En Wembley, Inglaterra arrancó con victoria una Eurocopa que, por generación y moméntum en el que llegan varias de las estrellas, ilusiona a un pueblo que nunca ha visto a su selección levantar el trofeo. Por la otra parte, una generación croata que alcanzó su cima en el último Mundial, arrancó con derrota y dejando una pobre imagen. Tan solo Luka Modric luchó contra el paso del tiempo y se erigió como la pieza a la que agarrarse en la dificultad.
Arrancó con velocidad en su circulación de balón Inglaterra, progresando con facilidad ante una presión croata en la que Luka Modric subía su posición mientras Kovacic cerraba en paralelo a Brozovic. En los de Gareth Southgate, la ocupación de espacios en sus ataques posicionales es clave para explicar el buen arranque que tuvieron. Por derecha, Kyle Walker quedaba bajo, Phil Foden fijaba en amplitud y Kalvin Phillips ocupaba zonas intermedias, una ocupación de espacios mucho más rígida que la existente por izquierda entre Trippier, Mount y Sterling.
El caso es que Luka Modric, viendo el sufrimiento que estaba teniendo su selección, empezó a sumar intervenciones con balón, le quitó cualquier tipo de ritmo y continuidad al rival, y cambió el escenario de un partido que hasta entonces era de sufrimiento para su selección. El problema para los subcampeones del mundo radicó en que su juego, marcadamente exterior en campo rival, no surtió el efecto deseado. La ausencia de Mario Mandzukic respecto a lo que se vio en el Mundial trastoca los planes de una selección que se encontró constantemente ante las buenas acciones de John Stones y Tyronne Mings en la defensa de área.
Tampoco está Ivan Rakitic respecto a ese Mundial de hace tres años, y Croacia lo notó mucho. Tanto para ofrecer apoyos y ayudar a Modric en tareas de gestión y creación (desdibujados Kovacic y Brozovic), como en presión, donde el ahora jugador del Sevilla destacaba lanzando presiones y sumando robos. En Wembley, las presiones balcánicas apenas inquietaron a los británicos, que finalmente encontraron el gol en una jugada donde los comportamientos antes comentados resultaron claves; Kalvin Phillips recibió en zonas intermedias, aceleró y asistió a la ruptura de Raheem Sterling.
Se mostró sólida Inglaterra defendiendo su ventaja en el tramo final ante el juego exterior rival, especialmente por derecha pues Vrsaljko ganaba mucha más altura que Gvardiol. Declan Rice cerrando la frontal o imponiéndose en segundas jugadas, más el ingreso de Jude Bellingham, sirvieron de muro para guardar la ventaja. Pese a que el juego no fue para nada memorable, con esta victoria Inglaterra empezó a construir un relato que esperan acabar levantando el trofeo en ese mismo estadio. El posible principio de algo mayor.