Para José Luis Martínez
La historia del futbol y su relación con los Juegos Olímpicos (JJOO) es como la de un quiebre amoroso: las dos partes arman una narración distinta, con diferentes acontecimientos y, a final de cuentas, siempre jalan agua para su molino. El deporte más popular del orbe y el evento deportivo más importante del mundo siempre han tenido un vínculo insondable y tenso que desde el debut del futbol en París 1900 se ha hecho manifiesto.
Esto ha llevado al Comité Olímpico Internacional (COI) y a la FIFA a contar dos versiones distintas de los hechos, las cuales maquillan la historia del deporte y, por ende, la empobrecen. Algo que es un denominador común es omitir lo importante que han sido el uno para el otro: los JJOO fueron vitales para la internacionalización del futbol, y, el balompié fue esencial para que los Olímpicos obtuvieran espectadores suficientes para poder asentarse como los único evento deportivo universal.
De aquí al 23 de julio, día de la inauguración de Tokyo 2020 (2021 por la pandemia), en este espacio, y en varias entregas, te contaré una breve historia del futbol en los Juegos Olímpicos, tratando de mantener una mirada sobre la historia que vaya más allá de las versiones oficiales del COI y de la FIFA. Bienvenid@, espero que disfrutes tanto como yo al escribir estas historias.
El fundador y sus motivos
Pierre Frédy de Coubertin, mejor conocido como el barón de Coubertin, tenía tan solo 7 años de edad cuando la guerra golpeó a su puerta y le mostró el lado más obscuro de la humanidad, poniendo fin a una infancia idílica que transcurrió en medio del privilegio. Era 1870 y las tropas prusianas entraban a Francia, decantando el desenlace del conflicto armado a favor del Imperio que terminaría por unir a los pueblos germanos que hoy conforman la moderna Alemania. Pierre de Coubertin, como toda Francia, experimentó la invasión de París como el hecho más traumático de esta conflicto bélico. La idea de superioridad militar de los franceses, instaurada a lo largo y ancho de Europa gracias a Napoleón Bonaparte unos 70 años antes, se hizo añicos.
El mazazo anímico que significó la derrota en la Guerra franco-prusiana, acarreó a la sociedad francesa a reflexionar sobre los hechos que llevaron a la hecatombe. A Coubertin, quien sabía de temas bélicos gracias a que su padre fue militar, se le quedó fijo en la memoria uno de ellos: los soldados franceses tenían una deplorable condición física si se les comparaba con su contraparte alemana. Prusia estaba a la vanguardia en torno a cómo debía de estar diseñado un ejército en aquella época, el cual debía conjugar la preparación física con la más alta tecnología de la época. Francia, que se jactaba de tener el ejército más numeroso de la segunda mitad del siglo XIX, se dio cuenta que no todo son números.
El trauma bélico, y sus causas, fueron los motores que llevaron al barón a ser, primero, un hombre profundamente nacionalista y, segundo, un tipo comprometido en aportar para el mejoramiento atlético de su sociedad, y posteriormente de otras, creyendo que el deporte podía estrechar lazos entre naciones y contribuir, como diría una concursante de Miss Universo, a la paz mundial.
Cuando estaba por cumplir los 30 años de edad, Coubertin tuvo un encuentro con lo que sería su destino. En el pequeño pueblo de Much Wenlock, cerca de Birmingham, conocería a William Penny Brookes. Dr. Brookes se había encargado de organizar, desde 1850, unos Juegos Olímpicos a pequeña escala en el modesto pueblo inglés. Entre los deportes milenarios y los que venían apareciendo en la Inglaterra del siglo XIX, el futbol siempre encontró un espacio en Much Wenlock. Pierre de Coubertin tuvo una epifanía al presenciar estos modestos pero bien organizados Juegos Olímpicos locales, lo que lo llevó a utilizar su vida e influencias para la realización de unos Olímpicos a gran escala y de verdadero talante mundial, una idea que le traspasó Brookes. Lamentablemente, Brookes, para muchos el verdadero inventor de los Olímpicos, murió meses antes de que arrancara Atenas 1896.
¿Futbol o no?, esa es la cuestión
El barón de Coubertin tenía en mente incluir en los primeros Juegos Olímpicos de Grecia deportes como el tenis, el futbol, el cricket o el rugby, como lo manifestó en el artículo Le Rétablissement des Jeux Olympiques, publicado en la prensa francesa un par de años antes de que los Juegos Olímpicos dieran el pitazo inicial en Grecia; Pero la nula práctica de estos deportes por parte de los helenos hacía que la infraestructura fuera inexistente e hiciera imposible su realización. Los nuevos deportes de la época no tuvieron cabida en Atenas 1896.
Pero Coubertin, para París 1900, convencido en que los deportes de origen inglés eran el futuro, decidió incluirlos en la capital de su propio país. En Francia existía la infraestructura, y la base social y organizativa necesaria, para que estos entraran en el plano olímpico. El problema esencial era el cómo iban a estar organizados aquellos eventos y quiénes podían ser parte de ellos o no.
El problema específico para el futbol olímpico era uno solo: el profesionalismo. Y este problema era uno de clase. El barón de Coubertin era un aristócrata francés que, básicamente, había creado unos Juegos pensando en las élites socio-económicas de los países más desarrollados del mundo; es decir la flor y nata de los países europeos y norteamericanos, en específico los países ricos del Viejo Continente junto con Canadá y EEUU. Aquellas clases altas de la época tenían en mente una visión del deporte organizado fuertemente romantizada, en la que cobrar por desempeñar un deporte era realmente mal visto.
En el caso del futbol, era todo un tema porque el profesionalismo era algo habitual en el balompié británico desde 20 años antes de que los Olímpicos llegaran a París. La paga a jugadores ayudó a que el futbol se democratizara y que rompiera sus límites territoriales, como justo explico en este artículo sobre el nacimiento de la Football Association. Por ello, el deporte que tanto amamos hoy en día era ya despreciado por gran parte de las clases altas que ayudaron a Pierre de Coubertin a materializar su sueño olímpico en París. Así pues, la decisión que tomó el Comité Olímpico para los Juegos de 1900 fue la de hacer invitaciones a clubes de distintos países que todavía ostentaran el amateurismo como uno de sus estandartes morales.
París 1900: el pequeño deporte en la gran Exposición Universal
El futbol llegaría a unos Juegos Olímpicos que estarían lejos de ser el orgullo de Pierre de Coubertin y del COI. Los Olímpicos modernos eran algo demasiado reciente y carecían por completo del atractivo y el prestigio que ostentan hoy en día; su realización en París estaba supeditada a la organización de un evento que era mucho más significativo para esos tiempos que los propios Juegos: la Exposición Universal de París.
Las exposiciones universales eran eventos de carácter internacional que tenían el fin de hacer conocer los avances de la industria, el comercio y las artes. Eso al menos en el papel. Su verdadero fin era el de que las potencias de la época hicieran gala de su poderío industrial ante sus competidores. también servían para que países en vías de desarrollo se mostraran ante el mundo. un ejemplo muy claro es el de México, justo en la Exposición Universal de 1900, en donde tuvo una participación bastante destacada y en la que el país se dio a conocer frente al “mundo civilizado”.
La primera gran Exposición Universal se remonta a 1851, en Londres, en la que la Gran Bretaña se mostró como el gran poder hegemónico de la época y en la que nos dejó una construcción monumental, que se volvió mundialmente famosa: el Crystal Palace. Sí, como el equipo de la Premier League del sur de Londres. Curiosamente, el Crystal Palace le dio el nombre a la zona de la capital británica donde se encontraba y, después de ser trasladado a otros lugares, y que un incendio acabara con él en 1936, terminó por ser inmortalizado en el escudo del Crystal. Los monumentos icónicos salidos de una exposición universal no son algo raro; el Arco del Triunfo de Barcelona, la Ferris Wheel de Chicago, la Space Needle de Seattle y, el monumento más visitado del mundo, la mítica Torre Eiffel, son parte de la larga lista. Justo la torre diseñada por Gustave Eiffel, hoy símbolo inequívoco de País, fue diseñada para la exposición universal que nos interesa, la de 1900.
Bajo este contexto, en el que los Juegos Olímpicos eran tan solo un aperitivo de la Exposición Universal de 1900, la idea central era que no hubiese un torneo olímpico en sí, sino una serie de partidos de demostración entre Francia y cuatro naciones que serían representadas por clubes de la nación correspondiente. Suiza, Alemania, Bélgica y el Reino unido eran los invitados originales. Pero, cerca de la fecha de arranque, Suiza y Alemania decidieron abortar la misión olímpica, por lo que los organizadores franceses decidieron arrancar su primer partido contra la Gran Bretaña, y cerrar con el encuentro que finalizara la primera y breve aparición del futbol olímpico contra Bélgica.
Para los dos partidos, la asociación más importante de Francia en aquellos tiempos, la Union des sociétés françaises de sports athlétiques (USFSA), fue la que decidió qué equipo participaría en representación de la delegación francesa. La USFSA fue de facto la institución que asumió la organización de los Juegos Olímpicos de 1900 y que, además, fue vital para la creación de la FIFA cuatro años después, un tema que abordaré a profundidad en la siguiente entrega. La elección de la USFSA recayó en los campeones vigentes de París, el Club Français, que era lo mejor que podían presentar los galos en ese momento.
Lo de Inglaterra era distinto: el Upton Park era un equipo amateur que había quedado a la deriva por el alto nivel futbolístico de los clubes que se convirtieron al profesionalismo. El club había sido fundado por la fusión, en 1867, del South West Essex Cricket Club y el Upton Park Cricket Club, cuyos nombres indican su origen en el cricket, el ahora segundo deporte más popular del mundo gracias a la enorme afición que tiene esta actividad en Asia. El club londinense tuvo dos etapas históricas que terminaron por ser efímeras pero muy significativas.
El episodio más conocido de la historia del Upton Park fue el cruce eliminatorio en la FA Cup que este cuadro tuvo contra el Preston North End en 1884, donde el encuentro terminó en empate a uno. Lo notable de aquel encuentro no fue el resultado, sino que los amateurs del Upton Park denunciaron a los del Preston North End por alinear jugadores profesionales. Aquel hecho desató una rebelión dentro de la Football Association que terminaría en la profesionalización del futbol y en la creación de la Football League.
El Upton Park, en su primera versión, desapareció en 1887 porque no supo adaptarse a los nuevos tiempos, se quedó encasillado en sus orígenes de clase alta y dejó la vacante disponible para que el Belmont FC, un pequeño club de la misma zona londinense, decidiera en 1891 retomar el nombre y la identidad del Upton Park original. La realidad es que, en esa segunda versión, el club no empezó teniendo grandes resultados y, para empeorar las cosas, en la temporada 1895-1896, se quedó sin un estadio al que pudieran llamar hogar.
Sin embargo, el club supo pescar en aguas revueltas y tomó la decisión de jugar sus partidos en distintos estadios, según le fuera conviniendo. Esto, más la pericia de James Harry Jones, su portero y secretario general, provocaron que el club se hiciera famoso por los tours que hacían por ciertas regiones de Inglaterra. Estos periplos provocados por el amor al futbol, hicieron que el equipo agarrara cierta fama y, en 1899, los expandió al norte de Francia. Por ello, para 1900, era una opción natural invitar al club a que representara a la Gran Bretaña en París.
Los primeras emociones olímpicas
El primer partido de balompié en la historia del futbol olímpico, que se dio entre franceses y británicos, aunque un tanto apretado en algunos tramos finales del primer tiempo, no fue un problema para los visitantes, quienes terminaron llevándoselo por un claro 4-0 a favor. Era un jueves 20 de septiembre en el Vélodrome Vincennes, en una cancha un tanto estrecha para la práctica del futbol, que además tenía un graderío de madera y fierro que hoy parecería cutre pero que en la época era lo máximo, en el que se dieron cita los aproximadamente 500 aficionados. El juego en sí no fue memorable, pero sin duda fue un evento histórico. El Upton Park no era ninguna potencia en Inglaterra e, ironías de la vida, escasos días después un equipo llamado Olympic lo sacó de la FA Cup con un contundente 5 a 0.
El otro contrincante de Francia, el equipo belga, era un combinado de jugadores universitarios a los que fuentes de la época señalan como un conjunto con poca cohesión. Era un cuadro improvisado en el que, si se ve la foto del equipo previo al partido contra Francia (arriba), prácticamente cada jugador usó el uniforme que pudo. En un partido que dominaron los locales, y, a pesar de que lograron perforar la meta francesa en cuatro ocasiones, los belgas se fueron de París con un abultado 7-4 final. El reporte oficial marca un 6-2, pero los diarios franceses de la época apuntan a que ese era solo el resultado del primer tiempo. Al final, el Club Français, disfrazado de una selección olímpica gala, se llevó como premio “una pieza de arte”; reconocimiento que al día de hoy no se sabe a ciencia cierta qué fue. Especulando, podría ser un jarrón de porcelana con detalles en oro, como el que le dieron a Margaret Abbott, la golfista y primera mujer estadounidense en ganar un torneo olímpico.
Todo se transformó
A pesar de que el Velódromo de Vincennes, que puede presumir de ser de los estadios más antiguos del mundo, se mantiene en pie, de aquel torneo olímpico se puede decir que solo queda el recuerdo. El Upton Park terminó por desaparecer en la segunda mitad del año 1910, lo que dejó vía libre para que otro equipo de su misma zona de Londres se hiciera bastante popular: el West Ham, quien ahora ocupa, otra vez las ironías de la vida, el que fuera el estadio olímpico de Londres 2012. El Club Français perduró hasta las década de los 30, cuando el equipo cambió de nombre y sede. Y los belgas, que en ese momento tenían uno de los futboles más pobres de Europa, ahora tienen una selección poderosa, que ha sido un par de veces tercer lugar en Mundiales y que en el próximo ranking de la FIFA será considerada la número uno de la actualidad. Para bien y para mal, el avance del tiempo es inexorable, y todo cambia.
para profundizar:
- Collins, Tony. Sport in Capitalist Society, Routledge, Londres, 2013.
- Hamersley, Peter. The Other Upton Park – the Forgotten Olympic Champions, Journal of Olympic History.
- Goldblatt, David. The Ball is Round: A Global History of Football, Londres, 2006.
- Goldblatt, David. The Games: A Global History of the Olympics, Londres, 2016.
- Arrighi, Pierre. Treinta y seis mentiras de Jules Rimet, París, 2020.