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Los primeros pasos en Stamford Bridge de Kai Havertz y Timo Werner, los dos fichajes más caros del mercado ‘blue’, no están siendo como muchos esperaban. A pesar de que por tipología son dos futbolistas muy distintos, sus casos trazan varios paralelismos que no merecen ser pasados por alto al tratar de entender el porqué de sus problemas de adaptación. Los teutones provienen de la misma liga, acarrean consigo la losa de un precio muy elevado y el impacto de ambos, llegados al ecuador de la temporada, se han ido apagando a la vez que el del equipo. Kai y Timo eran las estrellas ofensivas de Bayer Leverkusen y RB Leipzig, pero en Londres, pese a las similitudes estilísticas que puedan compartir la Bundesliga y la Premier League, se han encontrado con un contexto completamente distinto al de sus explosiones. Un ecosistema nuevo, con todo lo que supone -cultura, entrenador y compañeros-, y los focos siempre puestos sobre ellos.

A veces tendemos a pensar que los futbolistas son máquinas cuyos picos de rendimiento son extrapolables a cualquier otro escenario, pero cada vez más el fútbol nos demuestra lo equivocados que estamos. Havertz (1999) y Werner (1996), como todos los futbolistas jóvenes que cambian de aires tras romper el molde, necesitan un tiempo de aclimatación a pesar de todo lo que hayan demostrado hasta ahora. Que sea más o menos largo, eso ya depende de ellos.

Y eso que la temporada no empezó nada mal para ambos; en sus primeros meses presenciamos una versión muy acorde a lo que se podía esperar de ellos en el Bridge. Havertz jugó realmente bien en la mediapunta (e incluso de falso 9) y Werner mostró pinceladas de todo lo que es capaz de hacer siendo la referencia arriba. Ahora bien, después de ello, con el efecto ‘souflé’ bajado, tampoco escapa de la lógica que se hayan han mostrado permeables a todos los cambios tácticos que ha ido experimentando Frank Lampard a lo largo de todos estos meses. 

Empezando por Kai, sus mejores minutos han coincidido con la elección de Lampard por un doble pivote y una línea de tres por delante. Sin necesidad de bajar a la base ni estar encorsetado en un sector del campo, la figura de Havertz cobró valor en un rol que compartía ciertas similitudes con su etapa en Leverkusen. Lampard le designó la función de ser el jugador clave para que el equipo se estacionara en campo rival. Una vez allí, además, a no ser que jugara en la derecha, no limitó su influencia a un solo carril y le otorgó la licencia de completar triángulos en ambos lados del campo. Su capacidad de detectar los intervalos en los que aparecer y dar continuidad al juego, sumada a su exquisita sensibilidad asociativa en corto, invitaron a pensar que la adaptación podía ser más fácil de lo esperado, pero la apuesta definitiva por el 4-3-3, y el hecho de que contrajera el coronavirus cuando mejor adaptado parecía a la posición de ‘8’, eliminó de sopetón ese prematuro pensamiento.

En cuanto a Timo, con quien hay que tener en cuenta que tiene más experiencia que su compatriota, y en general es un jugador más autosuficiente, el proceso ha sido similar. De jugar más cerca de la portería y no atarse a un solo carril, como con Nagelsamnn, ha pasado a estar desplazado a la banda y ver como se alargaba su camino hacia el gol. Más allá de que actualmente esté pasando por una crisis de confianza en la definición por la que pasan todos los atacantes, la sensación es que pareció estar más optimizado cuando jugó de punta único y pudo expresar todo su fútbol sin ataduras. Trazando desmarques en la dirección y de la longitud que quisiese, no solamente de fuera hacia dentro, y siendo el jugador más profundo del equipo, sin la necesidad de participar por norma en los pases previos a la finalización. Ahora, en la banda y sin Hakim Ziyech, el hombre que dio sentido al cambio de plan y que podía darle una utilidad más que interesante a sus movimientos, las necesidades a las que tiene que atender Werner le alejan más de su ‘best case scenario’. 

Llegados a este punto, hay que hacerse la pregunta: ¿tienen cabida ambos en el 4-3-3? 

Si bien hacerlo categóricamente es imposible, pues el fútbol siempre puede sorprendernos, la respuesta no debería alejarse demasiado del sí. Es sabido que Lampard dota a sus triángulos exteriores (lateral, interior y extremo) de mucha flexibilidad funcional y posicional, y en eso, cuando el equipo les ha acompañado, ambos han demostrado que son jugadores capacitados para ello. Más allá de que ocupen la amplitud, las zonas interiores o bajen a la base (quizás donde menos cómodos se les ve), son futbolistas con la calidad y la inteligencia suficientes para adaptarse al rol que les toque. Con dos laterales que se adaptan tan bien a distintas alturas como Chilwell y James, y dos jugadores con los que pueden potenciarse como Mount y Ziyech, ha habido brotes verdes en el acomodo de Timo en el extremo izquierdo, y de Kai en el interior derecho. Con las lesiones de Ben y Hakim, no obstante, el tema desde luego que se complica más. 

Tampoco hay que olvidar que uno de los mayores motivos de sus contrataciones fue la determinación, y alejarlos del área a priori no ayuda. En Leverkusen, aunque fue un jugador generaba otras muchas plusvalías, la explosión de Havertz coincidió con el momento en el que se lo acercó al área (20 goles la 19/20), y la gran baza de Werner, como el mismo Lampard ha confesado y pese a que también es un jugador mucho más global, nadie duda que reside en la amenaza en el área (28 goles la 19/20). En el 4-3-3 de ahora, la decidida apuesta por un ‘9’ de la tipología de Abraham o Giroud, encargados de fijar a los centrales y descender al apoyo si es necesario, ese lugar no les corresponde. Y eso que sus, independientemente de la trascendencia, no están siendo bajas; Werner ha participado en 12 goles (8 goles y 5 asistencias) y Havertz en 7 (4 goles y 3 asistencias).

“Give a young player time, wether it’s a week, a month or a year”, dijo Lampard cuando una periodista le preguntaba por la actuación de Havertz tras la derrota en Goodsion Park. El técnico inglés parece tenerlo clarísimo, para el consuelo de ambos. Es consciente, y seguramente tenga toda la razón, que el talento que ha fichado va a ser de lo mejor del mundo dentro de más o menos tiempo. Pero es tan cierto eso como que en el fútbol moderno, especialmente en una temporada tan particular como la que está aconteciendo, que arrasa con todo y no espera a nadie, el ‘tiempo’ es una palabra que no parece estar a la orden del día.

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