirse en tercera y casi caer en la quiebra financiera que les habría valido la desaparición.

En 2006 cobraron notoriedad de nuevo cuando llegaron a semifinales de la DFB-Pokal como club de tercera. Ese partido contra el Bayern Múnich y todo el morbo que conllevaba les valió ganar el dinero suficiente para olvidarse de la bancarrota, al menos a corto plazo. En 2010 lograron ascender a la Bundesliga. Para variar, apenas duraron una temporada, pero tienen la satisfacción de haber ganado el derbi de Hamburgo de visita.

St. Pauli como equipo carismático

El St. Pauli ya mostraba sus cartas en 1963, año de la fundación de la Bundesliga, cuando ficharon al togolés Guy Acolatse, el primer jugador negro en militar profesionalmente en Alemania.

Mientras el barrio de St. Pauli era un hervidero con las luchas con el movimiento okupa y el deseo de quitarse el estigma de lugar de peor reputación de Alemania, el FC St. Pauli comenzó a ver que la nueva ubicación de su Millerntor-Stadion podía ser toda una ventaja. Está cerca de la Reeperbahn y todo lo que representa. La vida del barrio poco a poco permeaba en la afición: abrazaban el activismo social. La vida en los partidos era toda una experiencia con fiesta dentro y fuera del estadio. En una época donde el hooliganismo europeo coqueteaba con el fascismo, el St. Pauli prohibió manifestaciones políticas de derecha.

También en los 80s llegó la bandera pirata negra con el cráneo y dos huesos. Se dice que Doc Mabuse, un cantante en una banda punk, se la regaló al club cuando la clavó con un palo de escoba en el Millerntor-Stadion. Hay que decir que la original tenía un parche de pirata. Eso probó ser una excelente idea y de pronto toda la afición llevó banderas pirata. En 1989 el diseñador Steph Braun le añadió abajo las palabras ST. PAULI. Fue la imagen que se adoptó para el área en sí, y tuvo tanto éxito que en 1999 el club le compró los derechos de la imagen a Braun.

A mediados de los años 90, el club ya tenía un carisma punk y los medios en Alemania empezaron a hacer eco de esto. El color que les daba esta contracultura era oro molido para aderezar los programas deportivos… y a veces de otros temas. Les empezaron a decir “das Freudenhaus der Liga”, literalmente “el burdel de la liga” (en alemán, la traducción literal de burdel es “casa de alegría”). Todo esto causó que la asistencia a los estadios se multiplicara, pasando de 1.600 a principios de los 80 a 20.000 a finales de los 90.

La década de 2000 obligó a confiar en el activismo social y la recaudación de fondos ante la amenaza de una inminente quiebra. Mandaron hacer camisetas con el escudo del club y la palabra “Retter” (salvador), y vendieron 140.000 en apenas seis semanas, organizaron un amistoso contra el Bayern Múnich. Y todavía les quedaban energías para la caridad. En 2005 iniciaron la campaña Viva con Agua, para comprar dispensadores de agua para escuelas en Cuba y limpiar el agua en Rwanda. Cooperan con la ONG Welthungerhilfe, que busca recaudar alimentos para los ciudadanos de bajos recursos.

En pleno apogeo de la fiebre del mundial en 2006, el St. Pauli organizó una versión alternativa, la FIFI World Cup, con selecciones no reconocidas por la FIFA. Este fue el antecesor de la ConIFA. Aquí jugaron Tíbet, Groenlandia, Zanzíbar, Chipre del Norte (la parte turca de Chipre), Gibraltar (10 años antes de ingresar a la FIFA) y el propio St. Pauli, un país de facto. El campeón fue Chipre del Norte, quien ya avisaba su papel como potencia de la ConIFA. Alguna vez el St. Pauli jugó un amistoso contra la selección de Nicaragua, pero no hay info al respecto.

Cuando dejaron atrás las tribulaciones económicas, no se olvidaron de las causas sociales y apadrinaron al FC Lampedusa, un equipo formado por africanos que buscaban una mejor vida en Europa y terminaban arrumbados en Lampedusa, la isla italiana más cercana a la costa de África. Los que llegan aquí juegan en este equipo, entrenado por mujeres de la sección femenil del club.

La identidad del St. Pauli 

¿De dónde sale ese culto? Es que este club es seguido dentro y fuera de Alemania y todo es gracias a sus fuertes convicciones, a seguir a rajatabla el progresismo, aun cuando el mundo tira hacia otro lado. En un mundo donde, citando a Groucho Marx, tienen principios aplicados a conveniencia, el St. Pauli es un bálsamo y atrae aficionados de parajes lejanos. Es verdad que la FIFA y la UEFA hacen campañas en contra del racismo, pero hay un dejo de insinceridad y artificialidad porque se sabe que esto es por agenda; para el St. Pauli, en cambio, es parte de su personalidad y no es una iniciativa impostada.

El St. Pauli da la bienvenida a la comunidad LGBT; en 2002 fue el primer club de Alemania en tener un presidente abiertamente gay, el empresario teatral Corny Littmann, y para mostrar ese camino, mandó poner un mural de dos hombres besándose con el lema “Solamente importa el amor”. Además, él saneó las finanzas del club, y como el que paga manda, la ideología LGBT es ahora bandera del St. Pauli. Y la afición cuida hasta de la imagen del club, no permitiendo ni siqueira la publicidad que atente en contra de sus principios. Su mercancía dice “Love St. Pauli, hate racism”, pero increíblemente se rehúsan a vender camisetas con nombres de jugadores para no caer en capitalismo rapaz.

Hablar del antirracismo del St. Pauli da para otro tema, pero trataré de abordarlo de manera rápida. “No football for fascists” se ve en una manta del Millerntor-Stadion. El 27 de enero se conmemora la liberación del campo de concentración Auschwitz y ese día los ultras del St. Pauli salen con camisetas con la esvástica tachada. Han hecho pretemporada en Cuba, y desde entonces el rostro del Che Guevara aparece frecuentemente en el estadio. Hay jugadores que incluso se han ido a trabajar a Nicaragua con la victoria de la revolución sandinista, como el portero Volker Ippig.

La música es un elemento presente en el Millerntor-Stadion. Cada que hay partido, retumba el Hell Bells de AC/DC, cada que hay gol suena Song 2 de Blur. Las bandas de punk han quedado rendidas al encanto del St. Pauli: desde Ska-P hasta Bad Religion, pasando por Panteón Rococó y Asian Dub Foundation. El himno del club es We Love St. Pauli de la banda alemana Le Fly.

Esta postura política ha permeado hasta en el nombre del estadio. Construido entre 1961 y 1970, ahora tiene capacidad para 32.000 espectadores, y las nuevas tribunas son financiadas por socios del club a una tasa anual de 6% de interés, una estrategia comercial que ni el aficionado más optimista pudo haber vaticinado. En 1970 había sido nombrado Wilhelm Koch, un ex presidente del club, pero tan pronto se supo que había sido miembro del Partido Nazi, se revirtió rápidamente la decisión. 

La ida al Millerntor-Stadion no es completa sin antes pasar por el Jolly Roger, un bar punk ubicado en la Reeperbahn. Cuando antes no se atrevían a salir a la luz sino hasta metros antes del estadio, ahora los aficionados ataviados con calaveras se emborrachan y llegan calientes al partido. Esta es una cultura importada de clubes hermanos, como el Celtic escocés y el Livorno italiano.

Los aficionados del St. Pauli son los primeros apuntados en cualquier causa social o lucha por alguna iniciativa. Que si se trata de defender derechos de minorías, que si faltan médicos, que si se necesita remodelar desde una escuela hasta un cabaret, que si hay que conseguir ropa abrigadora para el feroz invierno del Mar del Norte…ahí están los hinchas prestos para ayudar.

El derbi contra el Hansa Rostock, el duelo por la ideología

Todo mundo ubica el derbi de Hamburgo contra el hermano mayor Hamburger SV. Es el club más ganador, el que hasta 2018 jugaba en la Bundesliga, campeón de Champions y de Recopa… St. Pauli solamente tiene el poder de la ideología. Y eso lo saben bien los hinchas del Hamburgo: se burlan de ellos diciendo que son “un club de suburbios”, o que están “más interesados en gritar eslóganes políticos que en jugar futbol”.

Lo que pocos imaginan es que otro duelo saca aún más chispas, contra el Hansa Rostock. Este es el derbi del odio, entre dos aficiones que no se pueden ver ni en pintura, que necesita demasiada acción policial para un partido en las categorías bajas del futbol alemán. Imagina que en un partido de la temporada 2009-10 el jugador estrella del St. Pauli, Deniz Naki (de origen turco y kurdo, ¡cómo no podía ser de otra manera!) al celebrar el gol se dirigió con la afición rival y local y les hizo una señal de que los mataría, y al terminar este partido fue a la mitad del campo y lo profanó clavando la bandera de St. Pauli. Eso le valió pasar a la posteridad del club pirata como máxima leyenda.

¿Pero por qué sucede esto? Esta ciudad, perla en el comercio del Mar Báltico y la Liga Hanseática, tenía un lugar privilegiado en la Alemania Oriental. Al ser EL puerto por excelencia, todo el gobierno mandó los deseos de industrialización para dejar presentable su único contacto marítimo con el resto de Europa. Incluso el estado apuntaló al Hansa Rostock, club de la ciudad, a expensas del Empor Lauter. No sirvió de nada, porque durante mucho tiempo no pudo aguantar el paso de Berlín, Jena, Dresde y más. Hasta principios de los 90 por fin pudo ganar la liga de Alemania Oriental, ganándose el derecho a ser el representante de una nueva Bundesliga que recibía con los brazos abiertos a los clubes alguna vez alejados por la cortina de hierro. El problema es que Alemania se reunificó y de pronto Rostock se dio cuenta de que era un puerto más en el país, sin poder competir contra Hamburgo, Frankfurt, Duisburgo y Bremen. No duraron mucho en Bundesliga y quedaron condenados a languidecer en segunda.

Al mismo tiempo, en Rostock se estaba cocinando un movimiento de extrema derecha, como un desplazamiento del péndulo político. Los nuevos skinheads buscaban un chivo expiatorio ante la caída del Hansa Rostock y se la cobraron con los refugios migrantes de Vietnam y Rumania, por mencionar apenas unos países. En agosto de 1992 ocurrieron los tristemente célebres disturbios de Rostock-Lichtenhagen, tres días dignas de la película La Purga, donde la turba se ensañó con el refugio migrante. ¿La población? Los apoyaba, irritada en gran parte por los medios de comunicación. ¿La policía? Tuvo una labor insuficiente para contener de inmediato el daño. Fue un milagro que no hubiera víctimas que lamentar.

Dos años después ocurrió el primer partido entre el Hansa Rostock y el St. Pauli en segunda. Los aficionados del St. Pauli fueron escoltados por la policía, temiendo que ocurriera lo peor y en el estadio se acabó la animosidad. Una afición de extrema derecha de armas tomar, y una afición simpatizante con la izquierda de armas tomar. Esto podría acabar mal en un estadio lleno hasta las banderas. Le llovieron plátanos al arquero Philipp Tschauner, un hombre quemó una camiseta del St. Pauli, cuando cayó el gol del St. Pauli desde la grada del Hansa llovieron bengalas en dirección hacia los visitantes. Y de nuevo, no ocurrió ninguna víctima.

Pero el daño ya estaba hecho. El derbi del miedo ya estaba en marcha. De un lado una afición contracultural que surgió como respuesta a una cultura capitalista rapaz; del otro lado, una afición reaccionaria que surgió como respuesta a una cultura socialista que los dejó morir. Dos aficiones surgidas de la desgracia, pero que reaccionaron de manera diferente.

Esta temporada, el St. Pauli dominó en ambos partidos al Hansa y encima tuvo en sus manos el destino del Rostock: en la última semana visitaba al Wehen Wiesbaden, y si el cuadro de la capital del Bundesländ de Hesse ganaba, de nada serviría que el Hansa Rostock venciera al Paderborn. Al minuto 48’ en Wiesbaden el St. Pauli caía 1-0 y el Hansa vencía por el mismo marcador. Aún estaban en descenso, pero el St. Pauli remontó en el 82’. Por cinco minutos estaban salvándose por los pelos, viéndose obligados a disputar el play-off contra el Jahn Regensburg. Sin embargo, el Hansa Rostock terminó encajando gol al 87’, descendiendo sin remedio a la 3. Bundesliga. Es una especie de Schadenfreude: ascender a Bundesliga y ver a su rival ideológico caer a tercera… ¡premio doble!

Esto es el St. Pauli. Un club surgido de las barracas del gran puerto de Hamburgo, donde todo vale, donde conviven la lujuria, el crimen, la aceptación al que es diferente, las causas sociales, la izquierda recalcitrante, la comunidad LGBT, un equipo de futbol en color marrón, una bandera pirata y que es faro ideológico del mundo del futbol. La gente cuida del barrio St. Pauli, el barrio de St. Pauli cuida del FC St. Pauli, el FC St. Pauli cuida de la gente. Finalmente, el orden de los factores no altera el producto: una contracultura futbolística sin parangón.

Fuentes

Arnao, Pablo.El regreso a la Bundesliga del St Pauli, el club más progresista del mundo. Marca. 12 de mayo de 2024
Gagliardi, Juan Pablo. La historia del St. Pauli, el club más progresista del mundo. Infobae. 14 de enero de 2017
Badillo, Mario. FC Lampedusa St Pauli, luz de esperanza para refugiados en Hamburgo. Mediotiempo. 20 de junio de 2023
AFP. Hamburgo-St. Pauli, un derbi cargado de historia en la segunda alemana. France 24. 20 de enero de 2022
Clover, Tom. Hansa Rostock v St Pauli contest the fear-derby. World Soccer. 10 de diciembre de 2011

Recomendación musical 2

Este es el verdadero himno del St. Pauli. El grupo Le Fly, basado en Hamburgo, tiene simpatías por el ska, el reggae y el rock, creando una fusión que vale la pena poner en tu lista de reproducción. Mientras duraba la breve estadía del St. Pauli en Bundesliga, esta banda se puso manos a la obra para traer el himno actual del club, We Love FC St. Pauli

Recapitulemos

St. Pauli regresó a la Bundesliga este año. Este club representa a un barrio que estaba a las afueras de Hamburgo. Su carácter de fuera de la ley se debe a que los marineros desquitaban todo lo que tenían en los burdeles de la zona. En los años 20 y 30 fue considerado el barrio más peligroso de Europa. Tras una breve edad dorada en los 50 producto de ser punto de peregrinación para la madurez de una banda británica, en los años 60 fue escenario de la mafia en Alemania. Ahora abraza una imagen contracultural, perfecta para el club St. Pauli. Originalmente como club modesto, en los años 80 cambió su estadio cerca de la Reeperbahn, la avenida donde están todos los bares, discotecas y en su momento tugurios de mala muerte. Si bien el club se contenta por subir en escasas ocasiones a la Bundesliga, su afición da la nota ya sea por el color o por el emprendimiento de causas sociales. Tiene dos derbis: el de la ciudad contra el Hamburgo y el del miedo contra el Hansa Rostock. Ahora ellos están en primera, mientras que el Hamburgo se queda una temporada más en segunda y el Hansa Rostock cae a tercera.

Nos vemos la siguiente. Auf wiedersehen!

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Sebastián Alarcón
Soy Sebastián Alarcón, tengo 31 años. Aspiro a ser polímata. Junto futbol con geopolítica, sociedad, cultura, idiomas e historia y le agrego música para explicar el mundo. Escribo de futbol de la FIFA y fuera de ella. Si sientes la décima parte de lo que siento al escribir, mi misión está completa.

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